miércoles, 10 de diciembre de 2008

El peligro de banalizar la historia reciente

Los Juicios de la Verdad, y todos aquellos que se llevan adelante para conocer el destino de desaparecidos, o el lugar donde reposan sus huesos, o para lograr condenas a los genocidas, son armas de doble filo. Por un lado, cabe preguntarse si la justicia tardía es justicia, o tan sólo es un acto de compromiso, algo hecho al sólo efecto de cerrar una etapa. La memoria reciente, necesita imprescindiblemente distancia y recato. De nada sirve escarbar en la herida, volver a embararrarse una y mil veces en el autoflagelo, quedarse instalado en la revancha perpetua. Porque en esa perpetuación, es la propia vida la que se vá, y cabe preguntarse hasta que punto no es un acto morboso o patológico.
¿Se puede rechazar la melancolía, y seguir adelante? parece que para muchos no. Han quedado atrapados en esa telaraña, y su vida se ha convertido en seguir las causas judiciales día a día, revivir lo sucedido todos los días, todo el día. Humanamente supongo que haber tenido vivencias horrorosas marca a fuego el cuerpo, y hostiga el alma, impidiendo vivir una nueva vida, porque esa es LA vida.
¿Sirven esos juicios? A la sociedad, ¿le sirven? a los damnificados, ¿les sirven? Una sentencia judicial escrita en un papel, ¿a alguien le sirve?
Ha sido posible ver que, mientras los acusados -allí presentes- permanecían inmutables, decenas de víctimas o familiares que se deshacían en llanto y dolor. Otros sufrían descompensaciones. ¿Era y es necesario? Los victimarios permanecían inmutables, reitero.
Por si ello no alcanzare, la desaparición de Julio López completa el panorama de lo que puede significar ser "un testigo".
¿Es necesario repetir como testigo una y mil veces el sonsonete del calvario padecido? Expedientes de miles de fojas, ¿no alcanzan para que los jueces adopten una resolución que evite el juicio oral y público?
Supongo que las víctimas intentarán reconstruír defensas para poder continuar con la cotideaneidad, con la rutina. Reconstruír esos actos que están en la memoria 2, 3, 4 veces al año, ¿no es matarles otra vez la construcción?
No planteo fingir que nada existió. Ni caer en una amnesia donde nada de lo malo e indigno se recuerda. Pero ¿hay derecho de destruírlos otra vez? ¿A quién perjudican más estos juicios, a las víctimas o a los victimarios, personas de edad avanzada con poca vida por delante?
Me dá la impresión que ciertos actos políticamente correctos resultan humanamente muy incorrectos.

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