En los tiempos que corren, en esta sociedad saturada de información, lo que se denomina "cultura" -y quizás habría que cambiarle el nombre- se ha convertido en una estratégica prioridad del poder, o si se quiere, del capitalismo.
La cultura siempre ha constituído una función básica en cualquier sociedad o comunidad, pero en el avance del sistema, es imposible no ver que se ha constituído en un motor de reproducción social. Es consumo, y por ende, es un bien de capital.
La economía, la política y la cultura, recíprocamente se deben las unas a las otras el avance de sí mismas. Si bien no se les puede asignar idéntica responsabilidad o amplitud operativa, es innegable que este trío avanza el uno dependiendo de el otro.
En una primera instancia es la economía la que arremete, representando la fuerza del capitalismo como modo de producción, a una escala local y/o familiar.
En una segunda instancia, vino la planificación a escala mundial (no era global en aquel momento, no se llamaba "global"), donde participaban la nación estado, y la empresa, como participantes y motivadores de la fase novedosa de la expansión. Luego, vino la dimensión política del sistema, la era de los grandes líderes -JFK, De Gaulle, Roosevelt-, rasgo que a la fecha se va perdiendo o difuminando, dado que líderes casi no quedan -creo que no quedan- y han sido reemplazados por presidentes que, gracias a los medios de comunicación, se hacen conocidos -más por sus escándalos o sus desastres, que por sus logros: Berlusconi, W. Bush, Blair, Aznar-.
Ahora bien, es innegable que aún estos presidentes mediáticos, no pueden competir con Beckham, Ronaldo, Federer o el actor o cantante de moda.
Todas las crisis de legitimidad que atravesó el sistema, lo fueron corroyendo. Pero como el ave fénix, en los '70s encontró un modo de repantigarse. Nada de lo existente podía justificar la globalización. Necesariamente había que recurrir a otro elemento. Y existe un único espacio donde nada es imposible: el espacio del deseo, de la imaginación, de lo inexistente pero anhelado.
Y ese espacio, es el de la opinión pública global y el mercado global, ambas cosas juntas, una empujando a la otra.
Ese gesto, que crece al mismo tiempo y del mismo modo que los retrocesos de la sociedad -porque de ellos se retroalimenta- es un gesto que solo puede gestarse a traves de la información ideologizada, el avance tecnológico -y el acceso de cada vez más personas al mismo- y la comunicación supuestamente "abierta".
Entonces, en un feedback sin precedentes en la humanidad, nos enteramos que, entre 1948 y 2001, los gastos por publicidad a nivel mundial, han crecido por arriba de un 700%. Esta cifra impacta, pero impacta más aún si uno tiene en cuenta que la economía mundial, durante ese período, creció en aproximadamente un 210%.
Si tomamos distancia, no es difícil ni alocado inferir que de detenerse los sistemas de información y de publicidad, probablemente el crecimiento de la economía mundial, sufriría un grave retroceso, quizás un golpe del que no pudiera recuperarse con facilidad.
Los políticos, las figuras políticas, son marketineadas, como una gaseosa o un perfume, o una marca de prendas de vestir. El límite se va despintando, desdibujando, y nadie puede afirmar a ciencia cierta qué hay en alguien de producto, y que hay de persona. La comunicación es un imposible, ya se sabe, y habrá que ver cómo llega, y si el que la recibe lo comprende con la misma intención con que fue emitido.
El sistema global debe caminar con gran cuidado en esos lares. El lenguaje tiende trampas, y las trampas del lenguaje, lo son también del pensamiento y de la misma realidad. La bendita "comunicación" que no suele ser otra cosa más que "más incomunicación".
Si la comunicación es "ponernos en común", o como dice la Real Academia, una "transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor", sería de esperar que la comunicación fuera lo que constituye la comunidad, y por ende, la sociedad y la cultura de una comunidad.
Si definir la comunicación es un poco problemático, no debería serlo definir la información, que es aquello de lo que la comunicación se nutre. Si se parte de la base que sin información no hay comunicación, pero que puede haber información que no se comunique, también podemos llegar a que, habiendo información, esta se comunique parcialmente. La información puede desplegarse en toda su magnitud, o replegarse hasta el punto tal de no ser comunicada.
Y aquí sí vamos llegando al punto.
Cuando la información se autonutre, se monologiza, más que información o comunicación, corresponde llamarla "propaganda". Cuando la información no dialoga con la comunidad, cuando se autoabastece y reproduce sistemáticamente idénticos conceptos e ideas, es propaganda. Le dá la espalda a la comunidad, escupe sobre ella la catarata de conceptos a transmitir y deja a la comunidad allí, a un lado, recibiendo, sin poder realizar la comunicación. Es como un frustro. Es privar a alguien de lo que esperaba. El problema es que la comunidad ya no lo espera, ya se acostumbró a no comunicarse. Las comunidades se han acostumbrado a ser instrumentadas por la comunicación.
Si así no fuera esto, y la apreciación estuviera errada, ¿qué valor tendría el rating, las mediciones de audiencia?
La TV continúa siendo el medio menos comunicativo por excelencia. Emite contenidos, pero no hay una interfaz donde el telespectador participe, o son muy pocas. La radio, se expande un poco más a través de los llamados. Pero, habitualmente, esos llamados son a través de grabadoras, y no hay diálogo. TV y radio emiten, y el otro recibe. Y a veces, no puede digerir la cantidad y el contenido de la información emitida, la cual lo satura y desborda emocionalmente. Ambos están supeditados a una dinámica preponderantemente monológica, se reciben monólogos, básicamente, propaganda. La impotencia comunicacional es tan absoluta, que hallamos personas hablándole, respondiéndole al aparato receptor, sea el TV o la radio. El único intercambio que se produce es cuando el oyente o telespectador compra el producto publicitado, o repite la "información" recibida. Anulada la comunicación, aparece una compulsión a reproducir lo recibido. "¿Viste los de los muertos en Haití?", "La inseguridad es alarmante" -no figurando habitualmente en el discurso del oyente, por ejemplo, la palabra "alarmante", la cual ha sido adquirida del discurso hegemónico-.
Las empresas de celulares, los medios masivos de comunicación, los isp, hasta las empresas de gaseosas nos promueven a movernos, comunicarnos. La Internet 2.0, la llaman. En la supuesta Internet 1.0, uno solo leía, veía, y supuestamente, no se comunicaba. En la 2.0, supuestamente, "sos protagonista", dicen. Facebook, Twitter, Youtube, subí lo que tenés para comunicar, mostrá tus fotos, contá lo que te pasa, comunicate, comunicate... con nadie. En realidad no deja de ser una réplica de la TV, donde se emiten contenidos que unos consumen y otros no, ampliando -ayudando a ampliar- el discurso hegemónico. Simplemente, en este medio tecnológico, existe la posibilidad de elegir qué contenido se quiere aceptar, y cual no, y dado que hay para todos los gustos y paladares, la única diferencia es una mayor diversidad. De los 180 canales de TV a millones de web sites a visitar. La diferencia es cuantitativa, y no cualitativa.
El hermano mayor de Orwell, nos observaba. El hermano mayor de la TV, nos pide que lo miremos, casi nos intima a hacerlo. Y lo hacemos.
En última instancia, X programa de TV convoca en el mismo horario a una multitud, a un gran comunidad que lo mira y escucha, y de tal modo, es una multitud inmensa atendiendo a una misma cosa. Es una reunión pero que no se vé, no es una plaza colmada, ni una comunidad expresándose. Es una comunidad anulada para expresarse, impotente de expresión alguna, y no abre posibilidad alguna de transformación de nada, ni social ni políticamente. Lo único que le es posible a esa comunidad, a esa hora, viendo ese programa, es coincidir o cambiar de canal. Si coincide, al día siguiente podrá comentarlo con otros que coincidieron. Si cambia de canal, quedará excluído de la comunicación con esos otros, pues desconocerá lo tratado. Considerablemente excluyente, monológico, y sin duda, propagandístico. Una bajada de línea ideológica en estado puro. No se podrán constituir comunidades en torno a esa oferta, no al menos, en igualdad de condiciones.
Por otro lado, los medios están en manos del poder, del capital. ¿Qué otro mensaje emitirían que no fuera próspero para sus propios fines? Se celebra y entroniza la "comunicación sin fronteras". La "comunicación democrática". ¿Es democrática o es totalitaria? más probablemente, la segunda opción. El capital nunca emitirá lo que sa contrario a sus fines, y así, va formando ideología, la que le beneficia, la que le conviene.
Resumiendo: quien posee un medio masivo de comunicación, vive en parte de la publicidad y de la propaganda. Quienes pagan por ello, son los capitales y los poderosos. No es posible la existencia de lugar alguno para la emisión de información que no sea afín a sus intereses.
Los programas que la TV propone, los textos y fotos que los diarios proponen, generan un periodismo masivo, donde además de todos los males ya vistos, una cadena reproduce lo que la otra ha dicho, llegando de dar por muertas a personas vivas. Pero ni siquiera eso dá lugar a la autocrítica, o a la crítica. Se pasa a otra placa, y aquello es pasado. Si la informacion es falsa, y por ende, no creíble en un ítem, ¿por qué no habría de serlo en el resto? Pero como miramos, y no vemos, seguimos hacia adelante. Es más fácil creer lo que se vé que desconfiar de ello, o al menos es más tranquilizante. Se recibe esa información sin comunicación, pero es accesible en un grado absoluto. Con alguien de la realidad, con quien efectivamente nos comunicáramos, no tendríamos tanta liviandad a la hora de juzgarlo si nos brindara una información falsa. Lo catalogaríamos de mentiroso.
Las empresas de celulares y los ISP nos martillan con el "estar comunicado". Y aquí también es posible ver la falacia. Un llamado al soporte técnico de cualquier empresa (Movistar, Claro, Personal o Multicanal, Fibertel, o cualquier prestador ISP), sabemos todos, es un imposible. O caemos en una grabación por miles de opciones donde es casi imposible dar con un ser humano, o directamente, nos dicen "comuniquese más tarde, todos nuestros operadores están ocupados". Lo mismo sucede con los bancos. Somos "dueños", "pertenecemos", pero a la hora de hablar, de comunicarnos, no hay nadie disponible del otro lado. Otra vez la falacia.
¿No es ya más que evidente la treta, la trampa, la mentira? ¿Lo obvio de la falsedad de la propaganda que nos inculcan?
Hay una forma de producción en la supuesta "comunicación". Y es la propaganda masiva. Es hacernos creer algo que no es tal. Nos hablan de un consenso, y quien disiente, es casi traidor a la comunidad, "está vendido". Interesante modo de proyectar en el otro el problema propio, el estar uno mismo "vendido". Pero ese "consenso" que nos venden, no es algo a lo que arribamos entre todos, algo consensuado, sino algo que viene dado. Entonces pues, no es consenso, sino bajada de línea ideológica, difícil encima de desmontar, pues viene comercializada como el "producto consenso".
Consensuamos en la inseguridad, consensuamos en que h o b es despótico, pero no consensuamos en que nos venden un consenso falso. Resulta tan obvia la propaganda, pero a la vez, es como un enemigo imposible de derrotar. Quizás porque sus motivaciones están ocultas, quizás porque es más fácil y tranquilizador consumir que pensar. Por el motivo que sea, es un enemigo durísimo. Y funciona, funciona muy bien, excelentemente bien.
La maquinaria propagandística funciona muy bien, es imposible dudarlo. Es efectiva.
En la práctica, es posible ver:
a) Una posición absoluta, que supuestamente representa un todo, un todo incuestionable, y permanentemente redundante. En la redundancia está la clave. Cuanto más se repita una mentira, más creíble será. El emisor sabe que miente, que sus dichos son falaces, entonces debe encontrar el modo de que a través de lo redundante, la mentira sea vendible como verdad. El modo más fácil de lograrlo, es la repetición. Hartante repetición. El cambio y la aceptación, viene de la mano de ella.
Esto nos presenta lógicamente -desde el punto de vista lógico- en un problema más grave aún. La mentira no es algo a lo que se recurre excepcionalmente, un pase de mago para salir de un problema, sino la fuerza productiva de la propaganda en su escencia. Cuando se denuncia una mentira, que es fácilmente rebatible, una mentira sin discusión, la salida es aceptar que fué una mentira. Y no hay consecuencias, esto resulta evidente. Es de un cinismo exasperante.
b) Eso nos demuestra el carácter totalitario de la supuesta comunicación, por ende no comunicación sino propaganda, por ende desinformación. Esa supuesta comunicación aisla, crea una realidad irreal, y nos separa, se garantiza de des-armar a la comunidad, tanto por despiezarla, como por quitarle las escasas armas que posee para combatirla. El monólogo continúa.
c) La propaganda debe ser necesariamente censurante. Pues el discurso es un monólogo totalitario, y cualquier traba en su reproducción, lo haría caer al instante. Es imprescindible contar con el recurso de la censura para mantener al monólogo totalizante imperante en pié. Y si es necesario, se recurrirá a la mentira como elemento productivo. Esto es claramente visible en los zócalos televisivos. Cuando el emisor dice algo contrario al monólogo, el zócalo sobreimprime sus dichos y los tergiversa. A falla de palabra hablada, corrección en la palabra escrita, que históricamente ha demostrado que es creíble para la mayoría, incuestionable. La instantaneidad ha hecho necesaria la aparición del zócalo como forma de censura "in situ", ya no previa, pues aún no se animan a taparle la boca a los emisores, si bien a veces, les cortan el audio -cosa que tampoco horroriza demasiado- . Los grandes generales de esta guerra de medios, son los que tipean esos zócalos. Son realmente la inteligentzia de los medios.
d) Hemos pasado de las "armas de destrucción masiva" a un arma efectiva, el "arma de distracción masiva". Las órdenes proceden de mandos similares. El capital puesto en un rol guerrero, defensivo y ofensivo.
Es imposible negar entonces que el gran enemigo de la sociedad hoy, es la propaganda. Y que todo lo que se diga sobre ella, no alcanzará a detallarla. Es tan veloz, tan grande, llega a tantas personas y penetra tan profundamente las mentes, que combatirla es casi imposible. Si tenemos en cuenta que su primordial interés es generar miedo -miedo a todo, a lo que sea, y mantener el consumo en función de ese miedo-, a su vez reconoceremos el carácter de inmovilizante. Miedo al gobierno, al ladrón, a la gripe, a las bacterias, a la mala alimentación, a la constipación, a los accidentes de tránsito, al "otro", al diferente, al distinto, al punto tal que en este país, Argentina, hay quienes le tienen miedo a Chávez... como si Chávez pudiera, de algún modo, hacerles algo. Miedo al cuco, siendo el cuco todo lo que no es funcional a los fines hegemónicos del capital.
Tomemos como ejemplo evidente el caso de "la inseguridad" y el asesinato -que resultó pasional, y no fruto de "la inseguridad"- del peluquero de una estrella televisiva.
En primer lugar, se difundió la noticia, por todos los medios ;
Luego, salió del esquema de noticiero, para ingresar en el programa de la estrella, un programa farandulesco;
A posteriori, otras estrella tomaron la posta y lo incluyeron en sus programas, algunos de entretenimiento -se desplazó el entretenimiento, la función correcta, por una noticia policial. Además, se incluyó en otros programas -de opinión- donde "eruditos" del tema opinaron a diestra y siniestra;
Luego, las estrellas citadas, propusieron una marcha en contra de la inseguridad, que encima, no concretaron.
En todos las situaciones citadas, se hizo propaganda, y no información, porque inclusive no correspondía por la temática de algunos de los programas. Como si fuera poco, resultó ser mentira, pues había sido un crimen pasional, nada atribuible a una condición de "inseguridad" imperante.
Pero... ninguna de estas estrellas cayó en descrédito, o fue cuestionada por esto. Queda demostrada la propaganda y su poder.
No se puede arribar a otra conclusión que no sea que la opinión pública en general que consume esos medios, carece de actitud crítica. Más aún, carece de capacidad de punición. Miente que no importa, te seguiremos amando. Se neutraliza, se desarma y se destruye la opinión pública, el sentido de unidad, de comunidad, de pensar en conjunto. La propaganda postmoderna es fascista y altamente efectiva. Es necesario reconocerlo. Porque es imperioso reconocer al enemigo.
Ya aprendimos a mirar el mundo de otra manera. Ya estamos contaminados. Apagar la TV y dejar de comprar el diario, no serviría de mucho.
El capital ya se nos ha metido hasta los tuétanos, por un lugar que ni siquiera sospechábamos. Creó conciencia, creó ideología. No hay más posibilidad que intentar una resistencia comunicacional, sabido que no es comunicación, en última instancia. La obsesión compulsiva a estar conectados nos posee (sms, celular, internet, tv, radio, diarios, etc.), y por allí nos posee el capital. Nos ha encantado como a serpientes. La estrategia empresarial nos ha cooptado.
Es imposible de momento pensar en una resistencia masiva al capital y al poder encarnado en los medios y sus sucedáneos comunicativos. Nadie apagará su celular, o rescindirá su contrato con el ISP, o con la tv por cable. No habrá subversión, ni masas encolumnadas mostrando su rebelión, ni intentando revolucionar nada.
Es imposible no caer en la tentación de citar a Orwell, y su "1984".
Transcurría en una Inglaterra futura, en la cual la sociedad se dividía en dos grandes grupos: por un lado, estaban los miembros del Partido Único, que detentaban el poder absoluto, y cuyas consignas eran "La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza". Y por el otro lado, estaba la masa de la población que vivía atemorizada, y sometida a los primeros.
No hemos llegado a ese punto, afortunadamente aún. Evidentemente, el desafío que enfrentamos, es de qué modo no llegar a ese punto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario