sábado, 15 de noviembre de 2008

Sobre lauchas y hámsters

Mi conducta diferencial ante una laucha y un hámster, siempre me intrigó. Comenzó esta intriga cuando estando yo embarazada, mi hámster Paca se comió ante mis ojos a tres de sus siete crías. Al día siguiente de este luctuoso y desagradable hecho la regalé, y comencé a pensar en el tema.
Intenté establecer un patrón que me permitiera determinar – a simple vista, no zoológicamente - cuáles son sus diferencias; fundamentalmente, orientada hacia conocer porqué a unas las mato a escobazos y las combato con inquina, y a las otras, las coloco en una pecera con aserrín y juguetes apropiados a su ergometría, y como si ello fuera poco, las alimento.
Pude establecer cuestiones muy evidentes; la laucha es color rata, tiene ojos marrones, colita, y fama de morder y de contagiarnos peligrosas enfermedades (recuerdo a mi mamá asustándome con la "peste bubónica"; una enfermedad que me haría crecer bubones en todo el cuerpo hasta morir por asfixia). El hámster es blanco nieve, tiene los ojitos rojos, no tiene colita y nos cae simpático. También muerde, pero no tiene fama. ¿Contagiará la peste bubónica el hamster?.
A la laucha, puedo encontrarmela de repente, en cualquier lugar. Se me aparecerá, y hasta podrá pasarme corriendo por sobre los pies. O quizás hasta se encuentre detrás de mí en este instante. Al hamster, sé que sólo lo he de encontrar en lugares protegidos; una veterinaria, una paqueta vidriera o su jaulita de vidrio.
La laucha corre por donde desea, en libertad; el hámster, en la ruedita de metal hasta que sangran sus patitas (quizás sean manitas, lo desconozco). Se aliena en esa ruedita que la lleva vertiginosamente a ningún lugar, hasta que se lastima.
Las lauchas se nos acercan sólo para buscar comida; este hecho también es fundante. No cabe suponer que la laucha se nos acerque para "atacarnos"; cuando lo hace, es en función al mecanismo de defensa que la hace intentar alguna acción con tal de evitar la extinción. Ahora bien, a los hámsters les damos comida nosotros, puntualmente y hasta contemplando su bienestar general y una alimentación balanceada, para que su pelaje brille.
Las lauchas nos asustan ancestralmente; los hámsters, nos caen simpáticos desde que nos los venden como simpáticas y suaves mascotitas que ocupan poco lugar (no nos dijeron nada sobre los hedores).
A los hámsters, hay que comprarlos; abundan en los hogares donde existe un buen nivel socioeconómico. A las lauchas, las hallamos donde hayan sobras de comida. Por ende, las lauchas no abundan en los lugares donde son controladas por barreras físicas o químicas.
Sobre las barreras, podemos agregar que es posible colocar "tramperas"; más, si el encargado de la colocación de la trampera se roba el queso y se lo come, la laucha no se ha de dirigir hacia ella. La destrucción de la cuevita de las lauchas no implica su eliminación. Por el contrario, garantiza su dispersión.
No me cabe duda alguna que ambos bichitos deben sentir el hambre de igual forma. Sí es importante contemplar que la laucha se vé obligada a buscar la comida, pues nunca nadie le puso un pedacito para que se alimente. El hámster, por reflejo condicionado, aprende a hacer monadas para conseguirla; se para en dos patitas, se limpia los bigotes, etc.
Cuando llega el momento en que uno necesita matar un hámster (por ejemplo, vejez), concurre al veterinario. Impresiona matar a la mascotita. Si uno tiene que eliminar (nótese el término "eliminar") a una laucha, casi siempre emplea un método cruento, y si la puede aplastar a escobazos, parecería que es mejor.
Es común transmitir a los hijos la simpatía por los hámsters, y el odio por las lauchas. Dejaríamos ir a nuestros hijos a jugar a la casa del amiguito que tiene hámsters, más jamás a la del que tuviera lauchas.
Si nos toca un hámster, o nos camina por el brazo u hombro, esbozamos una sonrisa. Si una laucha nos pasa a dos metros, corremos a lavarnos, alarmados.
El hámster goza de una imagen de bondad, por más que muerda (es muy frecuente que muerdan). La laucha es una representación viva del asco, la basura y lo sórdido, por más que no haga nada.

Las observaciones previas me permiten llegar a esta evaluación:
Ambos quieren las mismas cosas: protección y comida;
Ambos poseen las mismas potencialidades; en unos colaboramos a desarrollarlos, en otros, no.
Difieren en su método de obtención del alimento, dado que unos no tienen la necesidad de obtenerlo, sino que se lo dan, y los otros, deben llegar a situaciones extremas – poniendo a riesgo su vida - para hacerse de él.
El comportamiento, tanto de las lauchas como de los hámsters, depende del entorno. En un entorno favorable, son animalitos afables. En un entorno desfavorable, atacan.
Dejando al márgen casos aislados y particulares de especímenes con desviaciones congénitas y genéticas, lauchas y hámsters, son iguales.

Casi casi como sucede con los seres humanos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me recordaste al cabello. si ,a lo que acariciamos , jugamos y alabamos tanto.....
mientras este conectado a nuestra cabeza.si lo encontras en una ensalada , el quilombo que se arma.
torojorge.

Anónimo dijo...

Excelente disquisición, me arriesgaria a preguntarte si serías capaz de comunicarte con mi esposa para explicarle que la laucha que apareció en la cocina de casa es solamente eso, una laucha, y no un velocirraptor ansioso por devorarse a nuestros hijos; y mas aún......el cobayo que habita en casa debe tener cierto parentezco con la visitante.
Hugo Say No More

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