sábado, 15 de noviembre de 2008

El anillito

Era un anillito, pero era mucho más que un anillito.
Era un anillito de oro bajo, que tenía engarzadas unas piedritas chiquitas chiquitas - casi polvillo-, de esmeraldas. En realidad, ni esmeraldas se llamaban. Se llamaban "esmeraldinas".
Ito ito ita. Era anillito, por eso ito-ito-ita.
No era un ANILLO. No era una joya, ni una alhaja, ni algo de lo que pavonearse en tarde de peluquería, o entre amigas.
Era apenas un fino lazito de oro, con un pequeño detalle de piedritas verdes.
Le recordaba a la alianza de matrimonio de su abuela, que era casi un hilo de oro, pero hilo y todo, había sido el símbolo de una amante pareja. Pareciera que el grosor de la alianza era inversamente proporcional a la felicidad de la pareja, pensó una vez. Alianzas gordas, opulentas, lujuriosas, de mezclas de oro blanco -rojo -amarillo, con incrustaciones de brillantes, parecían sellar pactos entre contendientes de dudosa felicidad. Kamtchatka ataca a Borneo... jejejejeje..... sonaba al TEG.
"Alianzas finitas, amor infinito", pensó. Luego, se castigó: "comentario kitsch como hay pocos" se dijo, mientras con un gesto de su rostro, denostaba repugnancia por su propio pensamiento. Lo de amor infinito sonaba asquerosamente mediocre, rotundamente romántico, absurdamente pazguato.
"Ausencia de alianzas?" "uh", se dijo, "eso tendría que ser éxito rotundo, en caso de seguir la teoría contraria de las alianzas".
"Dame la media medalla...." la canción vino a su cabeza. Eso sí era kitsch, la media medalla; con forma de corazón, más aún; con piedrita roja la de ella, sin piedrita la de él, era el colmo del bizarrismo romántico. (En el fondo se presentía bizarramente romántica).
Volvió a su anillito. Había estado cepillándole las piedritas. Una vez por semana, con agua caliente y detergente, cepillaba las piedritas con la ayuda de un cepillo de dientes en desuso, para sacarle el polvillo, y los pequeños restos que el propio uso iba acumulando.
Era discreto, y bellito.
Le habían dicho una vez que era "bellita". Le era posible aplicar la calidad de "bellito" para su anillo.
Tenía claro que, en el caso de olvidarlo en un lavabo, alguien lo recogería; tenía claro también, que era improbable que, de recogerlo, intentaran luego venderlo. Se lo quedarían, o lo regalarían a alguien. No era un objeto del que alguien supusiera un gran valor monetario.
Lo usaba con frecuencia. No era una mujer de usar alhajas; en general, le terminaban molestando. Los aros le pinchaban, las pulseras le incomodaban....pero el anillito era cómodo.
Quizás por eso usaba el anillito.
Quizás porque ese anillito, había reemplazado una preexistente alianza.
Quizás porque ese anillito, se lo había comprado ella. Y por eso era anillito, y no anillo.
Porque un día fue, y con el dinero que tenía se lo compró - y por eso era anillito, y no anillo -, y se lo puso, y se alianzó / alió de una buena vez con su deseo.
Y las piedritas eran verdes, románticamente berreta, "verde esperanza".-

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