sábado, 20 de diciembre de 2008

Algo de Roland Barthes

Circunscribir (fragmento)

" Ese proyecto es loco, puesto que lo imaginario es precisamente definido por su coalescencia (su engrudo), o todavía más: su poder de impregnación: nada, de la imagen, puede ser olvidado; una memoria extenuante impide abandonar a voluntad el amor, en suma, habitarlo sabiamente, razonablemente.

Puedo muy bien imaginar procedimientos para obtener la circunscripción de mis placeres (convertir la escasez de frecuentación en lujo de la relación, a la manera epicúrea; o, más aún, considerar al otro como perdido, y por lo tanto experimentar, cada vez que el vuelve, el alivio de una resurrección), pero es un vano trabajo: la miseria amorosa es indisoluble; se debe sufrir o salirse: arreglar es imposible (el amor no es didáctico ni reformista). "


Roland Barthes

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Aquellas pequeñas cosas / J. M. Serrat

Uno se cree que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren vendió boleto
de ida y vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón, en un papel
o en un cajón.
Como un ladrón
te acechan detrás de la puerta.
Te tienen tan a su merced
como hojas muertas,
que el viento arrastra allá o aquí...
que te sonríen tristes y nos hacen que
lloremos cuando nadie nos ve.

Zygmunt Bauman: enamorarse y desenamorarse en el capitalismo

Fragmentos de un interesante trabajo de Zygmunt Bauman.


"Mientras está vivo, el amor está siempre al borde de la derrota. Disuelve su pasado a medida que avanza, no deja tras de sí trincheras fortificadas a las que podría replegarse para buscar refugio en casos de necesidad. Y no sabe qué le espera ni qué puede depararle el futuro. Nunca adquiere la confianza suficiente para dispersar las nubes y apaciguar la ansiedad. El amor es un préstamo hipotecario a cuenta de un futuro incierto e inescrutable.
El amor puede ser -y suele ser- tan aterrador como la muerte; sólo que, a diferencia de la muerte, encubre la verdad bajo oleadas de deseo y entusiasmo. Es sensato equiparar la diferencia entre el amor y la muerte a la que existe entre la atracción y la repulsión. Si lo pensamos dos veces, sin embargo, ya no podemos estar tan seguros. Las promesas del amor son, generalmente, menos ambiguas que sus ofrendas. De ese modo, la tentación de enamorarse es avasallante y poderosa, pero también lo es la atracción que ejerce la huida. Y el señuelo que nos induce a buscar una rosa sin espinas está siempre presente y resulta difícil de resistir.


Deseo y amor. Hermanos. A veces, mellizos, pero nunca gemelos idénticos.
El deseo es el anhelo de consumir. De absorber, devorar, ingerir y digerir, de aniquilar. El deseo no necesita otro estímulo más que la presencia de alteridad. Esa presencia es siempre una afrenta y una humillación. El deseo es el impulso a vengar la afrenta y disipar la humillación. Es la compulsión de cerrar la brecha con la alteridad que atrae y repele, que seduce con la promesa de lo inexplorado e irrita con su evasiva y obstinada otredad. El deseo es el impulso a despojar la alteridad de su otredad, y por lo tanto, de su poder. A partir de ser explorada, familiarizada y domesticada, la alteridad debe emerger despojada del aguijón de la tentación, sin ningún acicate. Es decir, si es que sobrevive a tal tratamiento. Sin embargo, lo más posible es que, en el curso del proceso, sus restos no digeridos hayan pasado del terreno de lo consumible al de los desechos.
Lo que se puede consumir atrae, los desechos repelen. Después del deseo llega el momento de disponer de los desechos. Según parece, la eliminación de lo ajeno de la alteridad y el acto de deshacerse del seco caparazón se cristalizan en el júbilo de la satisfacción, condenado a desaparecer una vez que la tarea se ha realizado. En esencia, el deseo es un impulso de destrucción. Y, aunque oblicuamente, también un impulso de auto-destrucción; el deseo está contaminado desde su nacimiento por el deseo de muerte. Sin embargo, éste es su secreto mejor guardado y, sobre todo, guardado de sí mismo.
Por otra parte, el amor es el anhelo de querer y preservar el objeto querido. Un impulso centrífugo, a diferencia del centrípeto deseo. Un impulso a la expansión, a ir más allá, a extenderse hacia lo que está "allá afuera". A ingerir, absorber y asimilar al sujeto en el objeto, y no a la inversa como en el caso del deseo. El deseo es ampliar el mundo: cada adición es la huella viva del yo amante; en el amor el yo es gradualmente transplantado al mundo. El yo amante se expande entregándose al objeto amado. El amor es la supervivencia del yo a través de la alteridad del yo. Y por eso, el amor implica el impulso de proteger, de nutrir, de dar refugio, y también de acariciar y mimar, o de proteger celosamente, cercar, encarcelar. Amar significa estar al servicio, estar a disposición, esperando órdenes, pero también puede significar la expropiación y confiscación de toda responsabilidad. Dominio a través de la entrega, sacrificio que paga con engrandecimiento. El amor y el ansia de poder son gemelos siameses: ninguno de los dos podría sobrevivir a la separación.
Si el deseo ansía consumir, el amor ansía poseer. En cuanto la satisfacción del deseo es colindante con la aniquilación de su objeto, el amor crece con sus adquisiciones y se satisface con su durabilidad. Si el deseo es auto destructivo, el amor se autoperpetúa.
Como el deseo, el amor es una amenaza contra su objeto. El deseo destruye su objeto, destruyéndose a sí mismo en el proceso; la misma red protectora que el amor urde amorosamente alrededor de su objeto, lo esclaviza. El amor hace prisionero y pone en custodia al cautivo: arresta para proteger al propio prisionero.
El deseo y el amor tienen propósitos opuestos. El amor es una red arrojada sobre la eternidad, el deseo es una estratagema para evitarse el trabajo de urdir esa red. Fiel a su naturaleza, el amor luchará por perpetuar el deseo. El deseo, por su parte, escapará de los grilletes del amor.
Una observación aguda, un cálculo sensato: usted se encuentra ante una elección. Elige el amor o elige el deseo.

Como los actos nacidos de las ganas ya han sido profundamente implantados por los enormes poderes del mercado de consumo, seguir un deseo parece conducirnos, de manera incómoda, lenta y perturbadora, hacia el compromiso amoroso.
En su versión ortodoxa, el deseo necesita atención y preparativos, ya que involucra largos cuidados, complejas negociaciones sin resolución definitiva, algunas elecciones difíciles y algunos compromisos penosos, pero peor aún, implica también una demora de la satisfacción, que es sin duda el sacrificio más aborrecido en nuestro mundo entregado a la velocidad y la aceleración. En su radicalizada, reducida y sobre todo compacta encarnación en las ganas, el deseo ha perdido casi todos esos atributos desalentadores, concentrándose más exclusivamente en el objetivo. Como lo expresaban las publicidades que anunciaban la novedad de las tarjetas de crédito, ahora es posible concretar "el deseo sin demora".
Cuando la relación está inspirada por las ganas ("las miradas se encuentran a través de una habitación atestada"), sigue la pauta del consumo y sólo requiere la destreza de un consumidor promedio, moderadamente experimentado. Al igual que otros productos, la relación es para consumo inmediato (no requiere una preparación adicional ni prolongada) y para uso único, "sin perjuicios". Primordial y fundamentalmente, es descartable.
Si resultan defectuosos o no son "plenamente satisfactorios", los productos pueden cambiarse por otros, que se suponen más satisfactorios, aun cuando no se haya ofrecido un servicio de posventa y la transacción no haya incluido la garantía de devolución del dinero. Pero aun en el caso de que el producto cumpla con lo prometido, ningún producto es de uso extendido: después de todo, autos, computadoras o teléfonos celulares perfectamente usables y que funcionan relativamente bien van a engrosar la pila de desechos con pocos o ningún escrúpulo en el momento en que sus "versiones nuevas y mejoradas" aparecen en el mercado y se convierten en comidilla de todo el mundo. ¿Acaso hay una razón para que las relaciones de pareja sean una excepción a la regla?

Todo ese unirse y separarse posibilita percibir la existencia simultánea del impulso hacia la libertad y el anhelo de pertenencia, y encubre, si es que no altera completamente, la disminución y privación de esos anhelos.
Ambos impulsos se funden y mezclan en la absorbente y consumidora tarea de "crear una red de conexiones" y "navegar en la red". El ideal de "conexión" se debate por aprehender la difícil y desconcertante dialéctica entre dos impulsos irreconciliables. Promete una navegación segura (al menos no fatal) entre los arrecifes de la soledad y del compromiso, entre el flagelo de la exclusión y la férrea garra de los lazos asfixiantes, entre el irreparable aislamiento y la atadura irrevocable.
Chateamos y tenemos "compinches" con quienes chatear. Los compinches, como bien lo sabe cualquier adicto, van y vienen, aparecen y desaparecen, pero siempre hay alguno en línea para ahogar el silencio con "mensajes". En la relación de "compinches", el ir y venir de los mensajes, la circulación de mensajes, es el mensaje, sin que importe el contenido. Tenemos pertenencia... al constante flujo de palabras y oraciones inconclusas (abreviadas, por cierto, truncadas para acelerar la circulación). Pertenecemos al habla, no a aquello de lo cual se habla.
No hay que confundir la obsesión actual con las confesiones compulsivas y el derroche de confidencias que preocupaban a Sennett treinta años atrás. El objetivo de emitir sonidos y enviar mensajes ya no es someter las entrañas de la propia alma a la inspección y aprobación de la pareja. Las palabras, pronunciadas o tipiadas ya no luchan por consignar el viaje de descubrimiento espiritual. Tal como lo expresó admirablemente Chris Moss (en el Guardian Weekend), por medio de "el chat por Internet, los teléfonos móviles, los mensajes de texto", la introspección es reemplazada por una interacción frenética y frívola que expone nuestros secretos más profundos al lado de nuestra lista de compras". Quiero comentar que, sin embargo, esa interacción, a pesar de ser frenética, tal vez no parezca tan frívola cuando uno advierte y recuerda que su objeto -su único objeto- es mantener vivo el chateo. Los proveedores de acceso a Internet no son sacerdotes que santifican la inviolabilidad de las uniones. Las uniones no tienen en qué apoyarse salvo en el chateo y los mensajes de texto; la unión sólo se mantiene gracias a nuestra charla, nuestro llamado telefónico, nuestros mensajes de texto. El que deja de hablar queda fuera. El silencio es igual a la exclusión. Il n’y a pas dehors du texte, por cierto -no hay nada fuera del texto-, aunque no en el sentido en que lo dijo Derrida.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Superficialidad y pseudointelectualidad en el cine

La crítica de cine, sea profesional o amateur, cuenta con dos tipos de personajes, a saber:


Los fiscales de lo superficial y defensores públicos de lo pseudointelectual.


¿Por qué unos fiscales y otros, defensores públicos? porque la diferencia entre un fiscal y un defensor público -ambos empleados del estado-, es el posicionamiento: el fiscal, defiende en nombre de "la nación" o "el pueblo", de un interés mayor o un bien común, y el defensor público defiende a quien decide no disponer que nadie que lo defienda, a quien supone no necesita defensa.
Los fiscales de lo superficial pueden salir con un cuchillo entre los dientes a defender "Planet Terror", de Tarantino, de la dupla "Grindhouse/Planet Terror".
Los defensores públicos de lo pseudointelectual, morirían o matarían por "Inland Empire", de David Lynch. O por "Amelie", en el género comedia.
Dejemos en el medio la gigantesca masa de películas que no merecen ser "defendidas", sino vistas, ya sea por su intrascendencia ("Zack and Miri Make a Porno"), o porque no necesitan defensa alguna porque nada de ellas es cuestionable ("La vida secreta de las palabras"), o porque son tan contundentes que quién se vá a poner a defender qué cosa ("He was a quiet man").
Quedémonos pues con aquellas que una parte de la crítica le pone un 2, o un 0, y la otra un 10, o un 9. Aquellas que cuando vemos una crítica decimos "o esto es fantástico, o es un reverendo aburrimiento de 3 horas". La experiencia me indica que siempre, por uno u otro motivo, estas películas no me gustan, no entran en mi esquema promedio. Me aburren por uno u otro motivo.


Los fiscales de lo superficial
No debería confundirse lo desprolijo, con lo deliberadamente caótico o con la escasez de recursos. O lo pobre con lo minimalista. O el resultado de una época por motivos muy específicos, con un estilo. Los fiscales de lo superficial mezclan todo, y extraen las conclusiones que desean.
Nadie con 1 (ya no dos) dedos de frente puede decir que "Planet Terror" es una obra de arte, o una buena película. El género bizarro fué el resultado de una época del cine, cuando las cámaras y los productos necesarios (iluminación, celuloide, pequeñas escenografías) se popularizaron llegando a más gente que intentó hacer cine, un cine que era experimental pero no por experimentar con el cine en sí -no "experimental onda Sundance"-, sino por la experiencia de intentar hacer cine. Cinéfilos consumados, que lograron llegar a tener una cámara en sus manos, y comenzaron a hacer películas. Podemos decir que comenzó con Ed Wood -en 1953, recolectando pedazos de celuloide de películas grabadas descartadas en un tarro de basura fuera del estudio, y concluyó a principios de los '70, con la Blackexplotation. Películas de bajo presupuesto porque no había dinero, no porque no había intención de poner más dinero.
Hecha esa disquisición, hay quienes pretenden elevar al lugar de "obra de arte" a películas más bien pobres y desprolijas, que minimalistas y escasas de recursos.
Resultan increíbles los argumentos que encuentran. Inadmisibles, diría.
Forrest Gump, supuestamente comedia, me resulta triste, muy triste. No es Zelig, a la cual quizás copia descaradamente.
Tarantino, para mi gusto, es uno hasta 1994, y otro, a partir de 1995. Hay un antes y un después de Pulp Fiction.
Antes de Pulp Fiction, era como Ed Wood. Poco presupuesto, buscar actores baratos o pasados de moda, e intentar filmar en locaciones que conseguía prestadas. Un cine "experimental" minimalista por falta de recursos, pletórico de ideas que no se podían concretar a la perfección, cayendo en el ridículo, ese ingrediente imprescindible de lo bizarro, sin el cual, no existe.
A partir de que Tarantino tiene su primer éxito de taquilla, y por ende, recursos, ya no se puede alabar que continúe haciendo ESE cine. Debería haber evolucionado hacia hacer cine CON recursos y sin ridículo, y buen cine. Pero se quedó allí, intentando reproducir pobreza y escasez donde no la había, haciendo un cine independiente de mentirita, produciendo filmes malos, no bizarros, simplemente malos ("Hostel").
Comprendo que a algunos de que quienes fueron al cine entre 1960 y 1975, sean fans de lo bizarro, porque en las matinés (3 películas) se exhibía siempre una película bizarra. Entonces, a algunos de nosotros, que vivimos esa época, nos suena a revival. Explicado: te hace recordar a tu niñez o adolescencia, te retrotrae, y le otorgás el valor de la memoria y el recuerdo, alguno diría, el homenaje.
Ahora bien: quien no vivió esas matinés y no tiene ese recuerdo, ¿qué podría ver en "La tiendita del horror" versión original? Sólo una película mala, muy mala.
Es lo mismo que no puede ver quien no concurrió falsificando un documento a ver alguna película de Isabel Sarli. La Coca tuvo el valor que tuvo por aquellos para quien La Coca era el único pedazo de "carne" que podían ver en ese momento. Un recuerdo de una transgresión y un encuentro frontal con el sexo en una pantalla. Toda una aventura. Alguien que vá y alquila una película de IS sólo puede ver una mala película.

Los defensores públicos de lo pseudointelectual
Lo críptico nunca es necesariamente genial, eso considero. Los haikus son de alguna manera crípticos, y los hay geniales y patéticos. Una película críptica, incomprensible para la mayoría del público que la vá a ver (no los que no la van a ver, los que la ven; los que de algún modo nos dicen que le despierta interés, que se animan a sentarse tres horas a ver "Luz silenciosa" de Carlos Reygadas), nadie puede negarlo, es fundamentalmente algo aburrido. Escenas largas, innecesarias, porque no vamos a entender mejor a los menonitas mexicanos por pasar 80 segundos contemplativos como un menonita, eso sería una forma de creer que 80 segundos con cualquier ser social nos dice mucho o todo sobre ese ser, y sabemos que no es verdad. Aburrido no es genial. Algo aburrido es solamente eso, algo aburrido.
Los conejos de Inland Empire, los conejos... se ha hablado de esos conejos hasta el hartazgo. "Significan esto".... "No, no, significan aquello!". Y ese es el problema, que se habla.
Cuando una obra de arte surrealista o cubista es realmente arte, nadie anda discutiendo verbalmente lo que significa. Se sobreentiende que cada uno entenderá o discernirá "x" cosa, y para eso fué hecha; para abrir la mente a nuevas viejas sensaciones, para sacudir lo interno. Uno vé "Guernica" y no anda parloteando y discutiendo qué quiso decir Picasso. Entiende lo que uno entiende, y vamos, alcanza y sobra.
Los DF de los pseudointelectual se ven obligados moralmente a salir a gritar a los cuatro vientos la genialidad del producto/obra que defienden, como cruzados obesionados con la necesidad de defensa de la obra, que en realidad, pocas personas ponen empeño en atacar, escuchándose como mucho un lacónico "no la terminé de ver, me aburrió", o si fué al cine "que porquería, tiré el dinero de la entrada a la basura". Como delirantes cruzados de ojos desorbitados y espadas refulgentes, salen desesperados a vender "las bondades del producto". En el camino, pierden cualquier clase de dignidad o moral, o respeto intelectual que uno les pudiera tener previamente. Es tan salvaje la defensa -defensa ante un ataque que no existe, lo cual sería una forma de paranoia, ¿no?-, que uno los pasa a considerar "delirantes poco creíbles". Siempre he considerado que la hipocresía es la forma más perversa de la imbecilidad; ¿estarán siendo hipócritas?. En tal caso, pasan más bien por imbéciles.


Intervalo.
No tengo ganas ni tiempo para discutir con nadie la antigua pseudo polémica basada en que despreciar lo pseudointelectual porque resulta aburrido, es algo que importa y vale la pena.
Tampoco, en trenzarme en la pseudo polémica basada en que despreciar lo bizarro por malo es de persona "que no entiende el concepto".
Por arte de magia las cosas no se transforman en buenas y nutricias. Lo malo y vacío es malo y vacío, le busquemos la vuelta que le busquemos.
Aunque el mejor crítico del mundo lo diga, si una película no puede atraparme ni 20 minutos, es mala, y en parte, es vacía.
Porque precisamente en retener la atención del espectador es en lo que reside la magia y el encanto del cine; el no estar mirando el reloj cada 10 minutos, el no parar el reproductor 25 veces en 90 minutos, nos habla de algo que nos atrapa, nos mimetiza y nos permite hacer catarsis.
Y el teatro, padre del cine, se basa en ello: poder hacer catarsis, poder "meterse" en lo que uno está viendo y sentirse parte. Tensarse, relajarse, pensar, reflexionar.


Epílogo (como toda BUENA película)
Una experiencia catártica, es una experiencia que, provocada por un estímulo externo, proviene de nuestro interior, y debería ser purificadora. Una purga.
En la tragedia, según Aristóteles, la catarsis era el efecto que provocaba en los espectadores, dado que tocaba dos puntos claves: la piedad y el terror. Era la purificación psicológica de la piedad y el terror propios.
En la comedia, la catarsis debería lograr que la persona ría al sentir una amenaza de sus capacidades de controlar el entorno y a las personas que habitan en él, y llegar hasta a dudar de la capacidad de controlar sus pensamientos y deseos. Con grandes contradicciones, si dicha amenaza se torna muy real, no convoca risa. El espectador, no ríe. La balanza debe oscilar entre ser una amenaza abrumadora, y paralelamente, equivaler a nada. Esto explica el devastador éxito del humor implementado en el cine de los hermanos Marx, o de Chaplin.
Retomando para cerrar los ejemplos del principio, desde la tragedia; Inland Empire o Luz Silenciosa, no convocan ni a mi piedad ni a mi terror. Y como no puedo expurgarlos, no puedo hacer catarsis. Menos que menos Planet Terror, pues es un terror tan pasado de rosca que no resulta amenaza alguna. Ni hablar de las películas de zombies.
Desde la comedia, "Amelie" no me convoca a risa. Ese "Fabuloso destino de Amelie Poulain" no me resulta gracioso, sólo casi en el borde del delirio mental, casi en una patología. Simplemente, naïf. "Zelig" ES comedia, pues equilibra la balanza a la perfección: mueve la balanza permanentemente, haciendola oscilar de tal modo, que la amenaza, jamás es real. "Forrest Gump" se queda corta, y hasta cuesta reírse de un personaje que uno vé como discapacitado mental. Roza, -mal, muy mal- el humor negro.


A veces, al leer las críticas, es dable preguntarse si más que ante una defensa en pro de la comprensión de determinados productos artísticos, no estamos ante una descarada reivindicación de lo absolutamente vacío.
La ausencia absoluta de inteligencia, complejidad seria -no complejidad absurda- y sutileza jamás han garantizado una buena obra de arte. Más bien, lo contrario.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Las posibilidades ¿existen o son una ilusión?

En este mundo parcialmente globalizado, internetizado, multimediático y fundamentalmente exhibicionista, nos encontramos permanentemente ante una cantidad tal de supuestas posibilidades, que las mismas llegan a ser paralizantes; inmovilizan.
Cabría preguntarse hasta qué punto esas posibilidades son posibles, hasta que punto son y existen, y hasta que punto no nos estamos sumergiendo en una locura generalizada donde creemos que las posibilidades existen, y en realidad, son las fantasías que otros y nosotros construímos en una espiral ascendente de constante exhibicionismo y deseo de parecer que son y somos aquello que ni son, ni somos.
Ilusiones. Humo. Fantasmagorías.
Hasta qué punto no estamos siendo somos voyeuristas y exhibicionistas de posibilidades que no existen en lo concreto, y sólo habitan las fantasías de quienes las fabrican para exhibirlas como si en realidad así fueran, y existieran, creando una sensación aún mayor de vacío e impotencia, como si la concreta sensación de la nada de la existencia misma, no alcanzara y fuera suficiente.
Toda posibilidad, además de ser posibilidad de que algo "sea", es también posibilidad de que algo "no sea".
En lo real, en lo concreto, ¿se experimenta conocer eso posible, o se experimenta hallar la nada, lo real, que aquello prometido no existe?
Cuando creemos que algo que deseamos es posible, intentamos ir a por ello. Intentamos obtenerlo, para de tal modo, poder concretar ese deseo.
Cuando nos chocamos con la pared de la realidad muchas veces, entramos en la duda. ¿Es posible, o sólo parece que fuera posible pero en realidad no lo es?
La probabilidad de poder, la probabilidad de la posibilidad, angustia, y mucho. Porque cuando no se torna posible, genera más vacío que el que previamente existía.
Los medios citados al principio nos permiten hoy como humanos creer que es posible. Nos saturan con la idea de la posibilidad, desde todos los lugares.
Y no voy a negar que a veces, es posible. Pero considero que muchísimas veces, vemos fantasmas, ilusiones, reflejos en los espejos, nada más que eso, multiplicados ad infinitum en un caleidoscopio que jamás cesa de girar, y que cada día, gira más rápido. El tema de Internet y los nicks nos ha enseñado lo caleidoscópico que todo puede ser. La publicidad, y la realidad; "es posible ser dueño", cuando en realidad, es posible a costos altísimos, por dar un ejemplo. La visión que nos muestran los noticieros, y la realidad concreta que nos cruzamos día a día.
Lo posible está siempre en conexión con lo futuro. Porque, o ya fué, y no cabe hablar de "posibilidad", o no fué, y en tal caso, fué "imposibilidad".
Si se parte que para poder concebir la libertad, ésta debe entenderse desde que lo posible es lo por venir, lo futuro, y que para el tiempo, lo único posible es lo futuro, es vital contar con que lo posible es mínimamente "tal vez posible", que no es un espejismo, que no es, desde el vamos y sin duda alguna, imposible.
Obviamente como humanos tendemos a creer; a tener que inventarnos una zanahoria para continuar, para creer en lo posible.
Las situaciones límite nos enfrentan con la finitud de todo, con la imposibilidad de nuestro poder, con el descreimiento de no poder. Y allí, no somos libres, somos presas rengas de una desesperanza veloz. Enfrentados a la nada, esclavos de la imposibilidad, lo opuesto a lo incólume. Chocando con el mismo vidrio una y mil veces, como la abeja que encerrada en un cuarto, busca salir al exterior.
No podemos no morir, excluyentemente; además, no podemos no ser culpables, no podemos no sufrir, no podemos ser eternamente jóvenes.
La soledad nos acerca al conocimiento de la existencia, de la finitud, de los escollos. Soy mujer, soy mortal, soy no joven, soy no lo que creía ser, y sólo me resta resignarme a ello, y enfrentar así la vida, con ese conocimiento, con esas certezas; porque esas sí son certezas, en un mundo tan incierto. Esas posibilidades sí que son posibles, y no son meras ilusiones. Envejeceré, moriré, fallaré, seré culpable, sufriré, certezas absolutas de mi humanidad.
Si el tiempo pasado es lo que fué o no fué, y el tiempo futuro son las posibilidades, el tiempo presente es la decisión.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El peligro de banalizar la historia reciente

Los Juicios de la Verdad, y todos aquellos que se llevan adelante para conocer el destino de desaparecidos, o el lugar donde reposan sus huesos, o para lograr condenas a los genocidas, son armas de doble filo. Por un lado, cabe preguntarse si la justicia tardía es justicia, o tan sólo es un acto de compromiso, algo hecho al sólo efecto de cerrar una etapa. La memoria reciente, necesita imprescindiblemente distancia y recato. De nada sirve escarbar en la herida, volver a embararrarse una y mil veces en el autoflagelo, quedarse instalado en la revancha perpetua. Porque en esa perpetuación, es la propia vida la que se vá, y cabe preguntarse hasta que punto no es un acto morboso o patológico.
¿Se puede rechazar la melancolía, y seguir adelante? parece que para muchos no. Han quedado atrapados en esa telaraña, y su vida se ha convertido en seguir las causas judiciales día a día, revivir lo sucedido todos los días, todo el día. Humanamente supongo que haber tenido vivencias horrorosas marca a fuego el cuerpo, y hostiga el alma, impidiendo vivir una nueva vida, porque esa es LA vida.
¿Sirven esos juicios? A la sociedad, ¿le sirven? a los damnificados, ¿les sirven? Una sentencia judicial escrita en un papel, ¿a alguien le sirve?
Ha sido posible ver que, mientras los acusados -allí presentes- permanecían inmutables, decenas de víctimas o familiares que se deshacían en llanto y dolor. Otros sufrían descompensaciones. ¿Era y es necesario? Los victimarios permanecían inmutables, reitero.
Por si ello no alcanzare, la desaparición de Julio López completa el panorama de lo que puede significar ser "un testigo".
¿Es necesario repetir como testigo una y mil veces el sonsonete del calvario padecido? Expedientes de miles de fojas, ¿no alcanzan para que los jueces adopten una resolución que evite el juicio oral y público?
Supongo que las víctimas intentarán reconstruír defensas para poder continuar con la cotideaneidad, con la rutina. Reconstruír esos actos que están en la memoria 2, 3, 4 veces al año, ¿no es matarles otra vez la construcción?
No planteo fingir que nada existió. Ni caer en una amnesia donde nada de lo malo e indigno se recuerda. Pero ¿hay derecho de destruírlos otra vez? ¿A quién perjudican más estos juicios, a las víctimas o a los victimarios, personas de edad avanzada con poca vida por delante?
Me dá la impresión que ciertos actos políticamente correctos resultan humanamente muy incorrectos.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Triunvirato masculino (humor negro, negrísimo)

Los hombres viven bajo la amenaza de un triunvirato que acecha sus años maduros. Se compone de un alemán (Alzeheimer), un inglés (Parkinson) y un ruso (Próstata).

Un homenaje: Audrey Hepburn

Audrey Hepburn, «la estrella que no veía su propia luz» Una estrella que fue toda fragilidad, y no sólo por sus 50 centímetros de cintura: «Todos se enamoraban de su inseguridad, era una estrella que no veía su propia luz», dijo de ella su hijo Sean..
Por algo Hepburn ha merecido ahora que Donald Spoto, el llamado biógrafo de Hollywood -retratista post mortem, por ejemplo, de Hitchcock, Marilyn y Tennessee Williams-, volviera su mirada hacia ella. El resultado, que llega a España editado por Lumen, traza el perfil de una mujer traumatizada por los fracasos matrimoniales de su madre -y los suyos propios: seis abortos-, fumadora compulsiva de tres cajetillas al día, de ademanes aristocráticos pero amable cercanía.
«Una mujer que nunca se creyó más que nadie y siempre pensó antes en los demás que en ella misma», dice Spoto, quien, por cierto, apenas ilumina el lado oscuro del personaje (si lo hubiere), algo extraño para quien retrató a un Hitchcock dominado por sus represiones y a una Marilyn Monroe manipulada por bandadas de buitres, algunos de apellido Kennedy: «¡Quizá no haya ese lado oscuro!», se defiende él, «pero en EEUU sí ha habido polémica porque hablo de sus amantes extramatrimoniales... ¡Espero que Europa sea más comprensiva!». En la nómina, William Holden, Albert Finney, Ben Gazzara y un rosario más de varones, incluidos el torero Antonio Ordóñez y Alfonso de Borbón.
Sentimientos encontrados de Hepburn con respecto a su progenitora, la baronesa holandesa Ella van Heemstra: una mujer de dureza granítica -«lo has hecho muy bien, teniendo en cuenta que no tienes talento», le llegó a soltar tras una actuación- y moral victoriana: «Fue una madre centroeuropea de la época», disculpa Spoto. La baronesa se aseguró de que su hija tuviera unos exquisitos modales, pero también de que «jamás mostrara demasiado sus emociones». El toque distinguido procede pues de ella, pero también la necesidad de cariño: «Yo sólo quería ser querida», confesaría Hepburn más de una vez.
Un Bogart ya muy alcoholizado, con quien coincidió en Sabrina, solía torturarla en el rodaje: «¿Es que no puedes hacerlo mejor que eso?», le lanzaba. Gregory Peck quedó enamorado en Vacaciones en Roma: «Es imposible no quererla». En el mismo filme, William Wyler se cansó de que Hepburn no fuera capaz de llorar en escena y le soltó tal bronca que la dejó, efectivamente, llorando y lista para rodar. En Robin y Marian, Richard Lester la torturó con su veloz ritmo de trabajo: «He sido tratada mejor», fue lo más que dijo ella, siempre tan educada.
Su primera aparición en Givenchy, en 1953, deslumbró a Hubert de Givenchy, que le dejó elegir lo que quisiera del guardarropa y se declaró enamorado. Su amistad duraría 40 años, hasta la muerte de Hepburn en Suiza en 1993, «víctima del tabaco, que la ayudó a combatir su nerviosismo toda la vida». Al final, como su madre, la mujer que cambió el modelo de belleza del siglo XX dedicó sus últimos años a los más pobres, como embajadora de Unicef. Tal vez su última «insumisión», dice Spoto, al falso y dorado Hollywood.

lunes, 17 de noviembre de 2008

No era de Bertolt Bretch

Pero se la adjudicaron tanto y siempre, que todo el mundo cree que lo es.
Es de
Martin Niemoeller, pastor protestante (1892-1984)
En realidad fué el sermón de Semana Santa de 1946 en Kaiserlautern, Alemania.



Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,guardé silencio,porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,guardé silencio,porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,no protesté,porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,no protesté,porque yo no era judio.
Cuando vinieron a buscarme,no había nadie más que pudiera protestar.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Sobre lauchas y hámsters

Mi conducta diferencial ante una laucha y un hámster, siempre me intrigó. Comenzó esta intriga cuando estando yo embarazada, mi hámster Paca se comió ante mis ojos a tres de sus siete crías. Al día siguiente de este luctuoso y desagradable hecho la regalé, y comencé a pensar en el tema.
Intenté establecer un patrón que me permitiera determinar – a simple vista, no zoológicamente - cuáles son sus diferencias; fundamentalmente, orientada hacia conocer porqué a unas las mato a escobazos y las combato con inquina, y a las otras, las coloco en una pecera con aserrín y juguetes apropiados a su ergometría, y como si ello fuera poco, las alimento.
Pude establecer cuestiones muy evidentes; la laucha es color rata, tiene ojos marrones, colita, y fama de morder y de contagiarnos peligrosas enfermedades (recuerdo a mi mamá asustándome con la "peste bubónica"; una enfermedad que me haría crecer bubones en todo el cuerpo hasta morir por asfixia). El hámster es blanco nieve, tiene los ojitos rojos, no tiene colita y nos cae simpático. También muerde, pero no tiene fama. ¿Contagiará la peste bubónica el hamster?.
A la laucha, puedo encontrarmela de repente, en cualquier lugar. Se me aparecerá, y hasta podrá pasarme corriendo por sobre los pies. O quizás hasta se encuentre detrás de mí en este instante. Al hamster, sé que sólo lo he de encontrar en lugares protegidos; una veterinaria, una paqueta vidriera o su jaulita de vidrio.
La laucha corre por donde desea, en libertad; el hámster, en la ruedita de metal hasta que sangran sus patitas (quizás sean manitas, lo desconozco). Se aliena en esa ruedita que la lleva vertiginosamente a ningún lugar, hasta que se lastima.
Las lauchas se nos acercan sólo para buscar comida; este hecho también es fundante. No cabe suponer que la laucha se nos acerque para "atacarnos"; cuando lo hace, es en función al mecanismo de defensa que la hace intentar alguna acción con tal de evitar la extinción. Ahora bien, a los hámsters les damos comida nosotros, puntualmente y hasta contemplando su bienestar general y una alimentación balanceada, para que su pelaje brille.
Las lauchas nos asustan ancestralmente; los hámsters, nos caen simpáticos desde que nos los venden como simpáticas y suaves mascotitas que ocupan poco lugar (no nos dijeron nada sobre los hedores).
A los hámsters, hay que comprarlos; abundan en los hogares donde existe un buen nivel socioeconómico. A las lauchas, las hallamos donde hayan sobras de comida. Por ende, las lauchas no abundan en los lugares donde son controladas por barreras físicas o químicas.
Sobre las barreras, podemos agregar que es posible colocar "tramperas"; más, si el encargado de la colocación de la trampera se roba el queso y se lo come, la laucha no se ha de dirigir hacia ella. La destrucción de la cuevita de las lauchas no implica su eliminación. Por el contrario, garantiza su dispersión.
No me cabe duda alguna que ambos bichitos deben sentir el hambre de igual forma. Sí es importante contemplar que la laucha se vé obligada a buscar la comida, pues nunca nadie le puso un pedacito para que se alimente. El hámster, por reflejo condicionado, aprende a hacer monadas para conseguirla; se para en dos patitas, se limpia los bigotes, etc.
Cuando llega el momento en que uno necesita matar un hámster (por ejemplo, vejez), concurre al veterinario. Impresiona matar a la mascotita. Si uno tiene que eliminar (nótese el término "eliminar") a una laucha, casi siempre emplea un método cruento, y si la puede aplastar a escobazos, parecería que es mejor.
Es común transmitir a los hijos la simpatía por los hámsters, y el odio por las lauchas. Dejaríamos ir a nuestros hijos a jugar a la casa del amiguito que tiene hámsters, más jamás a la del que tuviera lauchas.
Si nos toca un hámster, o nos camina por el brazo u hombro, esbozamos una sonrisa. Si una laucha nos pasa a dos metros, corremos a lavarnos, alarmados.
El hámster goza de una imagen de bondad, por más que muerda (es muy frecuente que muerdan). La laucha es una representación viva del asco, la basura y lo sórdido, por más que no haga nada.

Las observaciones previas me permiten llegar a esta evaluación:
Ambos quieren las mismas cosas: protección y comida;
Ambos poseen las mismas potencialidades; en unos colaboramos a desarrollarlos, en otros, no.
Difieren en su método de obtención del alimento, dado que unos no tienen la necesidad de obtenerlo, sino que se lo dan, y los otros, deben llegar a situaciones extremas – poniendo a riesgo su vida - para hacerse de él.
El comportamiento, tanto de las lauchas como de los hámsters, depende del entorno. En un entorno favorable, son animalitos afables. En un entorno desfavorable, atacan.
Dejando al márgen casos aislados y particulares de especímenes con desviaciones congénitas y genéticas, lauchas y hámsters, son iguales.

Casi casi como sucede con los seres humanos.

Una salida limpia

Las cosas podrían haber sido peores. O mejores. Nadie podía saberlo, pero era un buen sentimiento el de la incertidumbre. Generaba sensaciones que lo liberaban de la pesada responsabilidad de ser el único a cargo del desastre.
No tenía cabal idea de cuando todo había comenzado. Podía establecer dos o tres hechos puntuales, que a su juicio, deberían ser considerados como los precipitadores del desastre. Pero sabía que esa explicación, era sólo un consuelo. Lo peor era eso. Lo peor era que él sabía perfecta, concreta y puntualmente, que todo se había deslizado por un tobogán con su mano apoyada en la espalda del último de la fila, con un levísimo empujón. Empero, de saberlo a reconocerlo, existía un segmento imposible de recorrer. No por imposibilidad de hacerlo; si no por falta de intención. No lo iba a hacer. De ningún modo, y por ningún motivo.
Repensó: todos sus pensamientos comenzaban con "No".

Su negativa afloraba en forma constante, era un "lapsus" que no podía disimular a sí mismo. A los demás, en cambio, podía mostrarles la cara que quisiera, y generalmente, mostraba la de una víctima.
Hacía tanto tiempo que la tenía, que ya era la propia. Y de tan propia que le era, le salía perfecta. Era su mejor estrategia. Una vez más, había funcionado. Pero la duda lo atenazaba, y no lo dejaba dormir. Una duda. Una sola.
Los desastres, eran producto de las circunstancias o de su intención? Realmente, cual era la causa efecto? Siempre prefirió creer en las circunstancias pero... últimamente, dudaba.
Lo tenía realmente molesto. Inquieto. Angustiado. Le quitaba el sueño. ¿Debía creer que era un enfermo, un demente que deseaba compulsiva y obsesivamente hacer el mal, o que las circunstancias lo ponían en esa situación...? Pues si era así, tendría que poder identificar esa maldad. Porque esa maldad lo conducía, sistemáticamente, al fracaso personal. Quería ser exitoso, y no podía. Ahora bien, sería que quería ser exitoso pero, a la vez, deseaba hacer el mal, y esta última inclinación copaba la parada?
Estaba sintiéndose mal, mal físicamente. Comenzó a descomponerse. Primero, sintió frío en la espalda. Luego, comenzó a transpirar. Caían las gotas desde su frente, rodeando su rostro como una caricia macabra... Se sintió oprimido comprimido compungido dolorido. Esto era más de lo que podía soportar.
Le era posible soportar que era un fracasado, un perdedor, en última instancia, podría soportarlo. Pero lo que jamás podría soportar era saber que era un maldito. Saber que en el mal del otro estaba su felicidad, era más de lo que su cuerpo y mente podían soportar. ¿Cómo podía ser feliz cuando otro sufría? ¿Cómo? ¿De que modo? Inconcebible... más allá de lo tolerable.
Se sentía peor. Oía sus latidos, como un parche sordo golpeándole en el pecho. Percibía su sangre corriendo por las venas, arterias, desplazándose a velocidades inconcebibles. Maldad... jamás había tan siquiera contemplado el punto de vista filosófico de la maldad. Nunca leyó, ni le interesó nada sobre la maldad. Ni siquiera la maldad desde el punto de vista religioso o espiritual. Sabía, si, de Lucifer, del ángel negro, oyó hablar de Belcebú... pero ahí terminaba todo. Recordó haber leído, en la escuela, un fragmento del Infierno de Dante. Algo de los siete círculos, había una mujer llamada Beatriz... pero no recordaba más.
Quería pensar, pero no podía. Se mezclaban en su mente imágenes, pensamientos, aromas, sonidos, flashes de su existencia... parecía un trip psicodélico. Necesitaba sentarse en ese instante.
Se sentó en un banco. Era de madera, el banco. Estaba pintado de color verde inglés. Hacía poco tiempo que lo habían pintado. Una de las maderas, estaba quebrada. Era duro ese banco. Apoyó a su lado un maletín. Era su maletín? Ciertas cosas, comenzaban a superarlo...
La punta de su zapato. Lindo zapato, pensó, bien elegido... "me encantan los zapatos escarpines, con hebilla, semillados. Bien lustrados". Se obsesionó en su zapato. En uno sólo, el derecho. Extendida hacia delante estaba esa pierna. Con la punta del zapato, con la suela, acariciaba, casi con delicadeza, la baldosa vainilla rosada de la plaza. Una, y otra vez... iba, y venía. Como una curva, era el movimiento. Intentó perfeccionarlo, hasta el punto en que apenas rozara el polvo depositado sobre la baldosa. Lo logró. Esbozó una sonrisa, era un ganador rozando baldosas...
De nuevo el malestar. Éxito, fracaso, triunfo, desazón. Circulo vicioso. Se enfadó. Deseó no haber pensado que era un ganador rozando baldosas... Sería de maldito considerarse un ganador rozando baldosas, o simplemente algo propio de un estúpido? Peor. Empeoraba, y era consciente de ello. Ya no podía ver claramente el césped que tenía enfrente, a escasos cinco metros.
Lo irritaba otra vez el tema del causalidad, o la maldad. Pero cada minuto que pasaba, peor se sentía... Es más. Sabía, precisa y perfectamente, que no iba a poder ponerse de pie. Ya, eso, era un hecho. Esos zapatos... que espantosos eran esos zapatos que veía. Quién se los habría dado? Eran horrendos. "Debo comprar zapatos", pensó. "Lindos zapatos, mocasines en lo posible. Simples, sobrios.".
Comenzó a pisar hormigas, que pasaban casi debajo del banco. Una por una. Una hormiga, otra hormiga, y otra hormiga más, todas ellas, muertas. Aplastadas, girando una y otra vez la punta del espantoso zapato. Mataba con inquina a las hormigas, como si fueran las causantes de su desconsuelo. Las esperaba, con el pié levantado, y cuando las imaginaba proyectadas justo en el eje de su pie, bajaba éste lentamente, y comenzaba el aplastamiento.
Y ahora, encima, se dedicaba a matar hormigas... se decretó patético. Se vio, a sí mismo, como la más abyecta de las lacras. Ni a las hormigas podía dejar en paz...
Comenzó, de repente, a dolerle fuertemente el brazo izquierdo. Ardía su brazo, como si lo quemaran por dentro. Se mordió el labio inferior del dolor. Sin embargo, lo dejó progresar. Sabía, en el fondo, su significado, su implicancia. Y, del todo, no le desagradaba.
El dolor se irradió al centro de su pecho. Le costaba mucho, mucho, respirar. Hubiera preferido reclinarse en el banco, estirar los brazos a ambos lados, mirar el cielo. Cegarse con el pastel del cielo. Pero el dolor, se lo impedía. Sólo pudo plegarse sobre sí mismo, abisagrarse. Cada vez más, cada vez más fuerte, cada vez más implacable el dolor...
Sentía su pecho como si estuvieran pasándole una sierra por el centro. Ese tipo de dolor, imaginó, era el suyo. Estaba aserrándose a sí mismo, y no pensaba pedir ayuda alguna. Se plegó más aún.
Las hormigas, sobre el polvo, al costado de un zapato, casi hermoso, casi horroroso. Eso iba a ser lo último que sus ojos vieran.
De alguna forma, era una salida limpia.

Todo tiene su tiempo

Así como la calma precede la tormenta,
También la sucede.
Así como los ánimos se exacerban,
Y los humores se rancian,
Y las iras se desatan,
Así, también, se calman.
Todo tiene su tiempo,
Su lugar y su espacio.
Cierto es: recidivas, habrá.
Inevitable situación, esta.
Crisis es cambio,
Y caos, confusión;
Las crisis, siempre,
Son precedidas por el caos.
Condición "sine qua non".
Y sucedidas por la calma,
Que siempre es lenta,
Mansa,
Adormiladamente sua - ve.
No estamos solos,
Solo,
Estamos
entendiendo el cambio.

Itsy Bitsie Spider

Itsy Bitsie Spider
Construye su telita;
Viene la lluvia y la destruye.
Sale el sol, e
Itsy vuelve a tejerla.
Teje y teje, Itsy.
Es posible tejer la telita;
Es posible tejer mil veces la telita.
Siempre puede llover.
Siempre es posible tejerla.
A veces, cansada,
Itsy mira como llueve.
A veces, no tiene ganas de tejer.
A veces, cree que nunca parará
de llover.
Un día, un rayito de sol calienta
su cuerpo;
e Itsy siente ganas de volver a tejer.
Tejer es como andar en bicicleta;
Se aprende una vez, no se olvida jamás.
Tener ganas parece ser la diferencia.

Enigma

Inevitablemente, como humanos, deseamos y buscamos una vida plena, gloriosa, magna. Ciertas cosas resultan como uno así las desea; otras mutan, y ejecutando extrañas piruetas, devienen en nuevas especies derivadas de una primigenia, a la cual, ya, no se parecen en nada.
El misterio de la existencia misma de cada uno esta encerrado en este enigma.
Difícil resulta dilucidarlo y, más aún, tratar de entender, aunque sea en una mínima parte, cual es el código al que responde, la lógica de su proceso. Su composición es anómala; un adn desprolijo, desordenado, y a la vez, terrible, infinitamente creativo.
Vivo mi vida como un espiral; un espiral ascendente, que momento a momento aumenta su diámetro. Inversa imagen de la del embudo, giro sobre idénticas cuestiones una y otra vez, pero cada una de ellas en un círculo más alto. La comprensión de parte de la existencia humana, entender tan sólo una minúscula parte de ella me nutre, me colma, pero a su vez me invade con pánico. Esta sabiduría, rica, gozosa, tiene su precio: no es gratis, no viene dada. Como en un pacto con el diablo, tomo parte de algo rico pero el precio a pagar resulta detestable.
Es entonces cuando la ambición de dicha vida gozosa, plena, magna, toma un real sentido: sólo podrás acceder a ella si pagas con el dolor de tu carne, de tu alma. Felicidad y vacío en la vida de aquel que lo ignora, desdicha y plenitud para aquel que ha logrado ver, de lejos y entre las sombras, el aspecto del ingreso a tal morada.
Solitaria resulta; una incómoda morada. Húmeda. Mohosa. Monasterio medieval encaramado en un risco. Afuera, los bárbaros, y sus lujurias basadas en la simple ignorancia de la muerte. Adentro, sola, mi alma. El precio. Otra vez, el precio.
Momentos de placer me esperan. Algunos. Pocos. Darme, y recibir, y en elípticas parábolas flotar a través del tiempo, con un alma gemela, envolviéndonos el uno al otro, destilándonos, deshilvanandonos, descubriendo nuevas formas de percepción. Como el amor entre los caracoles. Una, y otra, y otra vez. Repetición, perfección, encuentro mágico fuera del tiempo y en otras dimensiones. Etéreo. Lábil.
Tempus fugit.
Comparto mi morada con las parcas. Ellas me miran. Las miro. Nos conocíamos; ahora, son amigas. Pero son tan viejas... y están tan ocupadas que, por el momento, deciden ignorarme. El tiempo se estira. Y huye.
Cloto, hila el hilo de la vida del hombre. Láquesis, lo devana. Más Átropos, es la que corta ese hilo.
Hoy, la más allegada, es Láquesis. Pero a veces, la sorprendo mirándome con desconfianza. Cruza miradas con Átropos, silenciosas ambas. Inmutables. Inescrutables. Disimulo. Pretendo no apreciarlo.
Más cuando ambas concluyen este simulacro de destino incierto, este fusilamiento de almas, las encaro. Dirijo mi mirada fijamente a ellas. Sonrío afablemente. Sonríen irónicamente.
Estamos en paz.
Un día más me han otorgado.
Un día más para dilucidar mi enigma.

Ana: mujer.

Ana conoció a Martín en la cola del banco. A Ana se le cayó la carpeta, Martín la levantó, y al levantarla, desparramó todos sus papeles. Juntándolos, se gustaron. Martín se quedó con una tarjeta de Ana, y dos noches después, la llamó por teléfono. Ella se sorprendió, mucho, del llamado.
Se le hicieron las 2 de la mañana conversando con amigas sobre este llamado, por el teléfono de línea, el celular y el msn. Una decía una cosa, otra decía otra, cada una según como le iba en la feria... una compañera de trabajo le dijo que seguro era homosexual, aún no sabe bien porque le dijo eso, pero se lo dijo.
Dos días después, ella lo llamó a él. Entre 5 amigas llegaron a la conclusión que estaba bien que ella lo llamara, que no quedaba regalada ni cosa parecida... Ana se sentía tensa, y lo invitó a tomar un café, más para terminar la charla (de lo ansiosa que estaba ser reía como tonta) que por otra cosa.. Se sintió una trola, después de invitarlo. Ugh que desastre, como había hecho eso!!!! No aprendía más, no había caso...
El tema fue que tomaron el café, y no ardió Troya ni cosa parecida, sino que pudo sentirse un poco cómoda, nada espontánea, bah, como de costumbre en las primeas citas (para ella). De a poco, la cosa se fue afirmando.
Ahora, Ana y Martín sólo se ven entre ellos, no salen con nadie más. Podríamos decir que la relación, es bastante sólida.
Una noche, en el cine, a Ana se le ocurre algo.
-¿Martín, te dás cuenta que hace seis meses que nos vemos? -dice sin pensarlo demasiado, casi estimulada por un diálogo de la película.
Martín, continúa mirando la pantalla, no dice palabra. En la película, un hombre se sube a un Chrysler Neon, color oro.
Ana piensa: " Se molestó. Seguro que se molestó. Mira fijo la pantalla, y come pochoclo. Ni quiere que le hable del tema. Para que habré hablado... para qué. Quién me mando a hablar a mí, no aprendo más. Ahora, se borra. Seguro se borra. Para que lo apreté? No era momento, no era apropiado. Sigue mudo. Claro, termina la peli, nos vamos, mañana me llama, me dá una excusa, y bye Martín. Linda la hiciste, Ana. Y las chicas. Las chicas, me matan. Me avisaron que no dijera nada, que no me pusiera ansiosa. Tengo ganas de llorar... ayyy como hago para no llorar..."
Martín, mientras, piensa:
"Basta de pochoclo. Después no voy a tener hambre, y quiero comerme una milanesa a caballo, completa, full-full. Que decía Ana? Ahhh... sí, seis meses"
- Cierto Ana, hoy seis meses justos (está espectacular el Neón, por Dios!!!!).
La procesión sigue dentro de Ana:
"Ahora, yo, quiero que esto se ponga más comprometido? En que me metí, por Dios!!! Y solita, me metí... que quiero yo, que quiero? Y si está serio porque me va a proponer convivir? No, me muero. Si es eso, me muero. Y si quiere casarse, y tener hijos? Yo, estoy preparada para tener hijos? Me voy a deformar toda... y en 3 años estoy hecha una vaca, con lo que me costó adelgazar esos 5 kilos de mierda... y me va a dejar por otra, seguro que me deja. Por una pendeja, seguro. Claro, yo con la pata atada a la cocina, y el señor, revolcándose por ahí... no, a mí esa, no me la hacen. No no no no no... Este, que se piensa? Que yo soy qué? Que todo es sexo, y un lindo cuerpito? No es el único hombre en la tierra. Bueno. Pero Karina, no consigue pareja. Tampoco es para andar dejándolos tirados a un costado. Que quilombo... que hago??? Para que hablé!!!! Quiero llorrrrrrrraaaaarrrrrrrrr..."
Martín, discurre en silencio:
" Seis meses... ni loco junto en seis meses para cambiar el actual por un Chrysler Neon. Vale un fangote de guita. Y no puedo cobrarle a ninguno, manga de h... de p.... que viven a costa de mi laburo, y no me pagan. Y ellos andan en buenos autos. Así, cualquiera, así, es fácil.... Tengo que cobrarle sí o sí a Jimenez. Me paga, o me paga. Se acabó. Porqué el anda en un Lancer, y yo no puedo cambiar mi auto?".
Ana, mientras:
"Hizo cara de enojo. Lo ví. Puso cara de enojo. Claro, yo digo "seis meses", y nada más. Al tipo, le cayó remal. Parezco una tarada con esos comentarios. Debe pensar que soy una huequita. Nadie quiere a las huequitas... me cavé la fosa yo sola. Porqué, si no soy idiota, actué como idiota? Me está por venir el mes, y me pongo idiota. Quiero llorrrrraaaarrrrr..... pero que no se me corra el rimmel, por favor. Ay, me puse el común o el sumergible? A ver, era del frasquito plateado. Ese, es el Revlon o el Astor? No, es el Astor, el Revlon es negro. Astor es el sumergible, puedo llorar que no se me vá a correr. Traje Kleenex? Si, traje. Donde están, carajo, no los encuentro... ¿que hace la pinza de depilar acá? Uyyyy el pelito de la barbilla!!!! No me lo saqué!!!!!! ¿lo habrá visto? Tengo que hacer algo con ese pelito, tengo que hablar con Pupi, que hizo la depilación láser. No encuentro los Kleenex, como voy a llorar? No puedo. Encima, no puedo lllloooorrrrrrrraaaaarrrrrrrr......... lo dijo clarito, dijo " Cierto Ana, hoy seis meses justos ", y nada más, y con que tono, y con que cara!!!!! Me quiero morir ya, para que hablo, quien me manda, porque no puedo mantener las relaciones tranquilas, en orden, sin conflictos, para que, digo yo, para que????????????????"
Martín:
"No, ese hijo de puta de Jimenez, me paga o me paga. Se me acabó la paciencia. Ese que se piensa, me tiene de hijo de la pavota... yo quiero comprarme el Neón, y Jimenez tiene el Lancer. Que pague o le pongo abogado. Me cansó, ya no le banco una semana más. Harto de que me toque el culo, harto estoy. Tengo las bolas por el piso ya. Se acabó, Jimenez. "Ana continúa:
"Se vá, seguro se vá. Por eso no dice nada. Si me tiene que decir algo, me dice adiós. Para que hice esto? Para qué? Yo me saboteo, siempre me saboteo. Mamá me lo dice, y yo no la escucho, pero tiene razón. Lo vas a cansar... cuidalo, es buen muchacho. Tiene razón mamá, y yo, no doy bola. Vieja, pero zorra, mamá. Además, que intención tenía cuando dije eso? Ay se rasca la oreja... hace eso cuando se va a enojar, ya me dí cuenta yo, ya lo conozco. Seguro. Esta caliente, enojado. A la salida, se me arma. Suerte si me lleva hasta casa. OTRA VEZ SE TOCO LA OREJA!!! Ay esto es grave...."Martín:
"Lindo el Neón... lindo. ¿Me estará saliendo un granito en la oreja? Como pica... Me gusta color oro, pero es muy cirquero. Negro? No, es de levante, negro no. Rojo tampoco. Se quema rápido la pintura roja, con el sol. El blanco es muy sucio. Bueno, pero el rojo, revende fácil".Ana:
"No tengo que hacer este tipo de cosas. Bueno, ahora que Martín me vá a dejar, debo aprender la lección. Alguna vez tengo que aprender. No todo es como en las novelas, la vida es diferente. Yo soy muy soñadora, y voy a perder a un buen tipo por boluda. Me lo merezco. Buahhhhhhhhh...... pero no quiero perderlo. Ay que hago, como la arreglo... Y no me dirije la palabra, ni quiere hablar conmigo. Ni verme quiere. Y si le agarro la mano? Capáz de ponerse peor, no, mejor ni tocarlo. No vaya a ser que piense que lo quiero calentar, encima, y quedo como una trola. Nadie se casa con una trola. Ay pero quiero o no quiero casarme? No, casarme no quiero... no quiero perder mi libertad, ahora que tengo un buen laburo. Basta, basta, tengo que cortar con esto. Necesito hablar. Si se acabó, que me lo diga, y listo.
Martín piensa:
"Mañana le digo: "Jimenez, pagás, o te rompo el auto a patadas!!!! Me tenés harto!!!"
Martín! - grita Ana, y dos filas atrás, y delante, la miran.
Shhhhh, que te pasó? - (Martín piensa que le ha pasado algo, que le duele algo)
No sigas, por favor, no sigas....- dice Ana, lloriqueando, y sacándole el pañuelo del bolsillo del saco de Martín.- Hacé como que no dije nada... por favor, te lo pido. Olvidalo.-
Martín, cree que a Ana le ha dolido alguna parte del cuerpo que no quiere contar, algo femenino, y le pasa el brazo sobre la espalda, en un pequeño abrazo. Entiende su intimidad, de querer olvidarlo.
Nunca te volveré a decir algo así - dice Ana
Tranqui, chiquita, no hay problemas conmigo, yo te entiendo....no exageres, no es para tanto- dice Martín.
Ay Martín, vos sos tan comprensivo.... te agradezco que existas, no sé como podés estar conmigo- dice Ana, que ya está, declaradamente, llorando.
Todo tranqui, Anita- dice Martín, y piensa "A esta mujer, cada vez le ataca más el mes. Mirá si se vá a hacer problemas por esa pavada..."
Soy la mujer más feliz del mundo- dice Ana.
Martín la mira, interrogante, sin entender nada. Piensa: " Uy, este mes, peor que nunca... se le pasará con el tiempo???"
Ana lo mira, fijamente, como esperando una respuesta, que parece por su carita, es muy importante. Martín, que no sabe ya que hacer, le dá un beso, cortito, tomándole la barbilla. Quiere ver el auto, ahí viene otra vez. Ana se acurruca en su hombro, y tierna, le dice - Gracias.... muchas gracias.. (me habrá tocado el pelito? Ay soy imperdonable....).-
Otra vez el Neón!!! "Tengo que cobrarle a Jimenez. Tengo." Piensa Martín.
Martín, reacciona. "De nada, tontita...." y le sonríe, porque la verdad, ni sabe que le está hablando Ana, totalmente obsesionada ahora por el pelito.
Termina la película, cenan (él, ella tiene el estómago cerrado), y la lleva a su dpto. La acompaña hasta el piso, le dá más besos, abrazos, y se vá.
Ella, corriendo, se tira en la cama a llorar, previo agarrar la caja de Kleenex, el demaquillante, las pompitas de algodón y la crema con colágeno y elastina, para prevenir las arrugas. Ahhh!!! Y el espejo de aumento, para sacar el pelito maldito, y el inalámbrico para llamar a las 4 amigas íntimas, y contarles todo - todo - todo.
Llora hasta el día siguiente, y debe ponerse en la cara la almohadilla azul que saca y pone en el freezer, para descongestionar su rostro.
Martín, llegó a su casa, abrió Internet, y se fue a la página de Chrysler. -A ver que colores tienen... che, que le pasaría a Ana? Tendría que haberle preguntado? No, son cosas de mujeres, no tengo porqué invadirla. Uy que bueno está el azul ultramar!!!! Cuando la vea que esté bien, le pregunto, y listo. Hoy, no era el momento.-
Ana, continuará por dos semanas relatando el suceso de comprensión divina de Martín, y lo injusto de su actitud para con él. Hablará, y hablará del tema con conocidas, y desconocidas. En la peluquería, en la depiladora, en el trabajo, en todos lados. Masticará, evaluará, sopesará la situación un millón de veces. Recordará cada movimiento, cada gesto de Martín, lo imitará físicamente, y le otorgará la totalidad de combinaciones probabilísticas posibles de porque lo hizo, o no lo hizo. Sus amigas, aportarán lo suyo, sumando más incertidumbre. No arribará a ninguna conclusión, pero tampoco dejarán de hacerlo.
Un día, dos meses después, Ana dice a Martín:
Uy, estoy en fecha... me viene en cualquier momento -
Martín, intentando enmedar aquella falta de atención ante Ana en el cine, le dice:
Ana, por favor, esta vez, que no te pase lo del cine... me entristece que llores, yo estoy con vos, quedate tranqui.-
Ana mira a Martín, y piensa:
Es increíble, se acuerda que yo estaba con el mes cuando le dije lo de los seis meses, cuando casi nos separamos para siempre, por eso me disculpó, y encima me tranquiliza... es un amor... pensar que casi lo perdí por esa huevada...-
Martín, la vé sonreir dulcemente, y piensa:
Bueno, este mes, viene más tranqui. Se le estarán empezando a calmar las hormonas ??? ojalá...

La cafetera

"El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atrlas,copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido"


"Las Cosas",
J.L. Borges


Todo comenzó cuando buscó una receta que recordaba vagamente, estaba en el número último o primero del año 1999 de la revista Cuisine & Vins.
El problema es que no estaba la revista. Más precisamente, de la colección, no había ningún ejemplar. Ni uno. Sabía que debían ser 24 ó 36 ejemplares, esto es dos o tres suscripciones; pero no aparecían en la biblioteca los lomos negros. Esto, le llevó también a darse cuenta que no estaban los libros de pintura. -"Carambas", se dijo, y realmente se dijo "Carambas" y no " la puta que lo parió", porque no deseaba putearlo a él, sino, le molestaba la situación.
El día que él embaló las cosas que se llevaba, ella, optó por no estar. Pensó que si estaba, podría engancharse a discutir por pavadas, y se autodecretó no hacerlo. Además, dio por descontada cierta dosis de sentido común de la otra parte. Esta, fue la parte de sentido común que le faltó a ella.
Las cosas, muchas de las cosas, el 99% de las cosas eran de él, pues ella -que pensaba en él- cuando veía algo que sabía le gustaría, se lo compraba y lo regalaba. El, cuando veía algo que le gustaba a ella, generalmente lo decretaba "kitsch", y por ende, no lo compraba. El consideraba que el gusto de ella era "burdo", poco estético, como decirlo... chabacano.
El, se asió a las cosas, como si fueran paracaídas en un avión en llamas. Decidió que los regalos de casamiento o generales hechos por amigos de él, eran de él. Lo regalado por ella, era de él. Los objetos de diseño, eran de él. Los cuadros, también eran de él. El, sin la música no podía vivir, y por tanto, el equipo de audio era de él; también los auriculares inalámbricos, dado que como iba ahora a vivir solo, eran obvios los motivos por los cuales los necesitaba. Eso sí, la multiprocesadora, y el lavarropas, serían de ella. No obstante, se llevaría 3 platos playos, 3 hondos, 3 de servicio, y 3 de postre (esto, para joder, nomás). Todas las copas (¿acaso, no las había elegido él?), el sacacorchos estético y el anillo para soportar las gotas. Si la compulsa iba a estar basada en quedarse con las cosas de acuerdo a haberlas elegido o no, je, el ganaba por varios cuerpos. Lo que él no elegía, no entraba a la casa, o entraba por delante, y salía por la bolsa de la basura.
Sólo cometió un error: la cafetera.
El olvidó el valor que para ella tenía la cafetera.
El olvidó que ella, por una cafetera, había emprendido un negocio.
Cuando quiso comprar ESA cafetera, él dijo que era un despropósito, un gasto exagerado e incoherente, innecesario. Decretó que no había dinero para esa cafetera.
Ella, como era, como siempre había sido, empezó a pensar en conseguir dinero para esa cafetera. Así, inició una pequeña empresita, que perduró 4 años, y que generó ganancias considerables de las que todos disfrutaron. Y ella, con la primer ganancia, compró esa cafetera.
Pues el objeto de esa empresa, había sido la cafetera.
El olvidó el valor de la cafetera.
Era todo un símbolo, la cafetera. Un bastión. El faro de Occidente, el primer mazazo en el muro de Berlín. La primer pisada del hombre en la Luna.
Y a él, se le ocurrió llevarse la cafetera.
Ella dijo : - Ah no... con la cafetera, no-
Y lo que hasta ese día había sido "adulto", "serio", "tranquilo", devino en un mare magnum estridente, apocalíptico, una fuerza contra otra fuerza.
Ella, cambió las cerraduras. Puso una traba. Comenzó a reclamar lo que pacíficamente había dejado de lado.
Muy adrede, muy infantilmente, decía: - "Quiero medio auto". (Que mitad sería? En forma horizontal, o vertical? Mientras, seria, formulaba el reclamo, se imaginaba un auto segmentado en forma vertical. Le tocaría la mitad de atrás, o de delante? Se reía, por dentro, se reía. )
"Quiero medio auto", se empacaba.
"Quiero la mitad de las Cuisine & Vins".
"Quiero la mitad de la colección de libros de arte"
"Quiero la mitad de la mesa"
"Quiero la mitad del ficus. Y quiero la parte de arriba, porque la quiero"
"Quiero la mitad de la colección de enciclopedias. Quiero de la "K" a la "Z""
Cada vez eran más incoherentes sus pedidos. Respaldaba la lógica del pedido de la "K" a la "Z" justificando que en la "K" empezaba Kafka.
En realidad, lo que había empezado, era "La metamorfosis" de Kafka.
El, nunca debió tocar la cafetera.
Pero claro, si él se hubiera percatado alguna vez del valor de la cafetera, de lo que ella era capaz de hacer por aquello que deseaba, hubiera podido ver el principio del fin.

Las mariposas

Después de todo, se podía sobrevivir la vida. Ella era una muestra de este hecho; sobrevivir era posible, en el medio de un todo centrífugo que, deshaciendo en finas hebras los pedazos de vida, los conducía a velocidades cada vez mayores hacia un vórtice infinito, profundo, y a la vez, placentero.
Quizás era esa escencia en la que sabía muy bien ensalzarse; quizás - a veces meditaba -, era simplemente como las cosas eran, o podían ser, o debían ser. Tal vez era capricho, sólo capricho: se sabía caprichosa.
En realidad, no meditaba a veces; meditaba casi siempre, en forma permanente, obsesiva, neurótica ella toda, espíritu, piel, carne, y hueso.
Meditaba tanto lo profundo, lo valioso, como lo estúpidamente fútil y efímero. Meditaba lo propio, lo ajeno, lo gigante y lo minúsculo.
Meditaba, y actuaba. Esto es: coexistían la especulación y el facto.
Emma sabía como esto se sentía, pero mucho le costaba transmitirlo; evidentemente, no podía compactar tanto en tan poco tiempo. Cuando hacía análisis, sentía que sus sesiones debían durar un mínimo de 4 horas para que pudiera contar todo lo que quería contar. Ovejita obediente, respetaba el reloj, al paciente anterior y al siguiente, casi más que su propio espacio y tiempo de analizada.
Se sentaba por las tardes frescas, en su tranquilo City Bell, en la pequeña expansión del living, a mirar el roble del patio de su casa. Y las mariposas de su mente comenzaban a volar en esos erráticos pero a la vez hermosos vuelos de colores.
- El roble está enfermo, pero no puedo llamar a un especialista porque no podría pagarle. Tengo que llamar al Banco, van a ejecutar la hipoteca, y otra vez Scottie se rasca. Tendrá pulgas? Debo comprar la pipeta. Pobre perro, cada vez lo cuido menos... todas la lenguas de las mujeres serán así de rasposas? La lengua de Cecilia era muy rasposa.
Cada vez que se le brindaba la oportunidad, era la misma intriga. Emma no sabía, no recordaba, o jugaba a no recordar como era la sensación, el tacto, el roce de sus labios con otros labios de mujer. No dejaban de extrañarla lo pequeño de las lenguas, lo puntiagudas que se sentían; tan distintas a las lenguas masculinas... y no sabía bien porque, muchas veces, ciertamente rasposas. Supuso muchas veces que serían hábitos de bebidas calientes; carecía de sentido, pero suponía eso. Exceso de café caliente, pensaba.
A Carlos no le había comentado esto. Si bien no tenía secretos con él, había cosas que le parecían infantiles, ridículas, fruto de sus miles de inmadureces, y que además, así como venían a su mente, se iban, como tantas otras cosas...
- ... y tengo que depilarme. Antes de depilarme debería cargar el lavarropas, mejor hago eso. O mejor me quedo acá, sentadita, termino tranquila mi cigarrillo y el café. Crece mal el bambú; cuando los planté, debería haber plantado al menos cuatro plantas más. Porque si necesito que crezca hacia los lados se empecina en crecer en el otro sentido? Es por llevar la contra, nomás. Parece que supiera que necesito que crezca en el otro sentido.
Y se reía de sí misma cuando se encontraba pensando así. Se preguntaba al menos dos veces por día si todas las personas, si todas las mujeres, pensarían como ella. Sabía, o al menos, percibía, o intuía, que no era así. Todos los demás eran perfectos, enteros, concretos, sin fisuras. Se sentía rara avis, cosa que le molestaba y le encantaba. Le molestaban los múltiples trastornos que esta condición imponía a su rutina básica de vida; le encantaba sentirse viva así, de este modo. Se sentía tan vital, tal poderosa en su debilidad...
Carlos solía decírselo bien claro, ayudándola un poco a pensarse a sí misma. Y nunca habría de saber lo mucho que ella escuchaba y comprendía lo que él le decía; pero si Carlos escuchara las mariposas!!!
- no me escuchás nunca, bebé. No me escuchas, o me interrumpís. Y eso no me hace sentir bien. Además, sabés lo mucho que detesto repetirme.
- No es que no te escuche - repetía ella hasta el hartazgo; ella, a quien nunca le molestó repetirse. - Juro que te escucho- solía decirle, para luego repetirle como loro endemoniado la exacta frase que el había expresado. Se condolía con la molestia de él; y mucho se condolía. Lo quería tanto, lo sentía tanto, que cuando se preguntaba que cosa no sería capáz de perdonarle, tomaba conciencia que era capaz de perdonarle todo.

El anillito

Era un anillito, pero era mucho más que un anillito.
Era un anillito de oro bajo, que tenía engarzadas unas piedritas chiquitas chiquitas - casi polvillo-, de esmeraldas. En realidad, ni esmeraldas se llamaban. Se llamaban "esmeraldinas".
Ito ito ita. Era anillito, por eso ito-ito-ita.
No era un ANILLO. No era una joya, ni una alhaja, ni algo de lo que pavonearse en tarde de peluquería, o entre amigas.
Era apenas un fino lazito de oro, con un pequeño detalle de piedritas verdes.
Le recordaba a la alianza de matrimonio de su abuela, que era casi un hilo de oro, pero hilo y todo, había sido el símbolo de una amante pareja. Pareciera que el grosor de la alianza era inversamente proporcional a la felicidad de la pareja, pensó una vez. Alianzas gordas, opulentas, lujuriosas, de mezclas de oro blanco -rojo -amarillo, con incrustaciones de brillantes, parecían sellar pactos entre contendientes de dudosa felicidad. Kamtchatka ataca a Borneo... jejejejeje..... sonaba al TEG.
"Alianzas finitas, amor infinito", pensó. Luego, se castigó: "comentario kitsch como hay pocos" se dijo, mientras con un gesto de su rostro, denostaba repugnancia por su propio pensamiento. Lo de amor infinito sonaba asquerosamente mediocre, rotundamente romántico, absurdamente pazguato.
"Ausencia de alianzas?" "uh", se dijo, "eso tendría que ser éxito rotundo, en caso de seguir la teoría contraria de las alianzas".
"Dame la media medalla...." la canción vino a su cabeza. Eso sí era kitsch, la media medalla; con forma de corazón, más aún; con piedrita roja la de ella, sin piedrita la de él, era el colmo del bizarrismo romántico. (En el fondo se presentía bizarramente romántica).
Volvió a su anillito. Había estado cepillándole las piedritas. Una vez por semana, con agua caliente y detergente, cepillaba las piedritas con la ayuda de un cepillo de dientes en desuso, para sacarle el polvillo, y los pequeños restos que el propio uso iba acumulando.
Era discreto, y bellito.
Le habían dicho una vez que era "bellita". Le era posible aplicar la calidad de "bellito" para su anillo.
Tenía claro que, en el caso de olvidarlo en un lavabo, alguien lo recogería; tenía claro también, que era improbable que, de recogerlo, intentaran luego venderlo. Se lo quedarían, o lo regalarían a alguien. No era un objeto del que alguien supusiera un gran valor monetario.
Lo usaba con frecuencia. No era una mujer de usar alhajas; en general, le terminaban molestando. Los aros le pinchaban, las pulseras le incomodaban....pero el anillito era cómodo.
Quizás por eso usaba el anillito.
Quizás porque ese anillito, había reemplazado una preexistente alianza.
Quizás porque ese anillito, se lo había comprado ella. Y por eso era anillito, y no anillo.
Porque un día fue, y con el dinero que tenía se lo compró - y por eso era anillito, y no anillo -, y se lo puso, y se alianzó / alió de una buena vez con su deseo.
Y las piedritas eran verdes, románticamente berreta, "verde esperanza".-

Carta a la Seño Vanina

Seño Vanina:
Le escribo otra vez en este cuadernito celeste, sobre el papel que le ha otorgado a mi pequeño hijo al conferirle el rol del "Monstruo de las Centellas" en el acto del dìa de la Madre.

Más, amable Vanina... ¿Como se supone que es el disfraz de "Monstruo de las Centellas"??? El nene dice que es un monstruo de 8 cabezas, que larga rayos desde las manos. Sólo deberé sumarle al nene 7 cabezas a la actual? y los rayos, como cornos los hago? Le hará bien al nene actuar de Monstruo? los rayos, deben quemar o bastaría con que tengan luz?¿Recuerda cuando me encomendó el disfraz de "vaca" para la actuación de padres de "Había una vez una vaca en la Quebrada de Humauaca" de M.E. Walsh??? porque hube de hacer yo de vaca, y la mamita perfecta de Maestra? Porque yo debí exprimirme el cerebro, y ella tan sólo pedir prestado a Ud. un guardapolvo??? Recuerdo que me puse las calzas negras, me enfundé en una bolsa tamaño consorcio atadita prolijamente al cuello con una cinta roja de la que colgaba un cencerro... y me puse una vincha con dos cuernos. Al día de hoy los compañeritos le dicen a mi hijo "Ah, tu mamá, sí, sí, la vaca!!!"... Eso lo ha afectado en gran forma en su interacción social, objetivo supuestamente buscado en el nivel educativo que se encuentra... No seño Vanina, Ud. tiene una fijación con esta familia y los disfraces, no tengo dudas.
Todo sería más fácil si pudiera enviar a confeccionar el disfraz por terceros (superando los daños morales y psiquicos que causarían en mi hijo actuar de Monstruo). Ahora bien, si pago la reinscripción, la cuota del comedor, el curso de flautín trasverso descendente, la escuelita de fútbol, más los campamentos y saliditas a Temaiken y Tierra Santa -para ver el Jesús Gigante-, me diría como hago?¿Como he de conectarle las 7 cabezas a mi hijo? con alambre? las cabezas, deberían moverse, o deberían quedar fijas?
No quiero entorpecerle su tarea didáctica, más le pido por favor contemple la posibilidad de otorgarle un rol entre el grupo de "Esclavos Picapedreros". Creo que con la mallita vieja, y una musculosa, más las ojotas, estaría chiche bombón; puedo darle un palito de escoba con un cartón en la punta, y que parezca que tiene una maza real para picar piedras. Va a estar en el grupo con Agustín, que es su mejor amiguito, y seguro se sentirá feliz. Le encanta pegarle a todo, a la gente, a los perros; pegarle a las piedras, seguro le va a gustar.
Ud. dirá que ser escalvo no es mejor que ser monstruo; sepa disculpar que disienta. Hegel nos hablaba del Amo y el Esclavo, pero nunca del Monstruo. Soy muy ortodoxa en lo que a cuestiones filosáficas se refiere, y prefiero a mi hijo esclavo antes que monstruo.
Espero se ponga en mis zapatitos (gastados, le diré) y pueda comprender mi incapacidad de cumplir con este, su deseo, del disfraz de Monstruo de las Centellas. Antes que se le ocurra, le informo que tampoco podría enfrentar la confección de los otros dos disfraces de los roles protagónicos: Dragón Chino y/o Sirena Diamantada. Los seres míticos no son mi fuerte, en el caso del Dragón, por incapacidad fáctica, y en el caso de la Sirena, porque tengo serias dudas sobre los efectos que causarían en la tierna psiquis de mi niño, el disfrazarse de Sirena, a edad tan temprana... Vamos, que para las desviaciones siempre hay tiempo!!! no nos apuremos!!!
Queda a su atenta disposición,

La mamá de M.

PD: No puedo enviar los $ 10 del aporte para el aire acondicionado de Sala de Maestras porque necesito comprarle las ojotitas de esclavo.
PD2: Tengo a su disposición los disfraces que ya me hizo hacerle, por si los necesita otro niño: son los de árbol frutal, león y vaquita de San Antonio

Rosado

Rosado, pulsátil,
aterciopelado; apenas acariciable, aterciopelado.
Estéticamente perfecto; imponente,
sabroso; siempre sabroso, apetitoso.
Anhelado, siempre anhelado.
Vigoroso, duro, erecto, contundente;
mágico.
Metamorfosis esperada, ansiada;
el rosado terciopelo crece,
y es más bello, aún, entonces.
Y es más apetente, aún, entonces.
Y entonces, vibra, late,
se hace presente en el espacio
(que lo espera).
Rosado, perfecto, grande.
Gustoso, aterciopeladamente hermoso.
(es tan agradable al tacto sentirlo...)
Tus ojos se cierran, suavemente.
Mi boca se entreabre.
Extraña geografía de bahías y península.
Te esperan, siempre
mis bahías.
Lo más tibias posibles,
aguardando,
abrazando amorosamente,
cobijando,
lo rosado,
aterciopelado,
y perfecto.
16/10/2002

El líquido negro

Las cosas a veces no son como parecen,
las personas a veces no son como parecen;
a veces, las personas parecen cosas, inanimadas,
o animadas por extraños espíritus traviesos.
parece que jugaran, que quisieran engañar,
que permitieran el engaño, el autoengaño, el otroengaño.
el engaño se trasluce, se vislumbra, se percibe
está ahí, puede sentirse su hálito,
su respirar agitado.
Y las personas lo niegan. Juegan a ser dioses,
incólumes, impolutos, castos de total castidad,
puros de total pureza.
En ese instante, no en otro;
en ese preciso instante,
comienza a verse el líquido negro que chorrea,
de a poco, sólo gotas;
es oscuro, no negro; es hediondo.
Cae por detrás de sus figuras,
comienza a relucir al brillo de la luz,
se espeja,
parece un negro espejo.
Empieza a formarse el charco hediondo,
flotan en él;
continúan vertiendo de sus bocas engaños,
que ya deformes parecen desdentadas y espantosas
cavidades fruto de un médico demente,
de un cirujano maníacamente enloquecido.
El charco ya es masivo;
no pueden ignorarlo más;
la lengua ya es un pedazo de carne grotesco;
los ojos apenas se perciben,
el engaño toma el tamaño de la desmesura.
Confrontados con su propia inhumanidad indiscutible,
aún en ese instante;
flotando en el negro charco,
ya imperceptibles como humanos,
continúan negando.
Otra persona a muerto frente a nuestros ojos;
otra persona más, y van tantas...

La mujer perro

Soy el hombre, y también, soy el perro.
Y la montaña es virtual.
He logrado la máxima economía de recursos a la que se puede aspirar, si es que a ello se desea aspirar.
Yo no deseaba, ni deseo, lograr la máxima economía de recursos, pero así ha sido dado, me ha sido dado, y no he podido construir mi mundo de otro modo.
He construído lo que muchos desean, sueñan o anhelan (o dicen desear, soñar o anhelar): puedo instaurar una soledad completa en mi vida, si así lo quiero.
Pero yo no quería, ni quiero, construír esta construcción.
Como partícipe indivisible de los hechos, he colaborado durante cuatro décadas a forjar este presente.
Presente que, si debo ser explícita, mucho no difiere del pasado, o en todo caso, es huevo o gallina, no hay un antes ni un después. Simplemente, así ha sido dado, me ha sido dado, o no he podido construír mi mundo de otro modo. Nada es consecuencia de nada: a mi me resulta como un continuo, como una cinta de Moebius donde recorro el mismo camino sin que jamás pueda salir de él.
Eduardo es una novedad en esta vida. Un puerto donde anclar, mansas aguas tibias. Elegirlo implica elegir la deconstrucción de al menos parte de ese mundo donde soy hombre, perro y ni es necesaria la montaña.
Cuando se va caminando, despacito, con la cabeza un tanto gacha, ese sábado, soy hombre y perro.
De no ser él, tengo la total y absoluta certeza que nadie llamará ni golpeará a la puerta.
Nadie escribirá.
Podrían transcurrir días, y salvo la necesidad de mis hijos de ser cuidados, nada interrumpirá a la mujer perro.
Debo ser la mujer perro entonces, debo serlo.
Me imagino perro un tanto callejero, mediano, blanco con manchas marrones; orejas un tanto largas, -marrones ellas-, y ese andar casi al trote, de asustado o aburrido, no se sabe bien. La pata izquierda rengea un poco.
Detesto a este tipo de perros. Jamás se detienen.
Mamá me dejo ese día, creo que cerca de lo de tía Mercedes, porque me demoré en subir al auto. "Andate sola, no te espero más", dijo, y se fue en el auto.
Me encontré sola, no sabía bien donde estaba, ni donde estaba mi casa. Sólo recordaba de memoria "callecincuentaycinconúmerodosmilochentayseis", así, todo de corrido y apurado.
Primero no lo creí, recuerdo. Esperaba que diera la vuelta a la manzana.
No la dió. Esperé un ratito, y creo que lloré un poco, agarrándome la trencita de la derecha. Remera roja a rayas blancas, tenía, un pantalón cortito blanco, y zapatillitas de lona blanca. Las trenzas siempre tirantes, que me hacían doler la cabeza.
Venía por la vereda una viejita, alta, delgada, un batón medio gris (recuerdo) y el pelo muy canoso. Como un rodete o algo así, sudaba la señora, era verano.
"Hola, perdone, yo no sé cómo llegar a mi casa de callecincuentaycinconúmerodosmilochentayseis, usted, sabe?"
Me miró desde arriba, y me miraba muy raro, como si me preguntara algo con los ojos. Me erguí en las puntas de los pies, urgiéndola, y moviendo los hombros le dije "Yo no sé cómo llegar, usted, sabe?" le pregunté otra vez -con un tono entre presionante y triste-, y creo que no me animaba a preguntarlo por tercera vez; creo que se dió cuenta de ello.
Me señaló (cierro los ojos y la veo) con su brazo izquierdo, me explicó que eran cuatro para allá y que luego, siguiera derecho hasta encontrar mi casa. Me preguntó si sabía cruzar las calles, y le dije que sí. Me dijo que tuviera cuidado con la avenida 58. Fruncía la frente hacia arriba, creo que desconfiaba de que le entendiera correctamente. Explicó varias veces lo mismo, con énfasis, estirando ese brazo que colgaba carne magra.
Le dije "Muchas gracias", y me fuí, y me dí vuelta varias veces para mirarla. Ella, me miró un poquito, y luego siguió caminando su camino.
A mí me pareció que ella era algo como lo último vivo que me conectaba a algo. Que luego de ese instante, entre la viejita y mi casa, todo era terra incógnita. Y lo era.
Caminé, primero apurada, y luego, me fuí relajando.
Todo era terra incógnita, pero nada más que eso.
Era un espacio en la nada.
Caminé un rato. Recuerdo haber cruzado la avenida 58 con mucho cuidado.
Cuando faltaba una cuadra para llegar a mi casa, sentí que llegar o no llegar no tenía gran sentido.
Aún cuando llegara, estaría sola.
Creo que ahí nació la mujer perro que no necesita la montaña.
Ojalá hubiera podido darle la mano a la viejita y decirle "voy con vos, adonde vayas", más allá de lo que ella hubiera contestado; hubiera sido importante que yo pudiera decirlo, pedirlo o rogarlo.
Eduardo dice que tiro terrascones.
Deben ser los fragmentos de la mujer perro.
Por eso debe haberme sacado Mamá los colmillos de abajo. Para que no mordiera tanto.
Yo no quiero morder; sólo que, a veces, actúo como puedo.
¿quién más que yo quisiera que yo viviera mi vida de diferente forma? ¿quien más que yo quisiera desandar estos cuarenta años y vivirlos de otro modo?
Resulta pesado vivir con la sensación de que era posible vivir de otra forma, y no supe verlo. Ahora, cuando todos comienzan a vivir las reflexiones, yo recién me doy cuenta de los básicos.
Hago palotes al lado de quienes hacen cálculo científico, evalúan derivadas de una función en "x", mientras yo intento de una buena vez aprender las vocales.
a, e, i, o, u, debo aprender esto de una vez.
Todos parecen tan grandes, y tan sabios.
Les faltan el batón gris, las canas, y el sudor.
Eduardo me dice donde queda callecincuentaycinconúmerodosmilochentayseis.
No quiero ir ahí.
Voy con vos, adonde vayas.
a, e, i, o, u.
a, e, i, o, u.
Yo quiero y puedo, me vá a salir.


24/03/2004

Cuando las sombras no puedan ser gris

Sombras esquivas, grises; fondo y figura
veo y no veo. Intuyo, percibo.
Algo detrás, la parte insegura.
Censura.
Buscar algo, o no buscarlo, nada, nada.
Ni ganas de buscarlo.
Un paso al lado, y otro atrás,
la sombra se escabulle.
Me siento, plateísta,
cansada de correr sombras.
(En algún momento, el sol se ocultará;
veremos que hacen las sombras
cuando no puedan ser gris.)

El ciempiés


Había una vez un ciempies que no podía mover ni una pata.
Cien patas tenía, y ninguna movía.
Miraba sus patas con desesperación; tantas, todas bonitas, todas inmóviles...
Parecía que para algo servían, pero el ciempiés, no lo sabía. Estaban allí, lindas, limpitas, prolijas, tan ordenadas... pero no les encontraba utilidad. Sabía el ciempies que las patas eran para andar, para desplazarse y moverse hacia donde quisiera. Sabía (no sabía como sabía, pero sabía) que desplazarse, usar esas patas, era ser libre. Y sabía (y no sabía como sabía, pero sabía) que ser libre era importante y bueno, benéfico, balsámico y pleno.
Pero las patas, no se movían.
Le decía a su cerebro: "por favor, mueve esas patas!!! quiero ser libre..." pero Cerebro, no respondía. Cerebro y Las Patas, parecían no tener conexión alguna que las uniera.
Y el ciempiés, en medio de este problema.
"¿Que voy a hacer con mis patas?", se preguntaba, un día tras otro.
El enviaba señales a Cerebro para que moviera Las Patas, pero Las Patas, no se movían.
Furioso, un día, se revolcó hasta lastimarse los anillos del lomo intentando moverse. Sentía ira, furia, rabia, contra Las Patas.
Lastimado, quedó tendido a un costadito, intentando curarse. Le dolía el lomo, le dolían Las Patas, y le dolía el alma. Quería moverse, desplazarse, y no podía.
Pasó una mariposa volando, y la envidió. El aire estaba cálido, y la mariposa planeaba y agitaba las alas alternadamente. "Las Alas son mejores que Las Patas", concluyó.
También concluyó que se estaba engañando, pero bueno, siguió engañándose, y envidiando las alas.
Un día se le dió por preguntarse si Las Patas serían el problema. Las miró, y las vió tan inermes, tan quietitas, que no supo bien porque, les otorgó calidad de bondad, y se dijo que quizás las patas, no eran el problema. Quizás el problema era Cerebro.
"No", se dijo, "pobre Cerebro, esas patas con su aspecto de bondad intentan confundirme. Cerebro está bien, el problema son Las Patas".
También se dijo que, otra vez, se estaba engañando.
Harto de engañarse, mientras envejecía tirado a un costado de todo, decidió poner manos a la obra, y dejar de culpar a Las Patas.
Entonces le dijo a Cerebro "Estas patas son mías, y debo moverlas, y entre ambos, vamos a moverlas" (el ciempiés mucho no creía en esta orden, pero quizás funcionara...)
Ha logrado, a la fecha, mover algunas patitas.
De hecho, no camina aún; pero al menos, ya las mueve, y algo, se arrastra.
El ciempiés cree que va a poder caminar algún día, y ser libre.
Yo no sé si va a caminar, pero sé que lo está intentando.
Es triste ver a un ciempiés que no sabe caminar; apena. Tantas patitas y no saber caminar... espero que no sea tarde para el ciempiés, ojalá no lo sea. Merece poder aprender. Merece ser entendido.
Merece una esperanzita por cada patita.

Escribo mucho, subo poco

Escribo bastante, y luego no subo nada. Me decidí comenzar a subir mis escritos. Si alguien los lee, espero que los disfrute.

martes, 4 de noviembre de 2008

Theodore Sturgeon, y la Sci Fi

Hoy un amigo me acercó el hipervínculo a la contratapa de Página 12, donde había una nota de Fresán, que citaba a varios autores de sci-fi de mi agrado.
Siendo el género de mi preferencia, pues es el que más bucea en la humanidad, busqué los libros, para rescatar citas, que aquí comparto.
Me incliné por Theodore Sturgeon, quien se dedicó a lo más descarnado de la humanidad.

Escribió una trilogía que comprende los títulos "Más que humano", "Violación cósmica" y "Venus más X". Los libros pueden leerse de modo independiente; el valor es que vá avanzando en cada uno de ello en el tema que más le preocupa, la gestalt, la cual plantea como una entidad entera compuesta de individuos muy discretos que no pierden su individualidad.
"Más que humano" se adentra en la creación de un superhombre. Seres desadaptados y huérfanos, sin inocencia ni maldad, y con una ética animal, por puro instinto de supervivencia llegarán a ello. La pregunta que se hace es ¿qué es lo que se necesita para sobrevivir? y ¿por qué la humanidad intenta sistemáticamente suicidarse?
La cita elegida de ese libro sería:


"El amor es algo que nos funde, y nos enfría, y nos templa, de modo tal que la aleación es más fuerte que lo que era al principio. Pero un día, como toda aleación, luego de sufrir embates, simplemente, se quiebra. Y no se puede reparar, sólo volver a fundirse, y ser parte de otra aleación".

"Violación cósmica" trata fundamentalmente sobre el tema de la comunicación. ¿Y si los humanos funcionaramos como las abejas, como una mente colmenar? Pero no funcionamos así... precisamente, ese es el tema. La Medusa, mente colectiva intergaláctica se posesiona de Gurlick, un vagabundo perdido, y a través de él pretende unificar las mentes humanas para luego unirlas a su mente colectiva. Obviamente, no ha de suceder.
La cita de este libro, es:

"¿Qué es ser humano? ¿Qué es lo que vendrá después? "

"Venus más X" (que discuto que podría llamarse "Venus más Y") lleva a la par dos historias. Una, la de una sociedad paradisíaca y muy tecnologizada, a la que es transportado el protagonista; la otra, la vida de una familia, donde marido y mujer son hermafroditas. El hilo que une a ambas historias es una mirada sobre la diferencia de los sexos. La diferencia sexual, ¿es susceptible de cambiar?. Sturgeon supone que no.
Aquí no puedo quedarme con una cita:

- "El homo sapiens es único entre las especies, existentes y extintas, en imaginar sistemas para la represión del sexo."
- "Siempre me he sentido fascinado por la habilidad de la mente humana para fabricarse una verdad y luego dar un paso más (lo cual es realmente el secreto básico de todo el progreso humano), y por la incapacidad de tanta gente para aprender el truco."


La ciencia ficción, un género ninguneado pero que habla mucho de la humanidad.




lunes, 3 de noviembre de 2008

¿Cómo hacerte saber que siempre hay un tiempo?

Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo,
Que nadie establece normas salvo la vida,
Que la vida sin ciertas normas pierde forma,
Que la forma no se pierde con abrirnos,
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente,
Que no está prohibido amar,
Que también se puede odiar,
Que el odio y el amor son afectos
Que la agresión porque sí hiere mucho,
Que las heridas se cierran,
Que las puertas no deben cerrarse,
Que la mayor puerta es el afecto,
Que los afectos nos definen,
Que definirse no es remar contra la corriente,
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja,
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio,
Que negar palabras implica abrir distancias,
Que encontrarse es muy hermoso,
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida,
Que la vida forma parte del sexo,
Que el “por qué” de los niños tiene un porque,
Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad,
Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana,
Que nunca está de más agradecer,
Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo,
Que nadie quiere estar solo,
Que para no estar solo hay que dar,
Que para dar debimos recibir antes,
Que para que nos den hay que saber también cómo pedir,
Que saber pedir no es regalarse,
Que regalarse es, en definitiva, no quererse,
Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos,
Que para que alguien “sea” hay que ayudarlo,
Que ayudar es poder alentar y apoyar,
Que adular no es ayudar,
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara,
Que las cosas cara a cara son honestas,
Que nadie es honesto porque no roba,
Que el que roba no es ladrón por placer,
Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo,
Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte,
Que se puede estar muerto en vida,
Que se siente con el cuerpo y la mente,
Que con los oídos se escucha,
Que cuesta ser sensible y no herirse,
Que herirse no es desangrarse,
Que para no ser heridos levantamos muros,
Que quien siembra muros no recoge nada,
Que casi todos somos albañiles de muros,
Que sería mejor construir puentes,
Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve,
Que volver no implica retroceder,
Que retroceder también puede ser avanzar,
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol,
¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida?
¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?

Mario Benedetti

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...