lunes, 17 de noviembre de 2008

No era de Bertolt Bretch

Pero se la adjudicaron tanto y siempre, que todo el mundo cree que lo es.
Es de
Martin Niemoeller, pastor protestante (1892-1984)
En realidad fué el sermón de Semana Santa de 1946 en Kaiserlautern, Alemania.



Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,guardé silencio,porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,guardé silencio,porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,no protesté,porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,no protesté,porque yo no era judio.
Cuando vinieron a buscarme,no había nadie más que pudiera protestar.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Sobre lauchas y hámsters

Mi conducta diferencial ante una laucha y un hámster, siempre me intrigó. Comenzó esta intriga cuando estando yo embarazada, mi hámster Paca se comió ante mis ojos a tres de sus siete crías. Al día siguiente de este luctuoso y desagradable hecho la regalé, y comencé a pensar en el tema.
Intenté establecer un patrón que me permitiera determinar – a simple vista, no zoológicamente - cuáles son sus diferencias; fundamentalmente, orientada hacia conocer porqué a unas las mato a escobazos y las combato con inquina, y a las otras, las coloco en una pecera con aserrín y juguetes apropiados a su ergometría, y como si ello fuera poco, las alimento.
Pude establecer cuestiones muy evidentes; la laucha es color rata, tiene ojos marrones, colita, y fama de morder y de contagiarnos peligrosas enfermedades (recuerdo a mi mamá asustándome con la "peste bubónica"; una enfermedad que me haría crecer bubones en todo el cuerpo hasta morir por asfixia). El hámster es blanco nieve, tiene los ojitos rojos, no tiene colita y nos cae simpático. También muerde, pero no tiene fama. ¿Contagiará la peste bubónica el hamster?.
A la laucha, puedo encontrarmela de repente, en cualquier lugar. Se me aparecerá, y hasta podrá pasarme corriendo por sobre los pies. O quizás hasta se encuentre detrás de mí en este instante. Al hamster, sé que sólo lo he de encontrar en lugares protegidos; una veterinaria, una paqueta vidriera o su jaulita de vidrio.
La laucha corre por donde desea, en libertad; el hámster, en la ruedita de metal hasta que sangran sus patitas (quizás sean manitas, lo desconozco). Se aliena en esa ruedita que la lleva vertiginosamente a ningún lugar, hasta que se lastima.
Las lauchas se nos acercan sólo para buscar comida; este hecho también es fundante. No cabe suponer que la laucha se nos acerque para "atacarnos"; cuando lo hace, es en función al mecanismo de defensa que la hace intentar alguna acción con tal de evitar la extinción. Ahora bien, a los hámsters les damos comida nosotros, puntualmente y hasta contemplando su bienestar general y una alimentación balanceada, para que su pelaje brille.
Las lauchas nos asustan ancestralmente; los hámsters, nos caen simpáticos desde que nos los venden como simpáticas y suaves mascotitas que ocupan poco lugar (no nos dijeron nada sobre los hedores).
A los hámsters, hay que comprarlos; abundan en los hogares donde existe un buen nivel socioeconómico. A las lauchas, las hallamos donde hayan sobras de comida. Por ende, las lauchas no abundan en los lugares donde son controladas por barreras físicas o químicas.
Sobre las barreras, podemos agregar que es posible colocar "tramperas"; más, si el encargado de la colocación de la trampera se roba el queso y se lo come, la laucha no se ha de dirigir hacia ella. La destrucción de la cuevita de las lauchas no implica su eliminación. Por el contrario, garantiza su dispersión.
No me cabe duda alguna que ambos bichitos deben sentir el hambre de igual forma. Sí es importante contemplar que la laucha se vé obligada a buscar la comida, pues nunca nadie le puso un pedacito para que se alimente. El hámster, por reflejo condicionado, aprende a hacer monadas para conseguirla; se para en dos patitas, se limpia los bigotes, etc.
Cuando llega el momento en que uno necesita matar un hámster (por ejemplo, vejez), concurre al veterinario. Impresiona matar a la mascotita. Si uno tiene que eliminar (nótese el término "eliminar") a una laucha, casi siempre emplea un método cruento, y si la puede aplastar a escobazos, parecería que es mejor.
Es común transmitir a los hijos la simpatía por los hámsters, y el odio por las lauchas. Dejaríamos ir a nuestros hijos a jugar a la casa del amiguito que tiene hámsters, más jamás a la del que tuviera lauchas.
Si nos toca un hámster, o nos camina por el brazo u hombro, esbozamos una sonrisa. Si una laucha nos pasa a dos metros, corremos a lavarnos, alarmados.
El hámster goza de una imagen de bondad, por más que muerda (es muy frecuente que muerdan). La laucha es una representación viva del asco, la basura y lo sórdido, por más que no haga nada.

Las observaciones previas me permiten llegar a esta evaluación:
Ambos quieren las mismas cosas: protección y comida;
Ambos poseen las mismas potencialidades; en unos colaboramos a desarrollarlos, en otros, no.
Difieren en su método de obtención del alimento, dado que unos no tienen la necesidad de obtenerlo, sino que se lo dan, y los otros, deben llegar a situaciones extremas – poniendo a riesgo su vida - para hacerse de él.
El comportamiento, tanto de las lauchas como de los hámsters, depende del entorno. En un entorno favorable, son animalitos afables. En un entorno desfavorable, atacan.
Dejando al márgen casos aislados y particulares de especímenes con desviaciones congénitas y genéticas, lauchas y hámsters, son iguales.

Casi casi como sucede con los seres humanos.

Una salida limpia

Las cosas podrían haber sido peores. O mejores. Nadie podía saberlo, pero era un buen sentimiento el de la incertidumbre. Generaba sensaciones que lo liberaban de la pesada responsabilidad de ser el único a cargo del desastre.
No tenía cabal idea de cuando todo había comenzado. Podía establecer dos o tres hechos puntuales, que a su juicio, deberían ser considerados como los precipitadores del desastre. Pero sabía que esa explicación, era sólo un consuelo. Lo peor era eso. Lo peor era que él sabía perfecta, concreta y puntualmente, que todo se había deslizado por un tobogán con su mano apoyada en la espalda del último de la fila, con un levísimo empujón. Empero, de saberlo a reconocerlo, existía un segmento imposible de recorrer. No por imposibilidad de hacerlo; si no por falta de intención. No lo iba a hacer. De ningún modo, y por ningún motivo.
Repensó: todos sus pensamientos comenzaban con "No".

Su negativa afloraba en forma constante, era un "lapsus" que no podía disimular a sí mismo. A los demás, en cambio, podía mostrarles la cara que quisiera, y generalmente, mostraba la de una víctima.
Hacía tanto tiempo que la tenía, que ya era la propia. Y de tan propia que le era, le salía perfecta. Era su mejor estrategia. Una vez más, había funcionado. Pero la duda lo atenazaba, y no lo dejaba dormir. Una duda. Una sola.
Los desastres, eran producto de las circunstancias o de su intención? Realmente, cual era la causa efecto? Siempre prefirió creer en las circunstancias pero... últimamente, dudaba.
Lo tenía realmente molesto. Inquieto. Angustiado. Le quitaba el sueño. ¿Debía creer que era un enfermo, un demente que deseaba compulsiva y obsesivamente hacer el mal, o que las circunstancias lo ponían en esa situación...? Pues si era así, tendría que poder identificar esa maldad. Porque esa maldad lo conducía, sistemáticamente, al fracaso personal. Quería ser exitoso, y no podía. Ahora bien, sería que quería ser exitoso pero, a la vez, deseaba hacer el mal, y esta última inclinación copaba la parada?
Estaba sintiéndose mal, mal físicamente. Comenzó a descomponerse. Primero, sintió frío en la espalda. Luego, comenzó a transpirar. Caían las gotas desde su frente, rodeando su rostro como una caricia macabra... Se sintió oprimido comprimido compungido dolorido. Esto era más de lo que podía soportar.
Le era posible soportar que era un fracasado, un perdedor, en última instancia, podría soportarlo. Pero lo que jamás podría soportar era saber que era un maldito. Saber que en el mal del otro estaba su felicidad, era más de lo que su cuerpo y mente podían soportar. ¿Cómo podía ser feliz cuando otro sufría? ¿Cómo? ¿De que modo? Inconcebible... más allá de lo tolerable.
Se sentía peor. Oía sus latidos, como un parche sordo golpeándole en el pecho. Percibía su sangre corriendo por las venas, arterias, desplazándose a velocidades inconcebibles. Maldad... jamás había tan siquiera contemplado el punto de vista filosófico de la maldad. Nunca leyó, ni le interesó nada sobre la maldad. Ni siquiera la maldad desde el punto de vista religioso o espiritual. Sabía, si, de Lucifer, del ángel negro, oyó hablar de Belcebú... pero ahí terminaba todo. Recordó haber leído, en la escuela, un fragmento del Infierno de Dante. Algo de los siete círculos, había una mujer llamada Beatriz... pero no recordaba más.
Quería pensar, pero no podía. Se mezclaban en su mente imágenes, pensamientos, aromas, sonidos, flashes de su existencia... parecía un trip psicodélico. Necesitaba sentarse en ese instante.
Se sentó en un banco. Era de madera, el banco. Estaba pintado de color verde inglés. Hacía poco tiempo que lo habían pintado. Una de las maderas, estaba quebrada. Era duro ese banco. Apoyó a su lado un maletín. Era su maletín? Ciertas cosas, comenzaban a superarlo...
La punta de su zapato. Lindo zapato, pensó, bien elegido... "me encantan los zapatos escarpines, con hebilla, semillados. Bien lustrados". Se obsesionó en su zapato. En uno sólo, el derecho. Extendida hacia delante estaba esa pierna. Con la punta del zapato, con la suela, acariciaba, casi con delicadeza, la baldosa vainilla rosada de la plaza. Una, y otra vez... iba, y venía. Como una curva, era el movimiento. Intentó perfeccionarlo, hasta el punto en que apenas rozara el polvo depositado sobre la baldosa. Lo logró. Esbozó una sonrisa, era un ganador rozando baldosas...
De nuevo el malestar. Éxito, fracaso, triunfo, desazón. Circulo vicioso. Se enfadó. Deseó no haber pensado que era un ganador rozando baldosas... Sería de maldito considerarse un ganador rozando baldosas, o simplemente algo propio de un estúpido? Peor. Empeoraba, y era consciente de ello. Ya no podía ver claramente el césped que tenía enfrente, a escasos cinco metros.
Lo irritaba otra vez el tema del causalidad, o la maldad. Pero cada minuto que pasaba, peor se sentía... Es más. Sabía, precisa y perfectamente, que no iba a poder ponerse de pie. Ya, eso, era un hecho. Esos zapatos... que espantosos eran esos zapatos que veía. Quién se los habría dado? Eran horrendos. "Debo comprar zapatos", pensó. "Lindos zapatos, mocasines en lo posible. Simples, sobrios.".
Comenzó a pisar hormigas, que pasaban casi debajo del banco. Una por una. Una hormiga, otra hormiga, y otra hormiga más, todas ellas, muertas. Aplastadas, girando una y otra vez la punta del espantoso zapato. Mataba con inquina a las hormigas, como si fueran las causantes de su desconsuelo. Las esperaba, con el pié levantado, y cuando las imaginaba proyectadas justo en el eje de su pie, bajaba éste lentamente, y comenzaba el aplastamiento.
Y ahora, encima, se dedicaba a matar hormigas... se decretó patético. Se vio, a sí mismo, como la más abyecta de las lacras. Ni a las hormigas podía dejar en paz...
Comenzó, de repente, a dolerle fuertemente el brazo izquierdo. Ardía su brazo, como si lo quemaran por dentro. Se mordió el labio inferior del dolor. Sin embargo, lo dejó progresar. Sabía, en el fondo, su significado, su implicancia. Y, del todo, no le desagradaba.
El dolor se irradió al centro de su pecho. Le costaba mucho, mucho, respirar. Hubiera preferido reclinarse en el banco, estirar los brazos a ambos lados, mirar el cielo. Cegarse con el pastel del cielo. Pero el dolor, se lo impedía. Sólo pudo plegarse sobre sí mismo, abisagrarse. Cada vez más, cada vez más fuerte, cada vez más implacable el dolor...
Sentía su pecho como si estuvieran pasándole una sierra por el centro. Ese tipo de dolor, imaginó, era el suyo. Estaba aserrándose a sí mismo, y no pensaba pedir ayuda alguna. Se plegó más aún.
Las hormigas, sobre el polvo, al costado de un zapato, casi hermoso, casi horroroso. Eso iba a ser lo último que sus ojos vieran.
De alguna forma, era una salida limpia.

Todo tiene su tiempo

Así como la calma precede la tormenta,
También la sucede.
Así como los ánimos se exacerban,
Y los humores se rancian,
Y las iras se desatan,
Así, también, se calman.
Todo tiene su tiempo,
Su lugar y su espacio.
Cierto es: recidivas, habrá.
Inevitable situación, esta.
Crisis es cambio,
Y caos, confusión;
Las crisis, siempre,
Son precedidas por el caos.
Condición "sine qua non".
Y sucedidas por la calma,
Que siempre es lenta,
Mansa,
Adormiladamente sua - ve.
No estamos solos,
Solo,
Estamos
entendiendo el cambio.

Itsy Bitsie Spider

Itsy Bitsie Spider
Construye su telita;
Viene la lluvia y la destruye.
Sale el sol, e
Itsy vuelve a tejerla.
Teje y teje, Itsy.
Es posible tejer la telita;
Es posible tejer mil veces la telita.
Siempre puede llover.
Siempre es posible tejerla.
A veces, cansada,
Itsy mira como llueve.
A veces, no tiene ganas de tejer.
A veces, cree que nunca parará
de llover.
Un día, un rayito de sol calienta
su cuerpo;
e Itsy siente ganas de volver a tejer.
Tejer es como andar en bicicleta;
Se aprende una vez, no se olvida jamás.
Tener ganas parece ser la diferencia.

Enigma

Inevitablemente, como humanos, deseamos y buscamos una vida plena, gloriosa, magna. Ciertas cosas resultan como uno así las desea; otras mutan, y ejecutando extrañas piruetas, devienen en nuevas especies derivadas de una primigenia, a la cual, ya, no se parecen en nada.
El misterio de la existencia misma de cada uno esta encerrado en este enigma.
Difícil resulta dilucidarlo y, más aún, tratar de entender, aunque sea en una mínima parte, cual es el código al que responde, la lógica de su proceso. Su composición es anómala; un adn desprolijo, desordenado, y a la vez, terrible, infinitamente creativo.
Vivo mi vida como un espiral; un espiral ascendente, que momento a momento aumenta su diámetro. Inversa imagen de la del embudo, giro sobre idénticas cuestiones una y otra vez, pero cada una de ellas en un círculo más alto. La comprensión de parte de la existencia humana, entender tan sólo una minúscula parte de ella me nutre, me colma, pero a su vez me invade con pánico. Esta sabiduría, rica, gozosa, tiene su precio: no es gratis, no viene dada. Como en un pacto con el diablo, tomo parte de algo rico pero el precio a pagar resulta detestable.
Es entonces cuando la ambición de dicha vida gozosa, plena, magna, toma un real sentido: sólo podrás acceder a ella si pagas con el dolor de tu carne, de tu alma. Felicidad y vacío en la vida de aquel que lo ignora, desdicha y plenitud para aquel que ha logrado ver, de lejos y entre las sombras, el aspecto del ingreso a tal morada.
Solitaria resulta; una incómoda morada. Húmeda. Mohosa. Monasterio medieval encaramado en un risco. Afuera, los bárbaros, y sus lujurias basadas en la simple ignorancia de la muerte. Adentro, sola, mi alma. El precio. Otra vez, el precio.
Momentos de placer me esperan. Algunos. Pocos. Darme, y recibir, y en elípticas parábolas flotar a través del tiempo, con un alma gemela, envolviéndonos el uno al otro, destilándonos, deshilvanandonos, descubriendo nuevas formas de percepción. Como el amor entre los caracoles. Una, y otra, y otra vez. Repetición, perfección, encuentro mágico fuera del tiempo y en otras dimensiones. Etéreo. Lábil.
Tempus fugit.
Comparto mi morada con las parcas. Ellas me miran. Las miro. Nos conocíamos; ahora, son amigas. Pero son tan viejas... y están tan ocupadas que, por el momento, deciden ignorarme. El tiempo se estira. Y huye.
Cloto, hila el hilo de la vida del hombre. Láquesis, lo devana. Más Átropos, es la que corta ese hilo.
Hoy, la más allegada, es Láquesis. Pero a veces, la sorprendo mirándome con desconfianza. Cruza miradas con Átropos, silenciosas ambas. Inmutables. Inescrutables. Disimulo. Pretendo no apreciarlo.
Más cuando ambas concluyen este simulacro de destino incierto, este fusilamiento de almas, las encaro. Dirijo mi mirada fijamente a ellas. Sonrío afablemente. Sonríen irónicamente.
Estamos en paz.
Un día más me han otorgado.
Un día más para dilucidar mi enigma.

Ana: mujer.

Ana conoció a Martín en la cola del banco. A Ana se le cayó la carpeta, Martín la levantó, y al levantarla, desparramó todos sus papeles. Juntándolos, se gustaron. Martín se quedó con una tarjeta de Ana, y dos noches después, la llamó por teléfono. Ella se sorprendió, mucho, del llamado.
Se le hicieron las 2 de la mañana conversando con amigas sobre este llamado, por el teléfono de línea, el celular y el msn. Una decía una cosa, otra decía otra, cada una según como le iba en la feria... una compañera de trabajo le dijo que seguro era homosexual, aún no sabe bien porque le dijo eso, pero se lo dijo.
Dos días después, ella lo llamó a él. Entre 5 amigas llegaron a la conclusión que estaba bien que ella lo llamara, que no quedaba regalada ni cosa parecida... Ana se sentía tensa, y lo invitó a tomar un café, más para terminar la charla (de lo ansiosa que estaba ser reía como tonta) que por otra cosa.. Se sintió una trola, después de invitarlo. Ugh que desastre, como había hecho eso!!!! No aprendía más, no había caso...
El tema fue que tomaron el café, y no ardió Troya ni cosa parecida, sino que pudo sentirse un poco cómoda, nada espontánea, bah, como de costumbre en las primeas citas (para ella). De a poco, la cosa se fue afirmando.
Ahora, Ana y Martín sólo se ven entre ellos, no salen con nadie más. Podríamos decir que la relación, es bastante sólida.
Una noche, en el cine, a Ana se le ocurre algo.
-¿Martín, te dás cuenta que hace seis meses que nos vemos? -dice sin pensarlo demasiado, casi estimulada por un diálogo de la película.
Martín, continúa mirando la pantalla, no dice palabra. En la película, un hombre se sube a un Chrysler Neon, color oro.
Ana piensa: " Se molestó. Seguro que se molestó. Mira fijo la pantalla, y come pochoclo. Ni quiere que le hable del tema. Para que habré hablado... para qué. Quién me mando a hablar a mí, no aprendo más. Ahora, se borra. Seguro se borra. Para que lo apreté? No era momento, no era apropiado. Sigue mudo. Claro, termina la peli, nos vamos, mañana me llama, me dá una excusa, y bye Martín. Linda la hiciste, Ana. Y las chicas. Las chicas, me matan. Me avisaron que no dijera nada, que no me pusiera ansiosa. Tengo ganas de llorar... ayyy como hago para no llorar..."
Martín, mientras, piensa:
"Basta de pochoclo. Después no voy a tener hambre, y quiero comerme una milanesa a caballo, completa, full-full. Que decía Ana? Ahhh... sí, seis meses"
- Cierto Ana, hoy seis meses justos (está espectacular el Neón, por Dios!!!!).
La procesión sigue dentro de Ana:
"Ahora, yo, quiero que esto se ponga más comprometido? En que me metí, por Dios!!! Y solita, me metí... que quiero yo, que quiero? Y si está serio porque me va a proponer convivir? No, me muero. Si es eso, me muero. Y si quiere casarse, y tener hijos? Yo, estoy preparada para tener hijos? Me voy a deformar toda... y en 3 años estoy hecha una vaca, con lo que me costó adelgazar esos 5 kilos de mierda... y me va a dejar por otra, seguro que me deja. Por una pendeja, seguro. Claro, yo con la pata atada a la cocina, y el señor, revolcándose por ahí... no, a mí esa, no me la hacen. No no no no no... Este, que se piensa? Que yo soy qué? Que todo es sexo, y un lindo cuerpito? No es el único hombre en la tierra. Bueno. Pero Karina, no consigue pareja. Tampoco es para andar dejándolos tirados a un costado. Que quilombo... que hago??? Para que hablé!!!! Quiero llorrrrrrrraaaaarrrrrrrrr..."
Martín, discurre en silencio:
" Seis meses... ni loco junto en seis meses para cambiar el actual por un Chrysler Neon. Vale un fangote de guita. Y no puedo cobrarle a ninguno, manga de h... de p.... que viven a costa de mi laburo, y no me pagan. Y ellos andan en buenos autos. Así, cualquiera, así, es fácil.... Tengo que cobrarle sí o sí a Jimenez. Me paga, o me paga. Se acabó. Porqué el anda en un Lancer, y yo no puedo cambiar mi auto?".
Ana, mientras:
"Hizo cara de enojo. Lo ví. Puso cara de enojo. Claro, yo digo "seis meses", y nada más. Al tipo, le cayó remal. Parezco una tarada con esos comentarios. Debe pensar que soy una huequita. Nadie quiere a las huequitas... me cavé la fosa yo sola. Porqué, si no soy idiota, actué como idiota? Me está por venir el mes, y me pongo idiota. Quiero llorrrrraaaarrrrr..... pero que no se me corra el rimmel, por favor. Ay, me puse el común o el sumergible? A ver, era del frasquito plateado. Ese, es el Revlon o el Astor? No, es el Astor, el Revlon es negro. Astor es el sumergible, puedo llorar que no se me vá a correr. Traje Kleenex? Si, traje. Donde están, carajo, no los encuentro... ¿que hace la pinza de depilar acá? Uyyyy el pelito de la barbilla!!!! No me lo saqué!!!!!! ¿lo habrá visto? Tengo que hacer algo con ese pelito, tengo que hablar con Pupi, que hizo la depilación láser. No encuentro los Kleenex, como voy a llorar? No puedo. Encima, no puedo lllloooorrrrrrrraaaaarrrrrrrr......... lo dijo clarito, dijo " Cierto Ana, hoy seis meses justos ", y nada más, y con que tono, y con que cara!!!!! Me quiero morir ya, para que hablo, quien me manda, porque no puedo mantener las relaciones tranquilas, en orden, sin conflictos, para que, digo yo, para que????????????????"
Martín:
"No, ese hijo de puta de Jimenez, me paga o me paga. Se me acabó la paciencia. Ese que se piensa, me tiene de hijo de la pavota... yo quiero comprarme el Neón, y Jimenez tiene el Lancer. Que pague o le pongo abogado. Me cansó, ya no le banco una semana más. Harto de que me toque el culo, harto estoy. Tengo las bolas por el piso ya. Se acabó, Jimenez. "Ana continúa:
"Se vá, seguro se vá. Por eso no dice nada. Si me tiene que decir algo, me dice adiós. Para que hice esto? Para qué? Yo me saboteo, siempre me saboteo. Mamá me lo dice, y yo no la escucho, pero tiene razón. Lo vas a cansar... cuidalo, es buen muchacho. Tiene razón mamá, y yo, no doy bola. Vieja, pero zorra, mamá. Además, que intención tenía cuando dije eso? Ay se rasca la oreja... hace eso cuando se va a enojar, ya me dí cuenta yo, ya lo conozco. Seguro. Esta caliente, enojado. A la salida, se me arma. Suerte si me lleva hasta casa. OTRA VEZ SE TOCO LA OREJA!!! Ay esto es grave...."Martín:
"Lindo el Neón... lindo. ¿Me estará saliendo un granito en la oreja? Como pica... Me gusta color oro, pero es muy cirquero. Negro? No, es de levante, negro no. Rojo tampoco. Se quema rápido la pintura roja, con el sol. El blanco es muy sucio. Bueno, pero el rojo, revende fácil".Ana:
"No tengo que hacer este tipo de cosas. Bueno, ahora que Martín me vá a dejar, debo aprender la lección. Alguna vez tengo que aprender. No todo es como en las novelas, la vida es diferente. Yo soy muy soñadora, y voy a perder a un buen tipo por boluda. Me lo merezco. Buahhhhhhhhh...... pero no quiero perderlo. Ay que hago, como la arreglo... Y no me dirije la palabra, ni quiere hablar conmigo. Ni verme quiere. Y si le agarro la mano? Capáz de ponerse peor, no, mejor ni tocarlo. No vaya a ser que piense que lo quiero calentar, encima, y quedo como una trola. Nadie se casa con una trola. Ay pero quiero o no quiero casarme? No, casarme no quiero... no quiero perder mi libertad, ahora que tengo un buen laburo. Basta, basta, tengo que cortar con esto. Necesito hablar. Si se acabó, que me lo diga, y listo.
Martín piensa:
"Mañana le digo: "Jimenez, pagás, o te rompo el auto a patadas!!!! Me tenés harto!!!"
Martín! - grita Ana, y dos filas atrás, y delante, la miran.
Shhhhh, que te pasó? - (Martín piensa que le ha pasado algo, que le duele algo)
No sigas, por favor, no sigas....- dice Ana, lloriqueando, y sacándole el pañuelo del bolsillo del saco de Martín.- Hacé como que no dije nada... por favor, te lo pido. Olvidalo.-
Martín, cree que a Ana le ha dolido alguna parte del cuerpo que no quiere contar, algo femenino, y le pasa el brazo sobre la espalda, en un pequeño abrazo. Entiende su intimidad, de querer olvidarlo.
Nunca te volveré a decir algo así - dice Ana
Tranqui, chiquita, no hay problemas conmigo, yo te entiendo....no exageres, no es para tanto- dice Martín.
Ay Martín, vos sos tan comprensivo.... te agradezco que existas, no sé como podés estar conmigo- dice Ana, que ya está, declaradamente, llorando.
Todo tranqui, Anita- dice Martín, y piensa "A esta mujer, cada vez le ataca más el mes. Mirá si se vá a hacer problemas por esa pavada..."
Soy la mujer más feliz del mundo- dice Ana.
Martín la mira, interrogante, sin entender nada. Piensa: " Uy, este mes, peor que nunca... se le pasará con el tiempo???"
Ana lo mira, fijamente, como esperando una respuesta, que parece por su carita, es muy importante. Martín, que no sabe ya que hacer, le dá un beso, cortito, tomándole la barbilla. Quiere ver el auto, ahí viene otra vez. Ana se acurruca en su hombro, y tierna, le dice - Gracias.... muchas gracias.. (me habrá tocado el pelito? Ay soy imperdonable....).-
Otra vez el Neón!!! "Tengo que cobrarle a Jimenez. Tengo." Piensa Martín.
Martín, reacciona. "De nada, tontita...." y le sonríe, porque la verdad, ni sabe que le está hablando Ana, totalmente obsesionada ahora por el pelito.
Termina la película, cenan (él, ella tiene el estómago cerrado), y la lleva a su dpto. La acompaña hasta el piso, le dá más besos, abrazos, y se vá.
Ella, corriendo, se tira en la cama a llorar, previo agarrar la caja de Kleenex, el demaquillante, las pompitas de algodón y la crema con colágeno y elastina, para prevenir las arrugas. Ahhh!!! Y el espejo de aumento, para sacar el pelito maldito, y el inalámbrico para llamar a las 4 amigas íntimas, y contarles todo - todo - todo.
Llora hasta el día siguiente, y debe ponerse en la cara la almohadilla azul que saca y pone en el freezer, para descongestionar su rostro.
Martín, llegó a su casa, abrió Internet, y se fue a la página de Chrysler. -A ver que colores tienen... che, que le pasaría a Ana? Tendría que haberle preguntado? No, son cosas de mujeres, no tengo porqué invadirla. Uy que bueno está el azul ultramar!!!! Cuando la vea que esté bien, le pregunto, y listo. Hoy, no era el momento.-
Ana, continuará por dos semanas relatando el suceso de comprensión divina de Martín, y lo injusto de su actitud para con él. Hablará, y hablará del tema con conocidas, y desconocidas. En la peluquería, en la depiladora, en el trabajo, en todos lados. Masticará, evaluará, sopesará la situación un millón de veces. Recordará cada movimiento, cada gesto de Martín, lo imitará físicamente, y le otorgará la totalidad de combinaciones probabilísticas posibles de porque lo hizo, o no lo hizo. Sus amigas, aportarán lo suyo, sumando más incertidumbre. No arribará a ninguna conclusión, pero tampoco dejarán de hacerlo.
Un día, dos meses después, Ana dice a Martín:
Uy, estoy en fecha... me viene en cualquier momento -
Martín, intentando enmedar aquella falta de atención ante Ana en el cine, le dice:
Ana, por favor, esta vez, que no te pase lo del cine... me entristece que llores, yo estoy con vos, quedate tranqui.-
Ana mira a Martín, y piensa:
Es increíble, se acuerda que yo estaba con el mes cuando le dije lo de los seis meses, cuando casi nos separamos para siempre, por eso me disculpó, y encima me tranquiliza... es un amor... pensar que casi lo perdí por esa huevada...-
Martín, la vé sonreir dulcemente, y piensa:
Bueno, este mes, viene más tranqui. Se le estarán empezando a calmar las hormonas ??? ojalá...

La cafetera

"El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atrlas,copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido"


"Las Cosas",
J.L. Borges


Todo comenzó cuando buscó una receta que recordaba vagamente, estaba en el número último o primero del año 1999 de la revista Cuisine & Vins.
El problema es que no estaba la revista. Más precisamente, de la colección, no había ningún ejemplar. Ni uno. Sabía que debían ser 24 ó 36 ejemplares, esto es dos o tres suscripciones; pero no aparecían en la biblioteca los lomos negros. Esto, le llevó también a darse cuenta que no estaban los libros de pintura. -"Carambas", se dijo, y realmente se dijo "Carambas" y no " la puta que lo parió", porque no deseaba putearlo a él, sino, le molestaba la situación.
El día que él embaló las cosas que se llevaba, ella, optó por no estar. Pensó que si estaba, podría engancharse a discutir por pavadas, y se autodecretó no hacerlo. Además, dio por descontada cierta dosis de sentido común de la otra parte. Esta, fue la parte de sentido común que le faltó a ella.
Las cosas, muchas de las cosas, el 99% de las cosas eran de él, pues ella -que pensaba en él- cuando veía algo que sabía le gustaría, se lo compraba y lo regalaba. El, cuando veía algo que le gustaba a ella, generalmente lo decretaba "kitsch", y por ende, no lo compraba. El consideraba que el gusto de ella era "burdo", poco estético, como decirlo... chabacano.
El, se asió a las cosas, como si fueran paracaídas en un avión en llamas. Decidió que los regalos de casamiento o generales hechos por amigos de él, eran de él. Lo regalado por ella, era de él. Los objetos de diseño, eran de él. Los cuadros, también eran de él. El, sin la música no podía vivir, y por tanto, el equipo de audio era de él; también los auriculares inalámbricos, dado que como iba ahora a vivir solo, eran obvios los motivos por los cuales los necesitaba. Eso sí, la multiprocesadora, y el lavarropas, serían de ella. No obstante, se llevaría 3 platos playos, 3 hondos, 3 de servicio, y 3 de postre (esto, para joder, nomás). Todas las copas (¿acaso, no las había elegido él?), el sacacorchos estético y el anillo para soportar las gotas. Si la compulsa iba a estar basada en quedarse con las cosas de acuerdo a haberlas elegido o no, je, el ganaba por varios cuerpos. Lo que él no elegía, no entraba a la casa, o entraba por delante, y salía por la bolsa de la basura.
Sólo cometió un error: la cafetera.
El olvidó el valor que para ella tenía la cafetera.
El olvidó que ella, por una cafetera, había emprendido un negocio.
Cuando quiso comprar ESA cafetera, él dijo que era un despropósito, un gasto exagerado e incoherente, innecesario. Decretó que no había dinero para esa cafetera.
Ella, como era, como siempre había sido, empezó a pensar en conseguir dinero para esa cafetera. Así, inició una pequeña empresita, que perduró 4 años, y que generó ganancias considerables de las que todos disfrutaron. Y ella, con la primer ganancia, compró esa cafetera.
Pues el objeto de esa empresa, había sido la cafetera.
El olvidó el valor de la cafetera.
Era todo un símbolo, la cafetera. Un bastión. El faro de Occidente, el primer mazazo en el muro de Berlín. La primer pisada del hombre en la Luna.
Y a él, se le ocurrió llevarse la cafetera.
Ella dijo : - Ah no... con la cafetera, no-
Y lo que hasta ese día había sido "adulto", "serio", "tranquilo", devino en un mare magnum estridente, apocalíptico, una fuerza contra otra fuerza.
Ella, cambió las cerraduras. Puso una traba. Comenzó a reclamar lo que pacíficamente había dejado de lado.
Muy adrede, muy infantilmente, decía: - "Quiero medio auto". (Que mitad sería? En forma horizontal, o vertical? Mientras, seria, formulaba el reclamo, se imaginaba un auto segmentado en forma vertical. Le tocaría la mitad de atrás, o de delante? Se reía, por dentro, se reía. )
"Quiero medio auto", se empacaba.
"Quiero la mitad de las Cuisine & Vins".
"Quiero la mitad de la colección de libros de arte"
"Quiero la mitad de la mesa"
"Quiero la mitad del ficus. Y quiero la parte de arriba, porque la quiero"
"Quiero la mitad de la colección de enciclopedias. Quiero de la "K" a la "Z""
Cada vez eran más incoherentes sus pedidos. Respaldaba la lógica del pedido de la "K" a la "Z" justificando que en la "K" empezaba Kafka.
En realidad, lo que había empezado, era "La metamorfosis" de Kafka.
El, nunca debió tocar la cafetera.
Pero claro, si él se hubiera percatado alguna vez del valor de la cafetera, de lo que ella era capaz de hacer por aquello que deseaba, hubiera podido ver el principio del fin.

Las mariposas

Después de todo, se podía sobrevivir la vida. Ella era una muestra de este hecho; sobrevivir era posible, en el medio de un todo centrífugo que, deshaciendo en finas hebras los pedazos de vida, los conducía a velocidades cada vez mayores hacia un vórtice infinito, profundo, y a la vez, placentero.
Quizás era esa escencia en la que sabía muy bien ensalzarse; quizás - a veces meditaba -, era simplemente como las cosas eran, o podían ser, o debían ser. Tal vez era capricho, sólo capricho: se sabía caprichosa.
En realidad, no meditaba a veces; meditaba casi siempre, en forma permanente, obsesiva, neurótica ella toda, espíritu, piel, carne, y hueso.
Meditaba tanto lo profundo, lo valioso, como lo estúpidamente fútil y efímero. Meditaba lo propio, lo ajeno, lo gigante y lo minúsculo.
Meditaba, y actuaba. Esto es: coexistían la especulación y el facto.
Emma sabía como esto se sentía, pero mucho le costaba transmitirlo; evidentemente, no podía compactar tanto en tan poco tiempo. Cuando hacía análisis, sentía que sus sesiones debían durar un mínimo de 4 horas para que pudiera contar todo lo que quería contar. Ovejita obediente, respetaba el reloj, al paciente anterior y al siguiente, casi más que su propio espacio y tiempo de analizada.
Se sentaba por las tardes frescas, en su tranquilo City Bell, en la pequeña expansión del living, a mirar el roble del patio de su casa. Y las mariposas de su mente comenzaban a volar en esos erráticos pero a la vez hermosos vuelos de colores.
- El roble está enfermo, pero no puedo llamar a un especialista porque no podría pagarle. Tengo que llamar al Banco, van a ejecutar la hipoteca, y otra vez Scottie se rasca. Tendrá pulgas? Debo comprar la pipeta. Pobre perro, cada vez lo cuido menos... todas la lenguas de las mujeres serán así de rasposas? La lengua de Cecilia era muy rasposa.
Cada vez que se le brindaba la oportunidad, era la misma intriga. Emma no sabía, no recordaba, o jugaba a no recordar como era la sensación, el tacto, el roce de sus labios con otros labios de mujer. No dejaban de extrañarla lo pequeño de las lenguas, lo puntiagudas que se sentían; tan distintas a las lenguas masculinas... y no sabía bien porque, muchas veces, ciertamente rasposas. Supuso muchas veces que serían hábitos de bebidas calientes; carecía de sentido, pero suponía eso. Exceso de café caliente, pensaba.
A Carlos no le había comentado esto. Si bien no tenía secretos con él, había cosas que le parecían infantiles, ridículas, fruto de sus miles de inmadureces, y que además, así como venían a su mente, se iban, como tantas otras cosas...
- ... y tengo que depilarme. Antes de depilarme debería cargar el lavarropas, mejor hago eso. O mejor me quedo acá, sentadita, termino tranquila mi cigarrillo y el café. Crece mal el bambú; cuando los planté, debería haber plantado al menos cuatro plantas más. Porque si necesito que crezca hacia los lados se empecina en crecer en el otro sentido? Es por llevar la contra, nomás. Parece que supiera que necesito que crezca en el otro sentido.
Y se reía de sí misma cuando se encontraba pensando así. Se preguntaba al menos dos veces por día si todas las personas, si todas las mujeres, pensarían como ella. Sabía, o al menos, percibía, o intuía, que no era así. Todos los demás eran perfectos, enteros, concretos, sin fisuras. Se sentía rara avis, cosa que le molestaba y le encantaba. Le molestaban los múltiples trastornos que esta condición imponía a su rutina básica de vida; le encantaba sentirse viva así, de este modo. Se sentía tan vital, tal poderosa en su debilidad...
Carlos solía decírselo bien claro, ayudándola un poco a pensarse a sí misma. Y nunca habría de saber lo mucho que ella escuchaba y comprendía lo que él le decía; pero si Carlos escuchara las mariposas!!!
- no me escuchás nunca, bebé. No me escuchas, o me interrumpís. Y eso no me hace sentir bien. Además, sabés lo mucho que detesto repetirme.
- No es que no te escuche - repetía ella hasta el hartazgo; ella, a quien nunca le molestó repetirse. - Juro que te escucho- solía decirle, para luego repetirle como loro endemoniado la exacta frase que el había expresado. Se condolía con la molestia de él; y mucho se condolía. Lo quería tanto, lo sentía tanto, que cuando se preguntaba que cosa no sería capáz de perdonarle, tomaba conciencia que era capaz de perdonarle todo.

El anillito

Era un anillito, pero era mucho más que un anillito.
Era un anillito de oro bajo, que tenía engarzadas unas piedritas chiquitas chiquitas - casi polvillo-, de esmeraldas. En realidad, ni esmeraldas se llamaban. Se llamaban "esmeraldinas".
Ito ito ita. Era anillito, por eso ito-ito-ita.
No era un ANILLO. No era una joya, ni una alhaja, ni algo de lo que pavonearse en tarde de peluquería, o entre amigas.
Era apenas un fino lazito de oro, con un pequeño detalle de piedritas verdes.
Le recordaba a la alianza de matrimonio de su abuela, que era casi un hilo de oro, pero hilo y todo, había sido el símbolo de una amante pareja. Pareciera que el grosor de la alianza era inversamente proporcional a la felicidad de la pareja, pensó una vez. Alianzas gordas, opulentas, lujuriosas, de mezclas de oro blanco -rojo -amarillo, con incrustaciones de brillantes, parecían sellar pactos entre contendientes de dudosa felicidad. Kamtchatka ataca a Borneo... jejejejeje..... sonaba al TEG.
"Alianzas finitas, amor infinito", pensó. Luego, se castigó: "comentario kitsch como hay pocos" se dijo, mientras con un gesto de su rostro, denostaba repugnancia por su propio pensamiento. Lo de amor infinito sonaba asquerosamente mediocre, rotundamente romántico, absurdamente pazguato.
"Ausencia de alianzas?" "uh", se dijo, "eso tendría que ser éxito rotundo, en caso de seguir la teoría contraria de las alianzas".
"Dame la media medalla...." la canción vino a su cabeza. Eso sí era kitsch, la media medalla; con forma de corazón, más aún; con piedrita roja la de ella, sin piedrita la de él, era el colmo del bizarrismo romántico. (En el fondo se presentía bizarramente romántica).
Volvió a su anillito. Había estado cepillándole las piedritas. Una vez por semana, con agua caliente y detergente, cepillaba las piedritas con la ayuda de un cepillo de dientes en desuso, para sacarle el polvillo, y los pequeños restos que el propio uso iba acumulando.
Era discreto, y bellito.
Le habían dicho una vez que era "bellita". Le era posible aplicar la calidad de "bellito" para su anillo.
Tenía claro que, en el caso de olvidarlo en un lavabo, alguien lo recogería; tenía claro también, que era improbable que, de recogerlo, intentaran luego venderlo. Se lo quedarían, o lo regalarían a alguien. No era un objeto del que alguien supusiera un gran valor monetario.
Lo usaba con frecuencia. No era una mujer de usar alhajas; en general, le terminaban molestando. Los aros le pinchaban, las pulseras le incomodaban....pero el anillito era cómodo.
Quizás por eso usaba el anillito.
Quizás porque ese anillito, había reemplazado una preexistente alianza.
Quizás porque ese anillito, se lo había comprado ella. Y por eso era anillito, y no anillo.
Porque un día fue, y con el dinero que tenía se lo compró - y por eso era anillito, y no anillo -, y se lo puso, y se alianzó / alió de una buena vez con su deseo.
Y las piedritas eran verdes, románticamente berreta, "verde esperanza".-

Carta a la Seño Vanina

Seño Vanina:
Le escribo otra vez en este cuadernito celeste, sobre el papel que le ha otorgado a mi pequeño hijo al conferirle el rol del "Monstruo de las Centellas" en el acto del dìa de la Madre.

Más, amable Vanina... ¿Como se supone que es el disfraz de "Monstruo de las Centellas"??? El nene dice que es un monstruo de 8 cabezas, que larga rayos desde las manos. Sólo deberé sumarle al nene 7 cabezas a la actual? y los rayos, como cornos los hago? Le hará bien al nene actuar de Monstruo? los rayos, deben quemar o bastaría con que tengan luz?¿Recuerda cuando me encomendó el disfraz de "vaca" para la actuación de padres de "Había una vez una vaca en la Quebrada de Humauaca" de M.E. Walsh??? porque hube de hacer yo de vaca, y la mamita perfecta de Maestra? Porque yo debí exprimirme el cerebro, y ella tan sólo pedir prestado a Ud. un guardapolvo??? Recuerdo que me puse las calzas negras, me enfundé en una bolsa tamaño consorcio atadita prolijamente al cuello con una cinta roja de la que colgaba un cencerro... y me puse una vincha con dos cuernos. Al día de hoy los compañeritos le dicen a mi hijo "Ah, tu mamá, sí, sí, la vaca!!!"... Eso lo ha afectado en gran forma en su interacción social, objetivo supuestamente buscado en el nivel educativo que se encuentra... No seño Vanina, Ud. tiene una fijación con esta familia y los disfraces, no tengo dudas.
Todo sería más fácil si pudiera enviar a confeccionar el disfraz por terceros (superando los daños morales y psiquicos que causarían en mi hijo actuar de Monstruo). Ahora bien, si pago la reinscripción, la cuota del comedor, el curso de flautín trasverso descendente, la escuelita de fútbol, más los campamentos y saliditas a Temaiken y Tierra Santa -para ver el Jesús Gigante-, me diría como hago?¿Como he de conectarle las 7 cabezas a mi hijo? con alambre? las cabezas, deberían moverse, o deberían quedar fijas?
No quiero entorpecerle su tarea didáctica, más le pido por favor contemple la posibilidad de otorgarle un rol entre el grupo de "Esclavos Picapedreros". Creo que con la mallita vieja, y una musculosa, más las ojotas, estaría chiche bombón; puedo darle un palito de escoba con un cartón en la punta, y que parezca que tiene una maza real para picar piedras. Va a estar en el grupo con Agustín, que es su mejor amiguito, y seguro se sentirá feliz. Le encanta pegarle a todo, a la gente, a los perros; pegarle a las piedras, seguro le va a gustar.
Ud. dirá que ser escalvo no es mejor que ser monstruo; sepa disculpar que disienta. Hegel nos hablaba del Amo y el Esclavo, pero nunca del Monstruo. Soy muy ortodoxa en lo que a cuestiones filosáficas se refiere, y prefiero a mi hijo esclavo antes que monstruo.
Espero se ponga en mis zapatitos (gastados, le diré) y pueda comprender mi incapacidad de cumplir con este, su deseo, del disfraz de Monstruo de las Centellas. Antes que se le ocurra, le informo que tampoco podría enfrentar la confección de los otros dos disfraces de los roles protagónicos: Dragón Chino y/o Sirena Diamantada. Los seres míticos no son mi fuerte, en el caso del Dragón, por incapacidad fáctica, y en el caso de la Sirena, porque tengo serias dudas sobre los efectos que causarían en la tierna psiquis de mi niño, el disfrazarse de Sirena, a edad tan temprana... Vamos, que para las desviaciones siempre hay tiempo!!! no nos apuremos!!!
Queda a su atenta disposición,

La mamá de M.

PD: No puedo enviar los $ 10 del aporte para el aire acondicionado de Sala de Maestras porque necesito comprarle las ojotitas de esclavo.
PD2: Tengo a su disposición los disfraces que ya me hizo hacerle, por si los necesita otro niño: son los de árbol frutal, león y vaquita de San Antonio

Rosado

Rosado, pulsátil,
aterciopelado; apenas acariciable, aterciopelado.
Estéticamente perfecto; imponente,
sabroso; siempre sabroso, apetitoso.
Anhelado, siempre anhelado.
Vigoroso, duro, erecto, contundente;
mágico.
Metamorfosis esperada, ansiada;
el rosado terciopelo crece,
y es más bello, aún, entonces.
Y es más apetente, aún, entonces.
Y entonces, vibra, late,
se hace presente en el espacio
(que lo espera).
Rosado, perfecto, grande.
Gustoso, aterciopeladamente hermoso.
(es tan agradable al tacto sentirlo...)
Tus ojos se cierran, suavemente.
Mi boca se entreabre.
Extraña geografía de bahías y península.
Te esperan, siempre
mis bahías.
Lo más tibias posibles,
aguardando,
abrazando amorosamente,
cobijando,
lo rosado,
aterciopelado,
y perfecto.
16/10/2002

El líquido negro

Las cosas a veces no son como parecen,
las personas a veces no son como parecen;
a veces, las personas parecen cosas, inanimadas,
o animadas por extraños espíritus traviesos.
parece que jugaran, que quisieran engañar,
que permitieran el engaño, el autoengaño, el otroengaño.
el engaño se trasluce, se vislumbra, se percibe
está ahí, puede sentirse su hálito,
su respirar agitado.
Y las personas lo niegan. Juegan a ser dioses,
incólumes, impolutos, castos de total castidad,
puros de total pureza.
En ese instante, no en otro;
en ese preciso instante,
comienza a verse el líquido negro que chorrea,
de a poco, sólo gotas;
es oscuro, no negro; es hediondo.
Cae por detrás de sus figuras,
comienza a relucir al brillo de la luz,
se espeja,
parece un negro espejo.
Empieza a formarse el charco hediondo,
flotan en él;
continúan vertiendo de sus bocas engaños,
que ya deformes parecen desdentadas y espantosas
cavidades fruto de un médico demente,
de un cirujano maníacamente enloquecido.
El charco ya es masivo;
no pueden ignorarlo más;
la lengua ya es un pedazo de carne grotesco;
los ojos apenas se perciben,
el engaño toma el tamaño de la desmesura.
Confrontados con su propia inhumanidad indiscutible,
aún en ese instante;
flotando en el negro charco,
ya imperceptibles como humanos,
continúan negando.
Otra persona a muerto frente a nuestros ojos;
otra persona más, y van tantas...

La mujer perro

Soy el hombre, y también, soy el perro.
Y la montaña es virtual.
He logrado la máxima economía de recursos a la que se puede aspirar, si es que a ello se desea aspirar.
Yo no deseaba, ni deseo, lograr la máxima economía de recursos, pero así ha sido dado, me ha sido dado, y no he podido construir mi mundo de otro modo.
He construído lo que muchos desean, sueñan o anhelan (o dicen desear, soñar o anhelar): puedo instaurar una soledad completa en mi vida, si así lo quiero.
Pero yo no quería, ni quiero, construír esta construcción.
Como partícipe indivisible de los hechos, he colaborado durante cuatro décadas a forjar este presente.
Presente que, si debo ser explícita, mucho no difiere del pasado, o en todo caso, es huevo o gallina, no hay un antes ni un después. Simplemente, así ha sido dado, me ha sido dado, o no he podido construír mi mundo de otro modo. Nada es consecuencia de nada: a mi me resulta como un continuo, como una cinta de Moebius donde recorro el mismo camino sin que jamás pueda salir de él.
Eduardo es una novedad en esta vida. Un puerto donde anclar, mansas aguas tibias. Elegirlo implica elegir la deconstrucción de al menos parte de ese mundo donde soy hombre, perro y ni es necesaria la montaña.
Cuando se va caminando, despacito, con la cabeza un tanto gacha, ese sábado, soy hombre y perro.
De no ser él, tengo la total y absoluta certeza que nadie llamará ni golpeará a la puerta.
Nadie escribirá.
Podrían transcurrir días, y salvo la necesidad de mis hijos de ser cuidados, nada interrumpirá a la mujer perro.
Debo ser la mujer perro entonces, debo serlo.
Me imagino perro un tanto callejero, mediano, blanco con manchas marrones; orejas un tanto largas, -marrones ellas-, y ese andar casi al trote, de asustado o aburrido, no se sabe bien. La pata izquierda rengea un poco.
Detesto a este tipo de perros. Jamás se detienen.
Mamá me dejo ese día, creo que cerca de lo de tía Mercedes, porque me demoré en subir al auto. "Andate sola, no te espero más", dijo, y se fue en el auto.
Me encontré sola, no sabía bien donde estaba, ni donde estaba mi casa. Sólo recordaba de memoria "callecincuentaycinconúmerodosmilochentayseis", así, todo de corrido y apurado.
Primero no lo creí, recuerdo. Esperaba que diera la vuelta a la manzana.
No la dió. Esperé un ratito, y creo que lloré un poco, agarrándome la trencita de la derecha. Remera roja a rayas blancas, tenía, un pantalón cortito blanco, y zapatillitas de lona blanca. Las trenzas siempre tirantes, que me hacían doler la cabeza.
Venía por la vereda una viejita, alta, delgada, un batón medio gris (recuerdo) y el pelo muy canoso. Como un rodete o algo así, sudaba la señora, era verano.
"Hola, perdone, yo no sé cómo llegar a mi casa de callecincuentaycinconúmerodosmilochentayseis, usted, sabe?"
Me miró desde arriba, y me miraba muy raro, como si me preguntara algo con los ojos. Me erguí en las puntas de los pies, urgiéndola, y moviendo los hombros le dije "Yo no sé cómo llegar, usted, sabe?" le pregunté otra vez -con un tono entre presionante y triste-, y creo que no me animaba a preguntarlo por tercera vez; creo que se dió cuenta de ello.
Me señaló (cierro los ojos y la veo) con su brazo izquierdo, me explicó que eran cuatro para allá y que luego, siguiera derecho hasta encontrar mi casa. Me preguntó si sabía cruzar las calles, y le dije que sí. Me dijo que tuviera cuidado con la avenida 58. Fruncía la frente hacia arriba, creo que desconfiaba de que le entendiera correctamente. Explicó varias veces lo mismo, con énfasis, estirando ese brazo que colgaba carne magra.
Le dije "Muchas gracias", y me fuí, y me dí vuelta varias veces para mirarla. Ella, me miró un poquito, y luego siguió caminando su camino.
A mí me pareció que ella era algo como lo último vivo que me conectaba a algo. Que luego de ese instante, entre la viejita y mi casa, todo era terra incógnita. Y lo era.
Caminé, primero apurada, y luego, me fuí relajando.
Todo era terra incógnita, pero nada más que eso.
Era un espacio en la nada.
Caminé un rato. Recuerdo haber cruzado la avenida 58 con mucho cuidado.
Cuando faltaba una cuadra para llegar a mi casa, sentí que llegar o no llegar no tenía gran sentido.
Aún cuando llegara, estaría sola.
Creo que ahí nació la mujer perro que no necesita la montaña.
Ojalá hubiera podido darle la mano a la viejita y decirle "voy con vos, adonde vayas", más allá de lo que ella hubiera contestado; hubiera sido importante que yo pudiera decirlo, pedirlo o rogarlo.
Eduardo dice que tiro terrascones.
Deben ser los fragmentos de la mujer perro.
Por eso debe haberme sacado Mamá los colmillos de abajo. Para que no mordiera tanto.
Yo no quiero morder; sólo que, a veces, actúo como puedo.
¿quién más que yo quisiera que yo viviera mi vida de diferente forma? ¿quien más que yo quisiera desandar estos cuarenta años y vivirlos de otro modo?
Resulta pesado vivir con la sensación de que era posible vivir de otra forma, y no supe verlo. Ahora, cuando todos comienzan a vivir las reflexiones, yo recién me doy cuenta de los básicos.
Hago palotes al lado de quienes hacen cálculo científico, evalúan derivadas de una función en "x", mientras yo intento de una buena vez aprender las vocales.
a, e, i, o, u, debo aprender esto de una vez.
Todos parecen tan grandes, y tan sabios.
Les faltan el batón gris, las canas, y el sudor.
Eduardo me dice donde queda callecincuentaycinconúmerodosmilochentayseis.
No quiero ir ahí.
Voy con vos, adonde vayas.
a, e, i, o, u.
a, e, i, o, u.
Yo quiero y puedo, me vá a salir.


24/03/2004

Cuando las sombras no puedan ser gris

Sombras esquivas, grises; fondo y figura
veo y no veo. Intuyo, percibo.
Algo detrás, la parte insegura.
Censura.
Buscar algo, o no buscarlo, nada, nada.
Ni ganas de buscarlo.
Un paso al lado, y otro atrás,
la sombra se escabulle.
Me siento, plateísta,
cansada de correr sombras.
(En algún momento, el sol se ocultará;
veremos que hacen las sombras
cuando no puedan ser gris.)

El ciempiés


Había una vez un ciempies que no podía mover ni una pata.
Cien patas tenía, y ninguna movía.
Miraba sus patas con desesperación; tantas, todas bonitas, todas inmóviles...
Parecía que para algo servían, pero el ciempiés, no lo sabía. Estaban allí, lindas, limpitas, prolijas, tan ordenadas... pero no les encontraba utilidad. Sabía el ciempies que las patas eran para andar, para desplazarse y moverse hacia donde quisiera. Sabía (no sabía como sabía, pero sabía) que desplazarse, usar esas patas, era ser libre. Y sabía (y no sabía como sabía, pero sabía) que ser libre era importante y bueno, benéfico, balsámico y pleno.
Pero las patas, no se movían.
Le decía a su cerebro: "por favor, mueve esas patas!!! quiero ser libre..." pero Cerebro, no respondía. Cerebro y Las Patas, parecían no tener conexión alguna que las uniera.
Y el ciempiés, en medio de este problema.
"¿Que voy a hacer con mis patas?", se preguntaba, un día tras otro.
El enviaba señales a Cerebro para que moviera Las Patas, pero Las Patas, no se movían.
Furioso, un día, se revolcó hasta lastimarse los anillos del lomo intentando moverse. Sentía ira, furia, rabia, contra Las Patas.
Lastimado, quedó tendido a un costadito, intentando curarse. Le dolía el lomo, le dolían Las Patas, y le dolía el alma. Quería moverse, desplazarse, y no podía.
Pasó una mariposa volando, y la envidió. El aire estaba cálido, y la mariposa planeaba y agitaba las alas alternadamente. "Las Alas son mejores que Las Patas", concluyó.
También concluyó que se estaba engañando, pero bueno, siguió engañándose, y envidiando las alas.
Un día se le dió por preguntarse si Las Patas serían el problema. Las miró, y las vió tan inermes, tan quietitas, que no supo bien porque, les otorgó calidad de bondad, y se dijo que quizás las patas, no eran el problema. Quizás el problema era Cerebro.
"No", se dijo, "pobre Cerebro, esas patas con su aspecto de bondad intentan confundirme. Cerebro está bien, el problema son Las Patas".
También se dijo que, otra vez, se estaba engañando.
Harto de engañarse, mientras envejecía tirado a un costado de todo, decidió poner manos a la obra, y dejar de culpar a Las Patas.
Entonces le dijo a Cerebro "Estas patas son mías, y debo moverlas, y entre ambos, vamos a moverlas" (el ciempiés mucho no creía en esta orden, pero quizás funcionara...)
Ha logrado, a la fecha, mover algunas patitas.
De hecho, no camina aún; pero al menos, ya las mueve, y algo, se arrastra.
El ciempiés cree que va a poder caminar algún día, y ser libre.
Yo no sé si va a caminar, pero sé que lo está intentando.
Es triste ver a un ciempiés que no sabe caminar; apena. Tantas patitas y no saber caminar... espero que no sea tarde para el ciempiés, ojalá no lo sea. Merece poder aprender. Merece ser entendido.
Merece una esperanzita por cada patita.

Escribo mucho, subo poco

Escribo bastante, y luego no subo nada. Me decidí comenzar a subir mis escritos. Si alguien los lee, espero que los disfrute.

martes, 4 de noviembre de 2008

Theodore Sturgeon, y la Sci Fi

Hoy un amigo me acercó el hipervínculo a la contratapa de Página 12, donde había una nota de Fresán, que citaba a varios autores de sci-fi de mi agrado.
Siendo el género de mi preferencia, pues es el que más bucea en la humanidad, busqué los libros, para rescatar citas, que aquí comparto.
Me incliné por Theodore Sturgeon, quien se dedicó a lo más descarnado de la humanidad.

Escribió una trilogía que comprende los títulos "Más que humano", "Violación cósmica" y "Venus más X". Los libros pueden leerse de modo independiente; el valor es que vá avanzando en cada uno de ello en el tema que más le preocupa, la gestalt, la cual plantea como una entidad entera compuesta de individuos muy discretos que no pierden su individualidad.
"Más que humano" se adentra en la creación de un superhombre. Seres desadaptados y huérfanos, sin inocencia ni maldad, y con una ética animal, por puro instinto de supervivencia llegarán a ello. La pregunta que se hace es ¿qué es lo que se necesita para sobrevivir? y ¿por qué la humanidad intenta sistemáticamente suicidarse?
La cita elegida de ese libro sería:


"El amor es algo que nos funde, y nos enfría, y nos templa, de modo tal que la aleación es más fuerte que lo que era al principio. Pero un día, como toda aleación, luego de sufrir embates, simplemente, se quiebra. Y no se puede reparar, sólo volver a fundirse, y ser parte de otra aleación".

"Violación cósmica" trata fundamentalmente sobre el tema de la comunicación. ¿Y si los humanos funcionaramos como las abejas, como una mente colmenar? Pero no funcionamos así... precisamente, ese es el tema. La Medusa, mente colectiva intergaláctica se posesiona de Gurlick, un vagabundo perdido, y a través de él pretende unificar las mentes humanas para luego unirlas a su mente colectiva. Obviamente, no ha de suceder.
La cita de este libro, es:

"¿Qué es ser humano? ¿Qué es lo que vendrá después? "

"Venus más X" (que discuto que podría llamarse "Venus más Y") lleva a la par dos historias. Una, la de una sociedad paradisíaca y muy tecnologizada, a la que es transportado el protagonista; la otra, la vida de una familia, donde marido y mujer son hermafroditas. El hilo que une a ambas historias es una mirada sobre la diferencia de los sexos. La diferencia sexual, ¿es susceptible de cambiar?. Sturgeon supone que no.
Aquí no puedo quedarme con una cita:

- "El homo sapiens es único entre las especies, existentes y extintas, en imaginar sistemas para la represión del sexo."
- "Siempre me he sentido fascinado por la habilidad de la mente humana para fabricarse una verdad y luego dar un paso más (lo cual es realmente el secreto básico de todo el progreso humano), y por la incapacidad de tanta gente para aprender el truco."


La ciencia ficción, un género ninguneado pero que habla mucho de la humanidad.




lunes, 3 de noviembre de 2008

¿Cómo hacerte saber que siempre hay un tiempo?

Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo,
Que nadie establece normas salvo la vida,
Que la vida sin ciertas normas pierde forma,
Que la forma no se pierde con abrirnos,
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente,
Que no está prohibido amar,
Que también se puede odiar,
Que el odio y el amor son afectos
Que la agresión porque sí hiere mucho,
Que las heridas se cierran,
Que las puertas no deben cerrarse,
Que la mayor puerta es el afecto,
Que los afectos nos definen,
Que definirse no es remar contra la corriente,
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja,
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio,
Que negar palabras implica abrir distancias,
Que encontrarse es muy hermoso,
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida,
Que la vida forma parte del sexo,
Que el “por qué” de los niños tiene un porque,
Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad,
Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana,
Que nunca está de más agradecer,
Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo,
Que nadie quiere estar solo,
Que para no estar solo hay que dar,
Que para dar debimos recibir antes,
Que para que nos den hay que saber también cómo pedir,
Que saber pedir no es regalarse,
Que regalarse es, en definitiva, no quererse,
Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos,
Que para que alguien “sea” hay que ayudarlo,
Que ayudar es poder alentar y apoyar,
Que adular no es ayudar,
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara,
Que las cosas cara a cara son honestas,
Que nadie es honesto porque no roba,
Que el que roba no es ladrón por placer,
Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo,
Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte,
Que se puede estar muerto en vida,
Que se siente con el cuerpo y la mente,
Que con los oídos se escucha,
Que cuesta ser sensible y no herirse,
Que herirse no es desangrarse,
Que para no ser heridos levantamos muros,
Que quien siembra muros no recoge nada,
Que casi todos somos albañiles de muros,
Que sería mejor construir puentes,
Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve,
Que volver no implica retroceder,
Que retroceder también puede ser avanzar,
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol,
¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida?
¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?

Mario Benedetti

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