sábado, 15 de noviembre de 2008

Enigma

Inevitablemente, como humanos, deseamos y buscamos una vida plena, gloriosa, magna. Ciertas cosas resultan como uno así las desea; otras mutan, y ejecutando extrañas piruetas, devienen en nuevas especies derivadas de una primigenia, a la cual, ya, no se parecen en nada.
El misterio de la existencia misma de cada uno esta encerrado en este enigma.
Difícil resulta dilucidarlo y, más aún, tratar de entender, aunque sea en una mínima parte, cual es el código al que responde, la lógica de su proceso. Su composición es anómala; un adn desprolijo, desordenado, y a la vez, terrible, infinitamente creativo.
Vivo mi vida como un espiral; un espiral ascendente, que momento a momento aumenta su diámetro. Inversa imagen de la del embudo, giro sobre idénticas cuestiones una y otra vez, pero cada una de ellas en un círculo más alto. La comprensión de parte de la existencia humana, entender tan sólo una minúscula parte de ella me nutre, me colma, pero a su vez me invade con pánico. Esta sabiduría, rica, gozosa, tiene su precio: no es gratis, no viene dada. Como en un pacto con el diablo, tomo parte de algo rico pero el precio a pagar resulta detestable.
Es entonces cuando la ambición de dicha vida gozosa, plena, magna, toma un real sentido: sólo podrás acceder a ella si pagas con el dolor de tu carne, de tu alma. Felicidad y vacío en la vida de aquel que lo ignora, desdicha y plenitud para aquel que ha logrado ver, de lejos y entre las sombras, el aspecto del ingreso a tal morada.
Solitaria resulta; una incómoda morada. Húmeda. Mohosa. Monasterio medieval encaramado en un risco. Afuera, los bárbaros, y sus lujurias basadas en la simple ignorancia de la muerte. Adentro, sola, mi alma. El precio. Otra vez, el precio.
Momentos de placer me esperan. Algunos. Pocos. Darme, y recibir, y en elípticas parábolas flotar a través del tiempo, con un alma gemela, envolviéndonos el uno al otro, destilándonos, deshilvanandonos, descubriendo nuevas formas de percepción. Como el amor entre los caracoles. Una, y otra, y otra vez. Repetición, perfección, encuentro mágico fuera del tiempo y en otras dimensiones. Etéreo. Lábil.
Tempus fugit.
Comparto mi morada con las parcas. Ellas me miran. Las miro. Nos conocíamos; ahora, son amigas. Pero son tan viejas... y están tan ocupadas que, por el momento, deciden ignorarme. El tiempo se estira. Y huye.
Cloto, hila el hilo de la vida del hombre. Láquesis, lo devana. Más Átropos, es la que corta ese hilo.
Hoy, la más allegada, es Láquesis. Pero a veces, la sorprendo mirándome con desconfianza. Cruza miradas con Átropos, silenciosas ambas. Inmutables. Inescrutables. Disimulo. Pretendo no apreciarlo.
Más cuando ambas concluyen este simulacro de destino incierto, este fusilamiento de almas, las encaro. Dirijo mi mirada fijamente a ellas. Sonrío afablemente. Sonríen irónicamente.
Estamos en paz.
Un día más me han otorgado.
Un día más para dilucidar mi enigma.

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