jueves, 11 de agosto de 2011

Londres arde, las causas

Aclaración: como verán, estoy posteando y participando poco y nada, ocupada con cuestiones personales que demandan mi tiempo y mi energía. Apenas pueda regresar, comentaré sus blogs, lo que no he dejado de leer, pero es prioritario que resuelva otras cuestiones. Estoy bien, simplemente, no puedo hacerlo de momento. Gracias y abrazos a todos.
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El artículo que voy a compartir es de Ramón Lobo, periodista español que leo cuando quiero ver un punto de vista diferente del que recibo sobre temas europeos. Si bien no adhiero en un 100% a todos sus textos, sí adhiero a muchos, y este es un caso en el cual lo escrito, me parece brillante. Como verán además, quien quiera profundizar, está plagado de enlaces a cada tema que toca. Espero lo disfruten.

Lo comparto con ustedes.

"Londres arde, las causas"

El despliegue policial calmó Londres, una ciudad fantasmal en numerosos barrios: tiendas de ropa, cafés y pubs cerrados. Cuando los pubs cierran en Inglaterra algo muy grave está sucediendo. Una noche de calma en la capital, con disturbios esporádicos en Manchester, West Brominch y Birmingham, no es una victoria; puede que sea solo un alto el fuego, una espera de nuevas oportunidades o que los vándalos han acumulado los bienes que necesitaban. Es posible que esa marabunta se haya saciado de odio y rabia y que la situación tienda poco a poco a la calma. El jefe en funciones de Scotland Yard, Tim Godwin, habló ayer de una masa hambrienta de violencia. Se trata de situaciones que se repiten periódicamente, que tienen ciclos, como la economía con sus curvas al alza y a la baja.
Cuando los conflictos se sosiegan, cuando desaparecen de la vista de todos y de los titulares, son más peligrosos. Lo son porque se olvidan. Existen causas soterradas, subyacentes, que explican en parte los cuatro días de locura y saqueo que han vivido algunos barrios empobrecidos de Londres.
Mi compañero Walter Oppenheimer recuerda en su análisis los disturbios de los años 80, que tenían una explicación política frente a la injusticia, el abandono. Estos de agosto de 2011 no son políticos, son puro hooliganismo e imitación. En medio de tanta destrucción hay esperanza; otros ciudadanos son posibles, como los que se organizaron para barrer sus barrios de escombros y cristales: #riotcleanup.
Paul Lewis y James Harkin, periodistas del 'Guardian', firman un reportaje en el epicentro de los disturbios; tiene color, olor y sabor; es una muestra sociológica del problema de fondo: miles de jóvenes se sienten fuera del sistema, agredidos por él; no es una cuestión de color, religión, sino de personas que se han bajado o les han bajado del tren.
Los sociólogos hablan de fracaso educacional: jóvenes que no respetan la ley, la autoridad en todas sus manifestaciones: padres, colegio, policía; y lo peor para la autoridad, que tampoco la temen.
En toda guerra se esfuma la ley, el miedo al castigo. Un tipo con un Kaláshnikov es el rey, quien decide sobre la vida de los demás: tú, mueres; tú, te salvas. No basta la educación, la cultura, la crianza; en nosotros anida una bestia dormida. Sentirse impune es la puerta que abre el paso a la bestia.
David Cameron va a permitir el uso de pelotas de goma, y estudia la entrada en acción de los camiones armados con cañones de agua. No es una discusión formal, escénica, sino de fondo. Los ingleses, y los británicos por extensión, asocian ese tipo de material antidisturbios a la guerra de Irlanda del Norte. Sacar cañones de agua a las calles de Londres o Manchester es un mensaje al subcosnciente colectivo, admitir que más que disturbios, el Gobierno se enfrenta a un tipo de guerra.
Los británicos prefieren el consenso. Pero el consenso ha dejado de ser parte de la cultura, como lo dejó de ser el té a las cinco.
Restaurar el orden llevará tiempo: detenciones, despliegue policial, entrada en acción de los líderes de las comunidades. Cuando llegue el orden, o la ausencia de desorden, será necesario analizar las causas y tratar de reintroducir en la sociedad el concepto de lo que es bueno y lo que es malo, de las buenas costumbres, de la urbanidad.
También deberá trabar duro la policía: más respeto a los ciudadanos aunque sean negros, árabes, turcos o blancos pobres; acabar con el abuso de autoridad, de casos como el de Mark Duggan o el brasileño Jean Charles De Menezes. Y debería cambiar el sistema. Pero eso es algo más complejo porque el sistema dejó de cotizar en las urnas y pasó a hacerlo en los mercados.

2 comentarios:

profquesada dijo...

Me alegro que estés de vuelta. Con respecto al tema de tu post, la violencia en Londres (creo que también podría ser la violencia en Santiago) responde a lo que el cineasta brasileño un esteta de ella decía: "Asi, solamente una cultura del hambre, minando sus propias estructuras, puede superarse cualitativamente y la más noble manifestación cultural de hambre es la violencia". Yo pienso lo mismo si primero reprimen, hallan a los supuestos "cabecillas" y reimponen "el orden" para luego analizar las causas seguramente nada habrá cambiado y la violencia reaparecerá porque no es una manifestación de una carencia de educación o de respeto por las normas, es -como dice Rocha- la expresión cultural del hambre, de la injusticia, de la marginación, del racismo, de todas las lacras que el poder dominante le impone al pueblo de Londres y que las mayorias blancas asustadas con la pérdida de "lo Inglés", del "glorioso pasado", temerosos de las consecuencias indeseables del mundo que han creado, respaldan totalmente.

profquesada dijo...

perdón por el desliz, el cineasta es Glauber Rocha, muy conocido en los setenta por filmes como Dios y el diablo en la tierra del sol, macunaíma, etc y del cual se vuelve a hablar recientemente.

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