Por cuestiones que no vienen al caso, hace poco tiempo reverdecieron en mi memoria (ya desgastada, mañosa, escondedora de errores propios, y agrandadora de ajenos) recuerdos de vacaciones y/o veraneos previos; sus locaciones, las vivencias en el lugar, y las anécdotas. También los afectos.
Me pareció importante antes que siga perdiendo más memoria registrarlas, y compartirlas. Quizás alguien pueda rescatar algo que le sirva...
El primero que viene a la mente es, indudablemente, el veraneo en la casa E. El apellido de los locadores comenzaba con la letra "E", y me parece correcto preservar su intimidad (aunque no se lo merecen, a decir verdad).
Lo ubicaré en contexto primero que nada. Enero, 2005, City Bell.
CHAPTER "ESTE VERANO, DES-CAN-SA-MOS"
Llegó el mes de septiembre y decidimos (Edu y yo) no salir de vacaciones hacia ningún lugar. El pronóstico sojero para la siguiente temporada decía que iba a ser un verano de muchas lluvias (y lo fue), y yo le creo más al pronóstico de los sojeros que al de The Weather Channel, dado que los sojeros viven de la soja y tienen más intere$e$ en no equivocarse (¿de qué vivirán los de TWC que siempre se equivocan?).
Ir a la costa, ese año, se nos planteaba como algo excesivamente demandante. Que ir a la playa, preparar los bolsos, encontrar estacionamiento, subir si había viento, conseguir un baño, yo sin la sombrilla ni bajo, él sin la silla ni quiere ir a la arena, el otro temía pasparse, el otro no quería mar... Dijimos: "algo que sea pacífico, que implique poco trabajo y que nos permita estar distendidos. Este verano des-can-sa-mos".
Por ende, la opción era quedarse en el departamento, que si bien era cómodo, era netamente caluroso, o alquilar algo en la zona, que tuviera pileta.
Criteriosamente, ganó la opción 2: "alquiler de casa quinta zona Gonnet / City Bell con pileta y verde".
Comencé la búsqueda, y surgió una casa con gran parque, pileta, 3 dormitorios, bien ubicada, pero... cara. Muy cara. Cara con respecto al resto de la oferta, no "abstractamente". Es decir, no algo que uno no pudiera pagar y por ello, la denominara "cara": pagable pero exagerada.
Hablé telefónicamente con la propietaria, quien insistía en que viera la casa y que en ese acto, decía, me daría cuenta que lo valía. Yo insistía en no ver la casa, porque carece de sentido perder tiempo y hacerle perder el tiempo a los demás. Le dejé mi teléfono, y seguí buscando.
Semanas después, me llamó y me hizo una oferta que puso el precio acorde al resto de la oferta. Ahí sí decidimos verla.
Fuimos una tarde de sol.
Un parque enorme; 30 metros de frente por 60 mts. de fondo, con arboleda añosa y parquizado con buen gusto, y un chalet muy agradable ubicado en el extremo derecho del inmenso frente. El chalet estaba construído en desniveles, con inclusiones de durmientes de ferrocarril, y decorado monacalmente, cosa que nos agrada. Un amplisimo living / estar / comedor en desnivel muy vidriado hacia el parque que incluía una terraza exterior; un cuartito muy simpático en entrepiso en el living (donde mi hijo mayor decidió que dormiría). Una cocina grande, con desayunador empotrado, buen lavadero con lavarropas automático, baño compartimentado y 3 dormitorios. Luego, el parque, y al fondo un quincho con baño completo más una pileta con deck de madera y buenos reposerones.
Hicimos trato, firmamos contrato desde el 23 de diciembre hasta el 6 de marzo, y mientras la mujer me decía que yo era macanuda, y que le encantaba dejarle su casa a una persona como yo (ellos se iban por la temporada a atender un negocio en la costa), que le gustaría tenerme como amiga y que le había contado a su mamá lo amorosa que yo era, un gato me restregaba las piernas. Yo no muero por los gatos; me encantan los perros, pero bueno, los gatos ni fú ni fá. Mis hijos, mueren por los gatos, y a Edu, le agradan. Se me ocurrió preguntarle que pasaría con el gato durante esos casi 3 meses.
Me dijo: - Ah, sí, se llama Milonga, es gata, no gato. Ni se preocupen; es medio salvaje. Come pajaritos, no hay que darle comida y ni aparece salvo que se la llame-. -Ajá-, dije yo, -entonces no hay problemas-.
Nos mudamos. Marcos se ubicó en el famoso entrepisito del living, Franco en un cuarto; uno quedó vacío, y el principal lo ocupamos nosotros.
CHAPTER "MILONGA, SIEMPRE MILONGA"
La primer mañana en esa casa, nos despertó a las 6 am un maullido insistente en la ventana del cuarto. Maullido con refregón contra la persiana, in crescendo, allegro molto vivace, insoportable; MAEOUUUUUUUU. Era Milonga, la gata salvaje que no aparecía salvo que la llamaran.
Milonga terminó no cazando un soto y llorando de hambre todo el día. No quería agua, quería leche. No quería alimento balanceado barato (tuvimos que probar 3 tipos de alimento hasta que dimos con el indicado para que NO LLORARA) sino uno con gusto a Salmón Ahumado y forma de pececito y de pulpo. Milonga gustaba de subirse sobre la mesa del comedor, y robar comida. Milonga me mordía los tobillos mientras yo cocinaba, haciendome trastabillar. Milonga atraía amantes de todo tipo, en el habitual horario de las 3 am. Milonga lloraba todos los días a las 6 am en la ventana del cuarto. Una maravilla de la naturaleza; un animal mutando de un estado salvaje, viviendo de la caza y de la pesca, a la esclavización total del amo, en un día. Milonga, siempre Milonga.
CHAPTER "QUE VERDE ERA MI VALLE".
La casa no tenía riego por aspersión (cosa que luego de esa casa, no olvido jamás de preguntar). Tenía 1800 m2 de parque, y no tenía riego automático. Había que regarlo. Para ello existía una bomba de agua (potente), conectada a una manguera de unos 50 mts. de largo, conectada a su vez a un aparatejo tipo regador (pero onda "gigante") que se clavaba en la tierra, de hierro, como un pico, y regaba 6 mts. a la redonda de donde fuera ubicado. Cuando la propietaria aclaró que no aceptaría el césped estropeado, y que habría que regar día por medio, minimizamos el tema. Bah, desconocíamos el tema. Luego, conocimos a fondo del tema, y hoy, somos expertos en el tema riego. Es más, a veces nos llaman del INTA.
Desplegar o replegar la manguera era tarea titánica. Cargada de agua pesaba unos 50 kgs.; descargada, unos 20 kgs. La manguera debía ser enrollada cuidadosamente luego de las 4.25 horas que duraba el regado, y colocada a la sombra; sino, pudría el pasto que estaba debajo de ella. Había que llevar la punta de la manguera con el regador conectado hasta la distancia más lejana, clavarla en la tierra (con fuerza, con mucha fuerza o por la potencia, se saltaba), y pegarle un grito al que había quedado al comando de la bomba que decía "ENCENDELAAAAA!!!!!". En ese instante podían suceder dos cosas: a) que la manguera se mantuviera conectada y entonces el regador te empapara o b) que la manguera, por la presión, se desconectara, y entonces la manguera te empapaba. No había alternativa "seca", digamos. Si sucedía la alternativa b), y la manguera se desconectaba, había que gritarle al que había quedado al comando de la bomba "APAGALAAAA!!!!" a fin de efectuar la reconexión (por la presión de agua era imposible conectarla cuando salía agua), y comenzar de cero. Este episodio podía darse hasta 3 o 4 veces por puesto de regado.
Cabe aclarar que el comando de la bomba (o caja de interruptor) se hallaba en medio de un bosquecillo de bambúes. O sea, el "comandante" de la bomba se mantenía en ese bosquecillo sin ver nada, mientras era atacado por arañas, o mosquitos, o algún otro tipo de alimaña. No era el lugar más agradable de la casa, indudablemente.
Aclaración sobre "los puestos de regado": luego de unos 5 días, nos pareció lo más lógico dividir el terreno imaginariamente, y "marcar" con palitos los "puestos" de regado, o dónde debía colocarse el regador para hacer el riego en la menor cantidad de puestos posibles, y abarcar toda la superficie. Surgieron 17 puestos de regado, que fueron debidamente indicados. Cada puesto, 15 minutos. O sea, un total de 4 horas 25 minutos. O sea, mejor que empieces a regar a las 3 de la tarde, o en vez de cenar comida, cenarás mosquitos. Los palitos fueron destrozados a la primera pasada del "jardinero y cortador de pasto" -tema que merece otro chapter-, pero los recordabamos vagamente.
Me dispersé, como de costumbre. Regresemos a cuando llegabamos al punto de destino inicial del riego con la manguera más el regador. Para colocar el regador se debía pegar con fuerza -léase FUERZA, MUCHA FUERZA- en el suelo. A veces, se clavaba; a veces, no. En esas ocasiones se le podía pegar con algo pesado (un adoquín, un piedrón) pero jamás con una alpargata o zapatilla, porque no servía de nada. Este punto ocasionó llagas en las palmas de las manos de los dos regadores designados por ausencia de otros voluntarios, o sea, Edu y yo.
Alrededor de las 19.30 horas, considerabamos concluídas las tareas de riego, y también nuestra cuota de gimnasio anual. O sea, de las 15 a las 19,30, nuestro veraneo consistía en regar el parque de la Casa E.
CHAPTER "LAS HORMIGAS"
En semejante parque, obviamente, había hormigas. Y en semejante casa, con techo de madera a la vista, oh, había hormigas que comían la madera. Esto no parecía importarle demasiado a la señora E, dado que ni nos advirtió del tema, y parece que no le daba importancia al aserrín que, con el correr de los días, veíamos caer de las vigas principales del techo, impertérritos. Había aserrín todos los días, por media casa: arriba del tv, arriba de los sillones, y arriba de la cabeza de Marcos, que dormía en el entrepiso de madera. A mí las migas en el piso me molestan, y la arena en el piso, me molesta aún más (porque además, hace ruidito). Bueno, sumé una nueva fobia: el aserrín en el piso. Claro, también sumé la fobia a que el techo se me cayera encima... si la madera estaba en el piso en forma de aserrín, obviamente, no estaba en las vigas. En las vigas, había aire. Oh oh.
Consultado el jardinero (que ya le llegará su turno) sobre los caminos que las hormigas hacían en el parque, y la invasión y destrozos que hacían en la casa, respondió que se trataba de la "hormiga carpintera", que era un bichito re inofensivo, y que no comía madera, que yo estaba totalmente equivocada: en realidad, el noble insecto hacía galerías para vivir en los techos, no se los comía. Era una especie que sólo buscaba su techo propio, como cualquier argentino que se precie; sólo querían ser "pequeños propietarios". Acabáramos, que al fin y al cabo, yo era una desalmada que quería desalojarlas. Preguntado por el método de exterminio masivo e inmediato de las mismas, ofreció dos opciones: a) pincelado de toda la madera con una mezcla de no sé que cosa que terminaba con "tina" (permetrina, trementina o algo así) o b) sembrado en los caminos de un gel que llevarían a la colonia, y provocaría un envenenamiento en masa, tipo Georgetown en la Guyana. Por obvias cuestiones inherentes a que ESTABAMOS VERANEANDO, elegimos comprar el gel al módico precio de U$S 10 por kilo, siendo necesarios un mínimo de 2 kgs.
Sembramos el gel, y las hormigas comenzaron a morir... pero dentro de la casa. Llovían hormigas negras moribundas. Llovían, por donde quiera que uno miraba habían hormigas agonizantes. Más que nada, llovían sobre la cabeza de Marcos, quien dormía en el entrepiso, con su cabeza a 1 mt. del techo; pero no se mostró muy alterado, dado que tiene abundante cabellera, y según sus dichos "es preferible que me saques las hormigas muertas de la cabeza, que el aserrín. El cepillado del aserrín, duele más".
Dos semanas después, reaparecieron las hormigas. Decidimos convivir pacíficamente con ellas, y yo, intenté obviar el aserrín. Marcos, comenzó a dormir con casco de motociclista, y todo estuvo en orden.
CHAPTER "QUE BELLO CIRUELO"
Al fondo del parque, antes de llegar al quincho, y en medio del camino a la pileta, había un ciruelo. Cuando fuimos a visitar la casa, estaba en flor. Cuando fuimos a habitarla, estaba pletórico de ciruelas. Y dijimos "Ah... que bello ciruelo. Comeremos ciruelas, y yo haré dulce". Comimos ciruelas, yo hice dulce, regalamos ciruelas y dulce de ciruelas, y el ciruelo seguía manando ciruelas. Toneladas. Invitabamos gente a que se sirvieran ciruelas. No alcanzábamos a recoger la cantidad de ciruelas que caían, y se amontonaban en el suelo de césped. Luego, venían los pájaros a comerlas y cuando quedaba poco... llegaban las moscas y los moscones, asquerosos moscones negros grandotes. Después de la tarea de los moscones, que ponían sus huevas, nacían los gusanillos. El césped debajo de las ciruelas a medio comer o a medio pudrir se pudría también, y se ponía obviamente pegajoso. Téngase en cuenta que era el camino hacia la pileta, y por ende, no debía permitirse que el pegote llegara a la pileta.
Dado que Edu y yo estábamos encargados del riego, y Marcos de la limpieza de la pileta y el deck, quedaba Franco para juntar las ciruelas que caían. Las juntó el primer día, y luego no, dado que le provocaban asco las ciruelas podridas, temor los moscones negros y terror los gusanillos.
Le pegamos al ciruelo muchas veces con un palo, a ver si lográbamos que cayeran todas las ciruelas. No sirvió de mucho. Desde el 24 de diciembre hasta aproximadamente el 20 de enero, siguieron cayendo ciruelas, seguimos juntándolas, tirándolas y manguereando 2 veces por día el camino hacia la pileta. Y un día, no cayeron más, porque no quedaban más. Cuando dejaron de caer las ciruelas.... comenzaron a caer las hojas (véase chapter "Les feuilles mortes").
CHAPTER "QUE LINDO ES TENER PILETA"
Tener una pileta a disposición es lindo. Mantener la pileta es algo muy simple si uno cuenta con un "piletero": señor ad hoc que viene todos los días y se encarga de la pileta. Sino, es un trabajo más. En City Bell, no hay pileteros, pequeño detalle. Pasar el limpiafondo, barrerla, sacar los mosquitos / moscas / libélulas muertos o moribundos, cargarla, desbordarla, colocarle el cloro y limpiar el deck. Asignamos a Marcos la tarea de mantener la pileta, y a Franco, encargarse de las ciruelas. Como buenos púberes que se precien, al hacer abandono Franco (en su primer y único día de trabajo) de su tarea de recoger ciruelas, Marcos, su hermano mayor, reclamó compartir el trabajo de mantenimiento de la pileta.
Nota importante: en aquel entonces (dos años ha) Marcos, 14 años, 1.83 de estatura, fornido; Franco, 12 años, 1.48 de estatura. Está todo dicho.
Ni siquiera le alcanzaban los brazos a Franco para pasar el barrefondo. Por ende, todas las tardes se daba la habitual diatriba "porqué tengo que limpiar yo la pileta si el enano no junta las ciruelas" (nótese el peyorativo adjetivo "el enano").
Además, a ambos les daba miedo encender la bomba de agua (sí, aquella que estaba en el bosquecillo de bambúes) pues temían "quedarse pegados" o que "los picara -sic- una araña". O sea que Edu o yo debíamos además encender y apagar la bomba de agua. Conclusión: a veces, es mejor limpiar uno la pileta que discutir con dos púberes que lo único que tienen ganas de hacer es sentarse frente a la pc.
Además, y como nota de color, la bomba de agua se rompió la primer vez que vaciamos la pileta. 2 días sin pileta, y a reparar la bomba. Eso costó poco, la verdad, no fue mucho problema. El problema fueron los 2 días sin pileta y 37º a la sombra.
CHAPTER "EL JARDINERO FIEL"
El jardinero venía con un simpático gorro de ala ancha, tipo panamá color blanco, con cinta negra, y su bigote mexicano. Y con su pareja, otro jardinero -más joven que él- , que se ocupaba del trabajo grueso. Acordamos que vendrían cada 10 días, en horario de 10 a 12 horas. Por supuesto, vinieron cuando se les cantó, en horario de 7 a 9 hs., despertando a quienes aún dormían pese a los maullidos de Milonga. Acordamos con la señora E que pagaríamos $ 280 por el total de trabajos de jardinería de la temporada, y así nos cobraron -era una cifra razonable-. En la última visita antes de que abandonaramos la casa, nos contaron pícaramente que el señor E acordaba ese monto por el mantenimiento del total del año. Es decir, el locatario veraniego pagaba eso, y el señor E no pagaba por el resto del año. Que gente simpática. El jardinero era muyyy quisquilloso. Pero eso sí, prolijo, limpito y educado.
CHAPTER "LES FEUILLES MORTES"
Cuando dejaron de caer las ciruelas, comenzaron a caer las hojas de los árboles. El parque contaba con un roble, otro árbol común pero muy grande y lleno de miles de millones de hojas, y un nogal. El árbol del millón de hojas (del cúal no sé el nombre), cubría el césped con sus hojitas amarillas. Ya a esta altura de cansancio físico, decidimos dejarlas. Pero... pero cinco días después nos dimos cuenta que el césped que quedaba debajo de las hojitas amarillas, comenzaba a amarillarse. Y la señora E nos había aclarado explícitamente que quería encontrar el jardín perfecto a su regreso. Así que... a juntar hojas.
Nos turnábamos con el rastrillo, y luego de hacer grandes pilas, las empujabamos arriba de una lona de unos 2 x 3 mts. Luego, arrastrabamos la lona a la vereda, y formábamos un montículo para que lo recogiera la división "residuos orgánicos" de la empresa de recolección. Hacíamos 2 o 3 viajes. Este trabajo lo realizabamos cada 4 días, antes que se amarilleara el césped.
CHAPTER "SE FUE AL CIELO DE LOS LAVARROPAS"
Antes de entregarnos la casa, y en la lectura del inventario, el señor E nos aclaró que el lavarropas "está por sonar". No tenía alarma, sólo estaba por romperse. Que si se rompía, debíamos llamar a un electricista en especial, José Luís, y nos dejó su número de teléfono. En el mes de febrero, el lavarropas "sonó". Llamamos a José Luís, que nos dijo que ni conocía al señor E, ni reparaba lavarropas (sic). Llamamos al señor E, quien nos dijo que no nos hicieramos problemas, que al regreso, compraba uno nuevo. ¡Que problema nos ibamos a hacer si podíamos ir a un laverrap!!! Agregamos a nuestras tareas el viaje al laverrap, y a nuestra columna "debe" del balance, el costo accesorio. Como se debe.
CHAPTER "FINAL A TODA ORQUESTA"
Y llegó el día de entregar la casa. Y coordinamos la entrega. Y dejamos todo impecable, prolijo, según su gusto -algún sillón que cambiamos de lugar, lo devolvimos adonde estaba; el arbolito de navidad (que era de ellos, lo habían dejado puesto) desarmado y embalado bolita por bolita en una caja envuelta a su vez en una bolsa de consorcio)-, la heladera con gaseosa y agua fría, la pileta limpia y con el agua cambiada, un florero en la mesa del comedor con jazmines, todo lavado, barrido, limpio.... y vino la señora E con un ataque de "no sé que cosa" a los gritos.
Entró en la casa -totalmente callada y con una cara de furia contenida- , y empezó a revolear las mantas de los sillones, los cubrecamas de las camas, mientras no nos dirigía la mirada, y sólo miraba a su esposo, que aparentaba estar temeroso. Edu y yo nos mirábamos sin entender nada. Fue hasta el baño, salió de él y gritó "¡¡¡ Hay un pelo en el piso !!!, ¡¡¡ yo no duermo en esta casa, que la vuelvan a limpiar, no puede ser que uno les entregue todo perfecto y encuentre un pelo en el piso, debería darles verguenza, que mujer más roñosa!!!" (Nota: tengo pelo largo y lo uso suelto; luego, el pelo era mío)
Edu tiene su interpretación de lo sucedido. Dice que todo ese halaguerío que la señora E me destinó cuando nos entregó la casa, tuvo su devolución en este acto. Algo así como "tengo que destruir tu imagen para retomar la casa". O algo así, yo de psicología no entiendo nada.
Yo sólo sé que tenía ganas de llorar, y Edu, de ponerle una piña. Ambos nos contuvimos.
Juro que fue así como lo relato: el problema fue un pelo en el piso. Nada más que eso.
La señora E salió por la puerta, mientras su hijo mayor le decía "Mamá calmate". Pegó un portazo. El señor E quedó dentro, con nosotros. Lo miramos, nos miró, sacudió la cabeza, pidió disculpas y dijo "saquen ese pelo, y mañana por la mañana vengo yo solo a buscar las llaves. Está mal, ella está mal....". Yo le dije que jamás me habían tratado así, y Edu le dijo que se estaba conteniendo fuertemente; que no queríamos volver a verla bajo ningún punto de vista, y que al día siguiente le haríamos entrega de la llave a las 10 hs., en un lugar convenido, sólo al señor E, y lejos de la casa.
A la mañana siguiente, retiré el pelo, y a las 10 hs., entregamos las llaves. Debimos ver al señor E 2 meses después, para abonarle la parte correspondiente al servicio de dial up de internet. Nos encontramos otra vez en un lugar convenido, no fuimos a la casa. Nunca más vimos a ningún miembro de la familia E.
EPILOGO DE LA CASA E
1) al día de hoy, cuando nos encontramos en una situación extraña, familiarmente decimos " es como la casa de E..... " ó "¿no será como los E...?"
2) en lo personal, lo pasamos muy bien. Pudimos compartir fiestas en familia, compartir con los hijos y seres queridos muy buenos momentos, y ver la luna sentados al oscuro, en la terraza. Nadar de noche, merendar bajo el roble, ver el atardecer entre los jazmines. Disfrutar de más de dos meses de vacaciones, y de la visita vespertina de los colibríes que libaban las aljabas. Edu rescató a un colibrí que se le ocurrió entrar en la casa, y desde ese día, siempre tenemos colibríes cerca. Se convirtió en "El Patriarca de los Colibríes", y lo buscan, o yo quiero creerlo así.
3) No sabemos que fué de la vida de Milonga. Seguramente, le pusieron una patada encima cuando pidió comida. Franco se acuerda de ella.
4) El verano siguiente, es decir, Enero 2006... nos quedamos en casa. Y no fuimos a ningún lugar. Todos felices y contentos, disfrutamos de las delicias del hogar, el aire acondicionado, del dolce fare niente, y de lo conocido y esperable. Mantuvimos hermoso nuestro jardín, pese a que estuvo tomado por los mosquitos y pudimos usarlo muy poco tiempo. Fuimos felices por muchos instantes.
EL VERANO DEL 2007
Iremos a la casa N. No la conocimos por dentro. Pactamos de buena fé. Está cerca de la playa, con lo cual, suponemos que no será "trabajoso". Creo que es improbable que haya hormigas carpinteras, si bien tiene madera. No hay pileta, ni ciruelo. Hay que regar, pero no son 1800 metros. No conozco al jardinero, ni hay árboles que tiren hojas; sí pinos, pero tiran pinochas o en el peor de los casos, piñas. No ví gatos. Pudiera existir alguna probabilidad de que el lavarropas se vaya al cielo de los lavarropas, y por eso, lo pregunté. Espero no vivir un final a toda orquesta, no creo que sea posible que exista más de una persona como la señora E.
Además, mantendré mi cabello recogido todo el tiempo. O sea, lo mismo, no vá a volverme a suceder.
Pregunté, obviamente, de todo; y seguiré preguntando. Me garantizan que no hay vecinos que sean líderes de la Jihad Islámica, o al menos, si lo son, no lo parecen. No creen tampoco que haya ningún miembro de algún cartel colombiano, y para traficantes de órganos, estamos nosotros.
El plan de vida es muy ambicioso: levantarse, desayunar despaciosamente. Leer el diario, escuchar buena música, el que quiere vá a la playa, y el que no quiere, no vá. Almorzar algo liviano, el que quiere descansa, el que quiere, vá a la playa. Hacer los trabajitos de internet, ver el atardecer, cenar algo fresco y liviano, caminar por los alrededores, escuchar música con la ventana abierta oliendo el mar, o ver un dvd. Mirar la luna. Dos o tres veces por semana, ir al centro, sólo si no está muy lleno de gente. Algún día, salir a cenar, previa reserva para no esperar ni hacer cola; preferentemente, día de semana en algún reducto pequeñito, con poca luz, buena música y gente que no sea ampulosa. Sábado y domingo, ni pisar la zona urbana. Realmente, parece demasiado ambicioso; con que se cumpla a medias, estaré contenta. Esperamos des-can-sar.
No elegí este nombre, pero me encanta y lo banco, y agradezco su elección. La vida es un continuo, y sigue identificando su contenido. Agradezco las participaciones y comentarios, sean bienvenidos. Y sí, estoy "estufada" de muchas cosas. Como muchos otros. (El ruidito de la sensación "estufado" viene a ser algo así como un "Fuuuuuuuuhhh....", que se vá diluyendo conforme se acaba el aire de los pulmones)
viernes, 25 de agosto de 2006
VERANEO EN LA CASA E
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1 comentario:
Ja ja ja me mato el capitulo del jardín, casi me parecio verlos en la tarea diaria (no habia alternativa seca... mori con esa parte).
Tengo una casa con un parque bien grande, sin riego por aspersión y se de que se trata eso, no tengo pileta aún, pero ya imagino todo lo anexo que eso implica.
Me identifique con Uds. porque somos una familia de 4 como Uds. y nos gusta estar en un lugar agradable y confortable, por eso me ha tocado en ocasiones "mejorar" y/o "hacerme cargo" de situaciones como las de las hormigas, la bomba, etc. en lugares que he vacacionado.
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