viernes, 18 de junio de 2010

Mario Wainfeld dijo esto el 26/11/2000

El diario de Yrigoyen: Quiere la crónica histórica, o la leyenda, que los comedidos que rodeaban a don Hipólito en su segundo mandato, que era el de la vejez, le fraguaran un diario que contenía sólo las noticias que el caudillo radical ansiaba leer.
Setenta años después la práctica subsiste, más sofisticada o tortuosa. Se supone que el entorno urdía sus mañas sin conocimiento del Presidente. Hoy día, es la propia autoridad del Gobierno la que trata de armar ese diario autocomplaciente, pletórico de noticias alteradas e interpretaciones antojadizas. Para eso se reclutan especialistas de imagen, analistas de opinión, se llama (que llama) a publicitarios astutos. Lo que cuadre. Esa información se propone “a la gente” mediante spots, voceros oficiales, ministros, el Presidente en persona.
Lo más asombroso del método no es el ánimo manipulatorio sino que los propios conjurados terminen creyendo las cosas que inventan.
En estos días el Gobierno quiso armar “el diario del paro”. Acudió a una miríada de recursos. Primero fue sacudir el espantajo del miedo, un ardid deleznable en un país cuya sangre no terminó de cicatrizar.
Luego fue ningunear la inasistencia. Por último, evaluar los costos económicos. La ministra de Trabajo cargó con la pesada tarea de ser la editorialista del diario de Fernando de la Rúa. Lo hizo con entusiasmo y escasa o nula ponderación. Acuñó la frase “el país no paró” que aún el resto de la redacción... del Gobierno, se resistió a suscribir. El jefe de Gabinete Chrystian Colombo reconoció la magnitud del paro y otro tanto hizo el ministro del Interior Federico Storani. Proponer una interpretación de un hecho es válido. Querer imponerla falseando el dato es un manejo de patitas cortas. Paro hubo y fue total, aplastante. Por querer hilar grueso, Bullrich mintió y nadie creerá su diario.
Cabe reconocer que la evaluación de los costos de la huelga es un manejo más sutil. Se dedicaron a calcularlos y divulgarlos la propia Bullrich, el vocero presidencial Ricardo Ostuni y el secretario de Finanzas Daniel Marx. Hubo algo de ruido al comunicarlo: sus estimaciones difirieron. Bastante. La ministra fue la más austera: justipreció 600 millones. Ostuni tabuló entre 800 y 900 millones. Marx llegó a 1500 palitos. Tal vez sumó los parciales de Ostuni y Bullrich. Será quizá que el pluralismo de la Alianza florece aun a la hora de hacer cuentas. Cuentas obviamente fraguadas, basadas en sofismas económicos. Dividir el PBI por el número de días trabajados y decidir que “se perdió uno y medio” es un disparate conceptual que –si se sazona con la imprecisión de decir “el país perdió (600, 800 o 1500 según las reparticiones) millones de pesos”– frisa con lo ridículo. Daba pena, risa o ternura escuchar durante las primeras horas del week end (esto es el jueves por la tarde) a sesudos funcionarios repitiéndolas con la fruición con que –quiere la crónica o la leyenda– don Hipólito leía los titulares mientras desayunaba.

Hoy por hoy, la mayoría de los argentinos que leen diarios, leen "El diario de Yrigoyen", pero a gusto y piaccere de sus directores, no del lector.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Recuerdo a un Director de la CIA que reconocía que ni por putas les daba a ellos que Irak tenía armas, pero que bueh, como eso era lo qeu querían escuchar los amigos de Bush, eso le decían.

El tema es que acá se les están avivando compañera.

Almita dijo...

Claro, Manuel, pero a mí lo que aún me resulta inverosímil es que la gente siga comprando los diarios que le dicen lo que los directores de los diarios quieren que digan. Ni siquiera lo que el público quiere leer, menos que menos el Gobierno.
Y lo que el poder económico le dicta a los directores de los diarios.
Es bastante loco.

Daniel dijo...

Cuando veo la gente leyendo Clarin en un bar, en un colectivo, pienso que si los interpelara, me dirían: "-Viejo, hace 30 años que lo vengo leyendo!" cómo quien dice: "Yo tengo que asumir que fui engañado día tras día, durante 30 años? Qué soy, un boludo a cuerda?

Creo que estamos en una situación inédita y parte que en las dos o tres décadas pasadas creíamos que los periodistas eran el reaseguro de la verdad.

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